El Diccionario de la Real Academia Española define 'pudor' como 'recato o modestia', y en su versión en desuso 'mal olor, hedor' (la acepción que conserva el catalán). La doble posibilidad semántica de la palabra fue utilizada por el escritor Santiago Roncagliolo en su libro Pudor, obra que hace cinco años adaptó al cine la pareja de hermanos David y Tristán Ulloa, este último conocido por su trabajo como actor en películas como Lucía y el sexo o Un buen hombre. Pudor es la historia de una familia cuyos miembros tienen la mala costumbre de callarse todos sus secretos y sentimientos. Cada miembro forma parte de un todo que se intuye irrespirable: la madre mantiene encuentros con otros hombres en cafés, el padre calla una enfermedad que lo matará en apenas dos meses, la hija no confiesa su homosexualidad y el hijo pequeño juega a ver fantasmas desde que su abuela muriese. Una película cruda con unos personajes que pasean un peso invisible pero palpable en sus espaldas. Los hermanos Ulloa demuestran estilo al crear una atmosfera acorde con la trama, con un montaje muy medido y una fotografía que aprovecha los paisajes grisaceos de esa ciudad tan bonita, aquí escenario del drama, que es San Sebastián. Se nota que quien dirige también actúa porque Pudor se define por un rotundo acierto de casting de todos sus actores: Elvira Mínguez fue premiada en el Festival de Málaga, Nancho Novo siempre será un actor a reivindicar y los niños superan en verdad e intensidad a muchos adultos. También aplaudo el humor negro muy sutil que recorre la historia: el film se abre y se cierra con dos muertes en un piso que según la madre 'huele mal', en el que encontramos una araña enjaulada en un bote de cristal y en el que un cuaderno infantil puede esconder frases reveladoras. Lo único cuestionable del film es su hermetismo narrativo, a veces no justificable ni tan siquiera para dar voz y forma al silencio de los personajes. Por eso Pudor resulta una película poco agradecida, un tanto hosca, poco pulida. No juega a su favor el hecho de querer abrir muchos frentes narrativos que luego o bien no se cierran o bien no se desarrollan del todo: algunas frases o actitudes de los personajes resultan cuestionables, prueba de que los hermanos Ulloa, con tal de subrayar conceptos o dotar de cuerpo a la historia cargan en demasía las tintas del relato. No es una película fácil, ni tan siquiera amable, pero tampoco debe serlo. Su espesor asustará a los no acostumbrados a un cine español de autor, y sus rugosidades se ganarán el recelo de la cinefilia más exigente. Por eso no es tarde para reivindicar Pudor, una película que no es perfecta, con personajes harto imperfectos, y aún así una de las óperas primas españolas más apreciables de los últimos años. Si les gustó After de Alberto Rodríguez (no por casualidad protagonizada por Tristán Ulloa) no deben perdérsela.
No la había visto, pero después de tu crítica creo que me animaré.
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