A juzgar por el poco cine islandés que este blog ha tenido ocasión de ver, todo indica que los islandeses consideran que viven en uno de los lugares más bellos pero también más aburridos del mundo. El pesimismo se acentúa si los protagonistas, como sucede en Órói (Jitters), son unos adolescentes de dieciséis años que no saben qué hacer con sus vidas. La película sucede en verano pero, cosas del norte, todos llevan chaqueta. Gabriel regresa a la isla helada tras su estancia en Londres en un viaje para mejorar su inglés. En Gran Bretaña conoció a Markus y una noche el equilibrio se rompió cuando ambos se besaron. Gabriel vuelve a encontrarse con su posesiva madre y con sus amigos, pero en sus adentros nada es lo mismo. Órói (Jitters) sigue a esa pandilla de colegas unidos por estar en la edad del desencanto, el momento en el que todo parece transitorio y en el que irse de casa de los padres es casi una necesidad. Donde otros enfocan la homosexualidad en la adolescencia desde el rechazo o la exploración, la película prefiere detenerse en sus personajes secundarios y dar espacio a todos los amigos de Gabriel. En este sentido, el film se queda varios pasos por detrás del riesgo y la certeza de películas como Fucking Amal. Todo es excesivamente manido. El corazón dramático de la obra (la condición sexual vivida en silencio), que prometía ser el motor de la trama, acaba ocupando una posición anecdótica en el conjunto de la historia. Y el problema es que las otras líneas argumentales que merecen la atención del director no son demasiado novedosas: parejas juveniles, problemas familiares, noches de borrachera, titubeos con las drogas, búsqueda de la identidad y la rutina de las primeras experiencias laborales. La película vuelve a ganar enteros en la última escena, pero por el camino deja demasiados cabos atados como lo haría una película adolescente para adolescentes de sábado por la tarde. Al final la muchachada isleña no dista demasiado de la nuestra: aquí los nórdicos se marcan una Mentiras y gordas más austera, menos pasada de vueltas, pero al fin y al cabo igual de intrascendente. Aunque... si una cinematografía tan pequeña como la islandesa que estrena pocos títulos al año dedica una de sus películas a la realidad homosexual presente entre sus 350.000 habitantes el dato ya es significativo: he aquí la verdadera diferencia.
Nota: 5'5
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Una lástima pq de entrada la premisa prometía ser interesante...
ResponderEliminarA mí si me gustó esa película, está bien para ser una película islandesa. Además el soundtrack es muy bueno.
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