jueves, 13 de septiembre de 2012

El novio quiere besar... al novio: Crítica de EL BANQUETE DE BODA, de Ang Lee

Ang Lee ha basado sus historias en la interculturalidad, la diferencia de lenguas y culturas. Lee remite en cada una de sus películas a aquello que nos une y paradójicamente a aquello que nos separa. Es un cine conciliador que coquetea con la comedia asumiendo las formas de un drama en apariencia intrascendente. Viendo Manos que empujan, El banquete de bodas y Comer, beber, amar, los primeros títulos de Ang Lee, uno entiende perfectamente por qué se ha convertido en un cineasta de referencia y de trayectoria internacional. La cinematografía noventera de Lee no podría ser más moderna al hablar de los nuevos modelos de familia y el choque entre tradición y modernidad que de alguna manera desde Occidente asociamos a todos los países de ojos rasgados. Porque a veces da la sensación, y aquí los puristas echarán un grito al cielo, de que el primer Lee habla de Taiwán pero situándose al exterior, analizando desde fuera una cultura que le es propia: resulta interesante establecer un paralelismo entre el Lee director, consciente desde el primer momento del alcance internacional de sus historias, en paralelo al protagonista del film, un americano de adopción que reniega de su pasado. El banquete de boda, sin ir más lejos, sucede enteramente en Nueva York, pero la evocación de lo asiático es más que evidente: la escena en que Wai-Tung redecora su casa con cuadros, telas y adornos de su país da idea de esos dos mundos que posteriormente el director confronta con armonía en un inicio muy parecido al de Adivina quién viene a cenar esta noche (esta vez con la homosexualidad, y no el racismo, como telón de fondo). Y aquí se desvela el nuevo punto que no gustará a los críticos más exigentes: el primer Lee tiene un componente estético muy marcado, y en parte eso le lleva a caer en ciertos lugares comunes, como si al asumir una trama perfectamente entendible por todos acabase traicionando la esencia local, que no provinciana, del relato (véase las muchas veces que Lee filma a sus personajes comiendo o la diferencia de vestidos, los únicos soportes que utiliza la película para marcar las dos culturas en juego). Ello, repetimos, le ha permitido trabajar en Hollywood (porque, bien pensado, El banquete de boda podría haberla firmado cualquier director estadounidense), y debemos apreciar que Lee nunca haya sido un director de encargo: aunque sus comienzos como cineasta resulten discutibles, es innegable que a nivel temático guardan relación con títulos posteriores como La tormenta de hielo o Brokeback Mountain, incluso Cabalga con el diablo y Tigre y dragón pueden entenderse como dos relatos épicos enlazados prueba de las tensiones culturales fundamentales del cine de Lee (el primero es un western que entronca con una tradición cinematográfica típicamente americana, mientras que el segundo acoge el cuento de samuráis propio de Asia desde Kurosawa y compañía). Por todo esto, El banquete de bodas, en perspectiva, funciona más como antesala del mundo de Ang Lee que como película solvente en sus intentos dramáticos y cómicos. En su momento la película tuvo un éxito rotundo, ganó el máximo premio en el festival de Berlín y llegó a opositar por el Globo de oro y el Oscar. Ahora quizás lo que popone Lee (un homosexual que con tal de esconder su condición finge un matrimonio con una de sus inquilinas) resulta demasiado naïf, y la forma de clausurar la trama apela más al sentimentalismo que a la verdadera reflexión sobre los nuevos modelos de familia. Hay que saberle perdonar a El banquete de bodas cierta falta de perspectiva, algo que ha envejecido la película pese haberse realizado solo 20 años atrás. Aunque el Lee más brillante hace acto de presencia: la escena en la que Simon limpia los labios de Wai-Tung después de besar a su 'mujer' da cuenta de esa comedia tronchante que El banquete de bodas no es, bien por no herir sensibilidades, o bien, y el blog se inclina por esta teoría, por no renunciar a la inter y multiculturalidad no tanto de sus personajes sino de su público. Y es aquí donde El banquete de bodas, aunque con reservas, cumple todos sus objetivos al convertirse en una de las primeras obras del queer cinema de alcance internacional, y por lo tanto muy útil de cara a la visualización y normalización de la homosexualidad en América, Asia y Europa.


Nota: 6

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