Un simbólico cuervo se posa en un árbol al inicio de Elena. Un mal presagio que nos introduce en una casa que despierta. Elena cierra el despertador, se levanta, abre las cortinas de su cuarto, va al baño y empieza a preparar el desayuno. A la vez, el espectador va tomando consciencia del espacio y empieza a preguntarse quién es esa señora que Andrei Zvyagintsev filma con tanta atención. Elena esconde varios relatos, todos ellos asociados a un espacio diferente. La mujer que vemos no es un ama de casa normal y corriente. Tampoco una esposa en el sentido estricto. Es madre y abuela, aunque sus funciones como tal son algo peculiares. La película es un viaje de la Rusia bienestante a la marginal, el mismo trayecto que realiza Elena en tren para visitar a sus familiares. Y al final todo lo que le ocurre a Elena resulta bastante ambiguo: podría ser la víctima de un relato sobre diferencias sociales, funciona como una santa que media sin éxito entre su segundo marido y su hijo, en el fondo es una criada que no tiene nada, e incluso podría ser una arribista que se aprovecha de unos y de otros para asegurarse una vejez tranquila a nivel económico. Tras la extraordinaria El regreso, acercamiento a una paternidad extraña que acababa en muerte, Zvyagintsev nos vuelve a introducir en una historia cruda de personajes que tienen mucho que esconder.
Desde esta parte del globo es difícil adivinar si Elena esconde un discurso sociocultural muy centrado en la Rusia de hoy en día, pero su poder metafórico llega intacto. Zvyagintsev viene a exponer la inflexibilidad de quienes tienen dinero y laceran con su látigo a los más desfavorecidos; a la vez que nos describe de una forma despiadada una clase social sin recursos, al borde de la marginalidad, el deshaucio y la incultura, o lo que es lo mismo, sin asideros morales ni materiales, sin perspectivas de futuro ni verdaderas ganas de ascender en la escala social. Hay, por lo menos se intuye, una simbólica representación de la Rusia comunista que no se ha adaptado a los tiempos capitalistas, unos por miedo, y en el caso de la película por pura desidia. Personajes miserables, unos y otros despreciables, víctimas o verdugos según se mire.
Desde esta parte del globo es difícil adivinar si Elena esconde un discurso sociocultural muy centrado en la Rusia de hoy en día, pero su poder metafórico llega intacto. Zvyagintsev viene a exponer la inflexibilidad de quienes tienen dinero y laceran con su látigo a los más desfavorecidos; a la vez que nos describe de una forma despiadada una clase social sin recursos, al borde de la marginalidad, el deshaucio y la incultura, o lo que es lo mismo, sin asideros morales ni materiales, sin perspectivas de futuro ni verdaderas ganas de ascender en la escala social. Hay, por lo menos se intuye, una simbólica representación de la Rusia comunista que no se ha adaptado a los tiempos capitalistas, unos por miedo, y en el caso de la película por pura desidia. Personajes miserables, unos y otros despreciables, víctimas o verdugos según se mire.
Zvyagintsev no tiene piedad ni recato: filma a corazón abierto, dejando que nosotros seamos testigos del largo viaje de Elena, del trayecto que realiza su marido de casa al gimnasio, o de la huida del nieto de Elena hasta un descampado cercano a una central nuclear donde tiene lugar una brutal pelea entre bandas. Zvyagintsev confirma su maestría: su cine tiene mucho de Tarkovsky y Kieslowski, es un animal que agoniza y expulsa sangre, y sus imágenes sacuden al espectador. El director cumple las funciones de cineasta y de movedor de conciencias. Con Zvyagintsev da la impresión que lo más importante está en lo que no se cuenta, o en los procesos que llevaron a los personajes y a la trama hasta el lugar donde el cineasta empieza a filmar. Precisamente este hecho obliga el espectador a pensar y a sentir en primera persona el aire contaminado de una Europa oscura, la misma, por ejemplo, que filmaba Cristian Mungiu en 4 meses, 3 semanas, 2 días.
Cine social que no renuncia a la poesía, aunque su lírica esté entre lo más feo de la sociedad, sin que por ello su estilo se entienda como feísta. Por eso la amenaza de un nuevo cuervo a punto de posar en el árbol cercano al balcón del piso de Elena sella a la perfección el relato: al igual que el recurso visual de Zvyagintsev (empezar y acabar la historia con el mismo plano, uno en amanecer, otro con la luz del ocaso), el film tiene una estructura circular en lo temático. Pero en el último fotograma el cuervo está ausente aunque podamos sentir su aliento y el revolotear de sus alas. Zvyagintsev termina con la posibilidad, nunca la certeza, de que todo vuelva a seguir igual. Elena ya no empezará más su periplo matinal de despertar y servir ante nuestros ojos espías, pero sí lo hace en la memoria del espectador, o en nuevos y necesarios visionados de la cinta. Por su belleza, por su tristeza, por su compromiso y por la gran interpretación de Nadehna Markina, Elena tiene suficiente fuerza para aguantar hasta final de año como una de las mejores reflexiones y experiencias cinematográficas del 2012.
Hola! Desde el blog The World Is Yours se nos ha ocurrido que, para completar la magnífica idea de la Maratón Blogger 2012 de nuestro amigo Sebas Nadillo, estaría bien que todos los que hemos participado en ella votáramos sobre nuestro Top 10 de pelis favoritas. El resultado de las votaciones lo publicaríamos este próximo lunes (el día siguiente de finalizar la Maratón), por lo que tenemos este fin de semana para votar.
ResponderEliminarOh suena estupenda, ya la tengo bien apuntada.
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