jueves, 20 de septiembre de 2012

Tranformers a la mar: Crítica de BATTLESHIP, de Peter Berg

Aviso: la crítica está escrita con ironía.
Lo bueno, lo único bueno, de ver una película descargada es que puedes alternar el visionado con otras actividades. Con Battleship uno puede dejar la pantalla de fondo y empezar a limpiar el comedor, fregar los platos, colgar un cuadro, hacer la cama, wasapear, chafardear por internet, llamar a esa abuela que tienes medio abandonada o preparar la cena. No hace falta hacerse con la versión original con subtítulos porque no hay nada que leer. En el cine hay que estar calladito y aguantar el chaparrón, pero en casa, solo o con amigos, no hay necesidad. Las dos horas, ¡dos horas!, de Battleship invitan a todo menos a verla. De hecho, si pasan la película en el 'modo rápido' del mando se darán cuenta que todo es agua, sudor, efectillos azules sobre el cielo y Transformers a la mar. Peter Berg, ese hombre que nos sorprendió con la solvente Very BadThings, ha querido hacer una película a partir del juego de Hundir la flota, entre colegas llamado 'el de los barquitos', ese que resultaba un pelín más moderno que los Juegos Reunido Geyper y un tanto menos 'à la mode' que el Sony de Sega. Parece que nadie le dijo que la idea era merecedora de un Razzie; es más: le dieron el oro y el moro suficiente para hacer creer al resto de la humanidad que Battleship podía ser uno de los blockbusters del año. Me perdonarán que no diga nada de la película, pero pese al metraje no hay nada que contar, porque hay acción pero no hay historia, y por no haber no hay ni actores: explíquenme qué hace la marine Rihanna con poses de lesbiana enfadada aguantándose las ganas de cantar el Umbrella a toda la tripulación. Ni mencionaremos lo bajo que ha caído Liam Neeson: o no lee los guiones que le mandan o anda muy apurado de 'cash' o tiene que despedir a su agente de inmediato. Mucho se tiene que torcer la cosa para que Battleship no sea la peor película del 2012. Ya saben: si fueron de los listos que no pagaron los siete euros de la entrada, háganse un favor y aprovechen esas dos horas de robotitos en remojo para realizar cosas más interesantes como incordiar al vecino, planear un atentado terrorista en la sede de la productora de la película, salir a tomar el fresco o ver los tarotistas de la TDT. No exageramos: Battleship es ingente y deforme, insoportable incluso para los que militen en el bando del cine palomitero, decepcionante incluso para los que tengan las expectativas muy bajas y aspiren únicamente a ver a Alexander Skarsgård 'haciendo un Mario Casas'. El cine que no merece ser cine y que parte de la nada para ir a ningún sitio.


Nota: 1

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