No se dejen engañar por la silueta animada de los personajes de Arrugas. Esta es una historia triste, real como la vida misma, retrato precioso de las complejidades de la vejez. Y sobre todo adulta, porque ya va siendo hora que el cine de animación llegue a otros públicos y se acerque a todo tipo de temas. Chico y Rita dio el primer paso al ser la única nominada al Oscar a la mejor cinta de animación no protagonizada por animales, seres imaginarios y otros bichejos. Arrugas suma y sigue, y no por casualidad estamos ante otro título español también excelente. Ni 3D ni efectos especiales ni ilustraciones elaboradas: aquí el verdadero protagonista es el sentimiento, que no el sentimentalismo. Porque la historia de Emilio, un anciano que entra en una residencia de ancianos con un principio de Alzheimer, se parece a la historia de otros tantos abuelos de carne y hueso, los nuestros, los de nuestros vecinos o los adultos que seremos el día de mañana. Como siempre ocurre en la vida real, y como no suele ser habitual en el cine, en Arrugas no hay ni buenos ni malos sino personas con sus motivos y sus circunstacias. El hijo y la nuera de Emilio no son los malos de la función por dejar al mayor de la familia al cuidado de otros. Miguel, el compañero de aventuras y habitación de Emilio, es un ser pícaro y sensato, juguetón y extrañamente lúcido pese a su edad. El conjunto de cuidadores, médicos y personal de la residencia son retratados desde la cotidianidad y la humanidad. Y en los 80 minutos de Arrugas no sucede nada excepcional, aunque tal vez lo más fascinante sea ver el paso del tiempo, las arrugas de los rostros, la torpeza de los cuerpos envejecidos, la importancia de unos recuerdos que ganan terreno a un presente que se olvida.
Si es verdad que hacerse mayor implica en parte volver a la niñez, Arrugas nos devuelve a un cine puro, sin artificios ni edulcorantes, preocupado en ser fiel al cómic de Paco Roca y totalmente liberado de cualquier presión comercial. Lo que el cine en general y el de animación muy especialmente debería ser. Así que no se extrañen si después de verla lloran, si sienten unas ganas indescriptibles por saber de sus familiares, o si la consideran una película enorme pese a su pequeñez formal. Arrugas tiene ese nosequé especial que es imposible de describir con palabras. Los Goya la han revitalizado y si se hace justicia aún le queda un larguísimo camino de éxitos y premios. Mucho tendrán que cambiar las cosas para que en el cómputo final del cine de este 2012 Arrugas no sea la mejor película de animación, incluso una de las mejores películas en general, sin distinción de géneros o nacionalidades. Que la vejez no sea un tema tabú: existe, y películas como Arrugas educan y se agradecen. Imprescindible.
Le sigo la pista, compa Xavier, desde que se estrenó, pero a mi ‘pueblo’, como bien puedes suponer, no ha llegado, con lo cual tendré que esperar a otros soportes para poder verla. Con muchas ganas, por cierto…
ResponderEliminarUn abrazo y buena semana.