¡Qué seria es la comedia! Prueba de ello es que los cineastas habituados a las historias cómicas son capaces de construir grandes dramas, pero que no todos los maestros de lo dramático saben mover con astucia los hilos de la buena comedia. Hay que tener muchas agallas para querer hacer reir, y mucha maestría para saber hacer reir. La última comedia indie norteamericana se ha empeñado en retar la base de la comedia, diluyendo en muchas ocasiones la frontera entre lo que resulta gracioso y dramático. Por una parte resulta imposible hacer una comedia en el sentido estricto del término: si el cine retrata la vida, y el drama emana de esa vida, la comedia se queda como un género satélite, históricamente menor, objetivamente más difícil de emprender con éxito (por eso la comedia sin resquicios es la que nace del absurdo o del cartoon, totalmente desvinculada de las leyes de lo verosímil). Y por otra, la primacía comercial de las comedias adolescentes y títulos pseudorománticos ha obligado a los autores inconformistas que no quieren seguir los cauces habituales del cine academicista a inventar un nuevo concepto de comedia, a riesgo de que esa nueva manera de entender lo cómico acabe siendo sumamente dramática. El resultado ha sido una comedia casi siempre urbana, actual, muy suspicaz, con una intencionalidad crítica y una narrativa ágil para adaptarse a las necesidades del público contemporáneo. Durante los últimos años se han estrenado infinidad de new comedies, muchas influidas por la mecánica de sitcoms televisivas. Ha habido un intento por ver lo típicamente dramático desde una perspectiva más liviana, y eso ha llevado no tanto a cambiar la comedia en sus temáticas sino en su modo de enfocar dicha temática: un ejemplo de ello podría ser la serie The Big C, en la que algo tan trágico como el cáncer es visto desde una lente cómica que deforma el drama, pero sin renunciar a él. Eso justificaría la idea de que la nueva comedia nace de una ruptura, pero en parte es continuista. El gamberrismo atribuido a la comedia indie, por lo tanto, no sería tal, y solo atañería a una revolución en lo formal, no en lo narrativo.
En los últimos años se ha defendido, en resumen, una errónea homogeneización de la comedia indie, entendida en paralelo a otra comedia de ámbito popular y mayor intrascendencia. Muchos han hablado de 'la comedia indie del año', etiqueta bastante habitual que se ha convertido en una moda y en una imposición. Porque la nueva comedia tiene cierto componente burgués, un ligero toque de esteticismo barato, un aire más 'modernillo' que moderno. Así que en lo personal me gusta hablar de comedias, y no de comedias indies, como si este segundo término fuera un cajón de sastre donde tendrían cabida todas aquellas propuestas que quieren hacer reir a un público supuestamente adulto. Eso me obliga a situar a La boda de mi mejor amiga más cerca de American Pie que de otras propuestas indies, aun entendiendo que dicha película se distancia de la famosa saga adolescente. También pongo en duda las revoluciones atribuidas a Pequeña Miss Sunshine o Juno, quizás porque entiendo que bajo el auspicio de la comedia rompedora lo que verdaderamente se construye son defensas de la familia tradicional. Y con todo, el auge de la comedia en los últimos Oscar quizás no demuestre un giro en los gustos de quienes votan, sino más bien un ánimo por recompensar a aquellos que han sabido contar lo mismo pero de otra manera, sin que a priori se note la moral y política implícita de sus historias e imágenes.
Todo lo dicho no deja de ser un discurso antiquísimo sobre los difusos límites entre los géneros y subgéneros artísticos. Y en parte debe entenderse la situación de la comedia norteamericana en toda su profundidad para entender y relativizar los posibles aciertos y errores de una propuesta como Young Adult. Al principio de la película se construye un nuevo juego de espejos deformados: una escritora de éxito es en realidad una mujer frustrada y solitaria, pese a sus cuarenta años se comporta como una cría, su vacío existencial le lleva a emprender una aventura de lo más descabellada e infantil... De nuevo tenemos el típico discurso de que las apariencias engañan, un ejercicio de imposibles al intentar que el personaje protagonista inspire simpatía pese a sus palabras cortantes. El espectador se sitúa en terreno conocido porque sabe que va a asistir a una dilapidación de las convenciones (todo en Young Adult es disfuncional) y a una posterior defensa de lo criticado, con lo que la rebeldía inicial acaba en paradoja, por no decir en hipocresía (realmente todo el relato bascula sobre las ganas del personaje por tener un marido y un hijo, una familia normal como la que observa en ese antiguo novio de instituto). Y obviamente, la resolución final no puede ser feliz, aunque los lazos entre guionista y espectador, que sienten una inexplicable atracción por el inconformismo de la protagonista, llevan a enfocar lo expuesto como un 'viaje físico' y un 'viaje emocional', un 'reencuentro' y al mismo tiempo un 'punto de partida', al fin y al cabo una 'segunda oportunidad' encaminada a rehusar lo excéntrico y abrazar lo anhelado, que para colmo concuerda con lo socialmente aceptado y entendido como normal.
Uniendo lo anterior, no hay duda de que Young Adult es una película construida a partir de un molde. Todo en ella resulta ligeramente previsible, sin que ello reste fuerza a la interpretación de Charlize Theron. La metáfora del título es demasiado evidente. Y aún así, no hay que perder de vista que su responsable es Jason Reitman, el mejor director de entre todos los autores que la crítica especializada ha ensalzado como prepulsores de la nueva comedia norteamericana. También destaca el hecho de que Young Adult sea más dramática que cómica. Reitman, por lo tanto, entiende que la comedia es muy seria, y eso salva a Young Adult del ridículo de la parodia o sátira burda. Esperábamos mucho más del responsable de Up in the air y Gracias por fumar, quizás las dos mejores comedias indies de la década pasada (porque, estas sí, son comedias y son indies). Algo que sitúa Young Adult entre lo peor de su filmografía, y aun así un peldaño más arriba de otras películas análogas: en su contra hay una estructura de tesis simplista, y a su favor una melancolía ligada a un retrato generacional. ¿No será Young Adult la hermana cachonda de Little Children, o será que la aparición de Patrick Wilson en ambas me lleva a establecer una falsa relación? ¿No es un error que los padres del personaje no tengan más peso en la trama? En todo caso, Revolutionary Road, Junebug y otras han retratado de forma más sólida esos adultos que no han sabido o no han podido madurar. Y curiosamente todos ellos son dramas.
Nota: 6
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Muy buen análisis sobre el territorio de la comedia y el carácter de la comedia "indie". Yo creo que la comedia indie no es una comedia al uso, desde luego esta película tiene muy poco, pero que muy poco de comedia. De hecho practicamente no es que no haga reir sino que ni siquiera sonreir.
ResponderEliminarNo me queda claro leyéndote porque la película te parece menor, estando de acuerdo en ello, yo señalo que el ritmo náufraga a partir de la media hora y que las relaciones entre los personajes no es verídica, quizá sea porque el principal se come a los secundarios.
Un saludo
Yo reí mucho en viendo Young Adult, aunque fuese el único de la sala. Los disparates de Mavis me divirtieron tanto como la interpretación que nos regala Theron... y a diferencia de lo que comentas, creo que Young Adult está varios peldaños por encima de Up in the Air, que caía en un final tópico y fácil.
ResponderEliminarEl final de Young Adult también es agridulce: está bien que intente escaparse de cualquier cliché, pero parece que toda la película (y especialmente el final) es una excusa para mostrar lo que no nos esperamos, sea creíble o no.