Sin spoilers.
Gracias a Breaking Bad y sobre todo a The Walking Dead y Mad Men la AMC norteamericana ha demostrado ser la gran alternativa en el panorama seriéfilo. Tras unos años de reinado absoluto de la ABC, la resurrección de la HBO o la reivindicación de productos de Showtime como Weeds o Dexter, la AMC ha conseguido que los publicistas de Sterling Cooper vengan monopolizando los Emmy y Globos de oro desde hace cuatro años. Hablamos de series que gozan del beneplácito de la crítica y que en Norteamérica no figuran entre las preferencias de la audiencia. Curiosamente, lo que los norteamericanos consumen mediante televisión por cable y canales de pago acaba siendo en Europa parte de esa televisión popular pero desconocida que en su origen sólo va dirigida al fanático de turno. Incluso en España todas estas franquicias quedan relegadas a un papel secundario dentro del circo de canales de la TDT: El mentalista, House o CSI, tramas sin apenas continuidad y con clara fragmentación episódica, son los únicos títulos que gozan de una exhibición estable en abierto, y que en la mayoría de casos se convierten en el buque insignia de la televisión que las acoge (aquí citaríamos a La Sexta, Cuatro y Telecinco respectivamente). En definitiva, hablamos de series que se disfrutan desde los submundos de la red, que copan las reseñas de los analistas y que paradójicamente no forman parte de la cultura general del espectador europeo prototipo (recordemos que la española Águila Roja reúne a más de seis millones de televidentes cada lunes por la noche). Sucede que todo el mundo sabe qué serie es Mad Men, se sabe que es buena o al menos se conoce qué dicen de ella los críticos entendidos, incluso muchos sabrían trazar un mínimo argumento de la historia, pero a la hora de la verdad se habla mucho y se ve muy poco. Se produce un claro desequilibrio entre lo que se consume y lo que se entiende como quintaesencia del medio televisivo. Algo que afecta a las series pero también al cine. De aquí la importancia de blogs como este, porque invitan a que el dicho pase a ser hecho. Y otra vez es gracias a un producto sacado de la chistera de la AMC: The Killing.
Gracias a Breaking Bad y sobre todo a The Walking Dead y Mad Men la AMC norteamericana ha demostrado ser la gran alternativa en el panorama seriéfilo. Tras unos años de reinado absoluto de la ABC, la resurrección de la HBO o la reivindicación de productos de Showtime como Weeds o Dexter, la AMC ha conseguido que los publicistas de Sterling Cooper vengan monopolizando los Emmy y Globos de oro desde hace cuatro años. Hablamos de series que gozan del beneplácito de la crítica y que en Norteamérica no figuran entre las preferencias de la audiencia. Curiosamente, lo que los norteamericanos consumen mediante televisión por cable y canales de pago acaba siendo en Europa parte de esa televisión popular pero desconocida que en su origen sólo va dirigida al fanático de turno. Incluso en España todas estas franquicias quedan relegadas a un papel secundario dentro del circo de canales de la TDT: El mentalista, House o CSI, tramas sin apenas continuidad y con clara fragmentación episódica, son los únicos títulos que gozan de una exhibición estable en abierto, y que en la mayoría de casos se convierten en el buque insignia de la televisión que las acoge (aquí citaríamos a La Sexta, Cuatro y Telecinco respectivamente). En definitiva, hablamos de series que se disfrutan desde los submundos de la red, que copan las reseñas de los analistas y que paradójicamente no forman parte de la cultura general del espectador europeo prototipo (recordemos que la española Águila Roja reúne a más de seis millones de televidentes cada lunes por la noche). Sucede que todo el mundo sabe qué serie es Mad Men, se sabe que es buena o al menos se conoce qué dicen de ella los críticos entendidos, incluso muchos sabrían trazar un mínimo argumento de la historia, pero a la hora de la verdad se habla mucho y se ve muy poco. Se produce un claro desequilibrio entre lo que se consume y lo que se entiende como quintaesencia del medio televisivo. Algo que afecta a las series pero también al cine. De aquí la importancia de blogs como este, porque invitan a que el dicho pase a ser hecho. Y otra vez es gracias a un producto sacado de la chistera de la AMC: The Killing.
Es sintomático que se empezase a hablar de The Killing cuando nadie o casi nadie la estaba viendo. De nuevo sabíamos de su existencia pero no podíamos comprobar las palabras entusiastas de los periodistas. Y siguiendo el penoso procedimiento habitual, The Killing empezó a emitirse con cierto retraso en el prime time de La Sexta para luego quedar relegada a la franja horaria de madrugada. Ello no solo es una maniobra irrespetuosa con el seguidor que ya se había enganchado a la serie (mi caso, por ejemplo), sino una mecánica de falsa moral publicitaria: una cadena que juega con los horarios de emisión y que mutila sus adquisiciones 'de calidad' no puede utilizar en sus logos consignas como 'amamos las series' o similares. La política de los programadores va a la contra de la de los creadores. En Norteamérica la 'venta', 'visionado' y 'distribución' de una serie son fundamentales, mientras que aquí en España un canal como Antena 3 decide prescindir de Gran Hotel, su producción más cara, para no competir con el partido de fútbol de turno. Esta es la triste realidad y la eterna paradoja, porque nadie tiene voz en los corrillos de cafés y reuniones si no sabe qué tal es la nueva temporada de tal o qué opina del nuevo giro argumental de cual. De nuevo, una situación que no tiene fin y que se ha cobrado multitud de víctimas. No es que la televisión sea mejor que el cine, sino que esa televisión que puede competir con las películas la vemos en el ordenador, porque no se emite en su medio original o bien porque de emitirse los responsables de cada canal no garantizan la fidelidad hacia su serie. La búsqueda del 'pico de share' conlleva que las cadenas sólo vean en las series extranjeras la posibilidad de uno o dos días de buena audiencia. La culpa sin duda es del propio televidente, que ve sin mirar, o no selecciona con atino lo que ve. También de los directores de las cadenas, que potencian la división de una audiencia de clase A y otra de clase B. Pero, ¿realmente The Killing es televisión indie, y por ello entiéndase sesuda, difícil, inaccesible? ¿no será The Killing mejor e incluso más entretenida que CSI?
The Killing tiene la inteligencia de dirigirse a un target muy amplio. La premisa criminal no es nueva, pero con el paso de los capítulos se desvela muy interesante. La forma es la de siempre, reconocible para 'el gran público', pero el contenido, si uno desea profundizar y rascar la mugre que recubre el epicentro del misterio, es de una complejidad asombrosa. A medida que la policía Sarah Linden va investigando la muerte de Rosie Larsen van saliendo a la luz aspectos que complican el caso y que incumben a todos. Así, la muerte de una en apariencia inocente joven de 17 años acaba destapando la soledad de su madre, el pasado turbio de su padre, la discutible vida de su tía, los secretos de su profesor, la posibilidad de una policía corrupta o las miserias de un político en campaña electoral. The Killing habla de la familia, de educación y de política, o lo que es lo mismo, la desaparición de Rosie Larsen viene a trastocar todos los estamentos y jerarquías de un Seattle siempre gris, con un cielo que amenaza lluvia, que parece representar el luto de sus personajes y que también esconde la atroz verdad. La búsqueda del asesino no pierde de vista a los protagonistas, que son las piezas del tablero de la trama. En este sentido, es especialmente significativo el capítulo número 11, en el que parte de la vida anterior de la policía queda desvelada, anticipando que la resolución de la línea argumental principal no será ni cerrada ni mucho menos fácil. De aquí que el final abierto de la primera tanda de episodios solo satisfaga a los que sepan ir más allá de la superficie (y de aquí su inclusión en esa televisión de serie B, mejor pero invisible): la duda, que es el motor de toda la serie, acaba siendo mucho más poderosa y terrorífica que la posible verdad. Contar sin mostrar, decir a la vez que se calla o reformular todo el metraje a partir de una magnífica vuelta de tuerca en el último minuto del último capítulo. No basta con encender la pantalla y dejarse llevar: The Killing no conquista desde el primer momento pero acaba obsesionando. La pregunta de la frase promocional 'Who killed Rosie Larsen?', con ecos a la Laura Palmer de Twin Peaks, es más poderosa que la respuesta. Nada que ver con las populares (y para quien esto escribe insufribles) Bones o The Big Bang Theory.
Tardábamos en comentar que The Killing es un remake de Forbrydelsen, la serie danesa más premiada en años. Desconozco las relaciones que comparten entre ellas, pero parte de la frialdad, tanto estética como en un principio narrativa de The Killing podría ser herencia de la premisa nórdica. La cuestión es que The Killing es totalmente diferente a cualquier serie actual y merece una segunda oportunidad. Su primera temporada forma una unidad, e incluso no podríamos reprochar nada si la serie terminase con esos puntos suspensivos tan estimulantes. Habrá segunda parte, y es de esperar que sea mucho más apasionante: hecha la descripción de los personajes, sólo queda indagar en lo más oscuro de sus deseos y motivaciones. Una serie potente que se ha vuelto imprescindible por contexto: no hay ningún título de la actual temporada 2011-2012 que haya llamado tanto la atención. Es una lástima que no forme parte de ese cánon televisivo impuesto por las cadenas mayoritarias. Pero a veces está bien recordar que la mayoría está claramente equivocada: hay una realidad televisiva mucho más compleja, con una carga de subversión y provocación sumamente atractiva, de la que The Killing es ya una de sus más ilustres representantes.
Nota: 7'5
Muy buen análisis... me ha abierto el apetito para dejarte algunos comentario o reflexiones:
ResponderEliminar- No puedo con Mad Men. Me he visto la primera temporada al completo por la "presión social" y no puedo sino reconocer que está muy bien hecha y es una serie de calidad, pero no logro conectar con ella... creo que es como esas cosas que deben ser muy buenas, pero que no me gusta, como el brócoli, debe ser sanísimo, pero no me apetece demasido.
- En este sentido creo que AMC es mejor haciendo series "populares" tipo Walking Dead que series "serias": aquí me parece que gana la HBO por goleada: Mad Men no creo que resiusta ni un asalto ante obras maestras como Treme o The Wire... pero nuevamente es una opinión subjetiva.
- ¿que tiene que ver Big Bang Theory? quiero decir, entiendo que metas a Bones, que al fin y al cabo es policiaca, como contrapunto para comparar con The Killing, pero Big Bang. (Por cierto, soy fan absoluto de Big Bang, pero no creo que sean comparables: son formatos distintos (escasa continuidad argumental entre episodios, capítulos de 23 minutos en vez de 45,...) y temáticas distintas (comedia de situación).
- Me gusta muchísimo The Killing (la primera temporada que es lo que he visto). De hecho cuando vi los dos o tres primeros episodios pensé: es como Twin Peaks pero sin tanta tontería esotérica y paranormal (que a la postre es lo que estropeó Twin Peaks).
- No obstante lo anterior, por hacer de abogado del diablo, voy a ponerle dos peros: uno es que aunque está muy bien acabar cada capítulo en un cliffhanger con un giro argumental en el último minuto, cuando esto lo haces en todos y cada uno de los capítulos y en la mayoría de ellos te cambia el sospechoso de turno del whodunnit para apuntar a otro, te empieza a cansar. Y dos: su principal pero es que es una copia de la serie danesa: sí es una copia muy fiel y muy buena, sí, es una compia que a veces incluso mejora al original, pero es que ese es su gran punto débil: es una copia... ya estaba hecho.