A falta de ver Kinetta, tanto Canino como Alps son dos obras totalmente complementarias que exponen la absurdidad que rige el mundo que nos ha tocado vivir sin restarle al mismo tiempo ningún ápice de gravedad. Giorgos Lanthimos hace de la broma, del surrealismo y de lo inexplicable la mejor estrategia para desarmar al espectador, inquietándolo e interrogándolo sobre cuestiones tan básicas como difíciles: las relaciones de poder, la poca empatía que el hombre moderno siente por sus semejantes, la vida en comunidad como orden despiadado, etc. Canino exponía de forma bizarra y cortante las víctimas, los verdugos y en general los mecanismos que llevan a crear, continuar y finalmente acabar con un sistema dictatorial. Con el mismo tono críptico y simbolista, con la misma intención de dejarnos en el desamparo absoluto y con la misma capacidad de poner a prueba nuestros sentidos sensoriales y morales, Lanthimos ha dirigido Alps, una obra que, entre otras cosas, habla del dolor, de cómo canalizar el sufrimiento, de cómo apaciguar el mal ajeno o de cómo nuestras vidas y las de quienes nos rodean son en silencio un gran mosaico de miedos, fobias, complejos y frustraciones individuales. Lanthimos asume lo cotidiano como propio y lo proyecta a medio camino entre la comedia negra, el cine de género y la crónica social, historias que en sus manos asumen las formas de juegos narrativos escabrosos, cuanto menos malévolos. El título nos remite a una organización de fines dudosos dispuesta, como lo estaba el microcosmos de Canino, según el orden jerárquico de sus miembros, concretamente un grupo de enfermeros que asisten a familiares que acaban de perder a un ser querido. De nuevo asistimos a la contemplación a cámara lenta entre el drama y la farsa de una naturaleza muerta y estancada cuyas acciones resultan del todo inexplicables. Alps conserva la perversión de Canino, pero es evidente que Lanthimos no consigue crear una obra tan redonda como la anterior. Ya sea porque cuesta entrar en la película (de la misma forma que es difícil salir de ella, todo hay que decirlo) o porque su argumento se fragmenta más de lo deseado (por ejemplo, resulta difícil establecer qué nexos unen y separan a los personajes), Alps se antoja un film demasiado inaccesible y desagradable, igual de estimulante pero menos redondo que la obra anterior de Lanthimos. El director griego confunde términos y no se dio cuenta de que su película pedía unas formas más sosegadas, ni amables ni convencionales pero sí más generosas con el espectador que quiere ver e ir más allá de las imágenes. Por desgracia hay algo en Alps que nos expulsa de su corazón narrativo, nos deja fuera de su complejidad y pone demasiadas veces a prueba la paciencia de la audiencia. Nadie dijo que hacer y ver cine fuese una actividad fácil, pero Lanthimos carga las tintas de su historia hasta desdibujar sus objetivos. Alps no se entiende sin Canino, no al menos al mismo nivel, y paradójicamente Alps no es la gran película que pudo haber sido debido a que contamos con ese antecedente fílmico más compacto. Habrá que volverla a ver, aunque duela caminar por esas montañas escarpadas que evoca Lanthimos en su película. Ojalá Lanthimos no convierta su marca de estilo (en otras palabras, personalidad) en un soporte sobre el que acomodarse y enquilosarse (en otras palabras, repetirse). Aun con todo, Alps es una de las experiencias fílmicas más singulares del año. Hay que verla.
Para seguidores de las películas que cambian el estado de ánimo
Lo mejor: Su perversión.
Lo peor: Es excesivamente críptica.
Nota: 6'5
Lo mejor: Su perversión.
Lo peor: Es excesivamente críptica.
Nota: 6'5
A nosotros nos encanta reunirnos en un entorno genial hoteles en grazalema para verlas.
ResponderEliminarSaludos