Es innegable que J.J. Abrams tiene talento y que su Super 8 es un homenaje al cine de los 80. En el film viven Los Goonies o La historia interminable, pero sobre todo el cine de Spielberg y E.T.: El extraterrestre, La guerra de los mundos o Parque Jurásico. Abrams ha destapado el niño que lleva dentro para crear su historia y sólo pide que los espectadores vuelvan a su infancia para disfrutar de la película. En Super 8 ocurren muchas cosas, y entre suceso y suceso espero que haya algún fundido en negro y música estridente como en los capítulos de Perdidos, o bien que entre esos rollos de película antigua se cuele algún logo de Dharma. Lo que sí queda es esa sensación de que Super 8 es en verdad una serie de televisión de al menos una temporada concentrada en poco menos de dos horas: de ahí que se agolpen tantas cosas, que haya tantos personajes, que muchas tramas funcionen en paralelo hasta llegar la resolución dramática. Si Perdidos tuviese ese formato, la historia resultaría ridícula, y en parte es lo que sucede con Super 8: me gustaría sentirme de esa pandilla y disfrutar con sus rodajes mientras el mundo da señales de irse abajo, y en parte siento que eso sólo se lograría con el mayor tiempo, con la precisión casi mastodóntica que encierra el guión de un producto televisivo por entregas. Abrams dijo en relación a Perdidos que sabía lo que quería contar, pero no el tiempo que emplearía para ello. Maravilla pensar que Abrams es capaz de sacarse de su chistera historias tan interesantes y desarrollarlas a su antojo. Con Super 8 demuestra dominar el cine de catástrofes (excelente explosión del tren y posteriores escenas), se corona el rey del macguffin (esas mujeres y perros desaparecidos, esas charlas militares que al final no llevan a ningún sitio), y sobre todo se autoproclama un niño grande que hace las películas que quiere ver a imagen y semejanza de aquellas que vio y le obsesionaron de crío. Es ese espíritu blanco, nostálgico, aniñado, lo que salva a Super 8: realmente toda la historia que esconde el film no es ni espectacular ni revolucionaria, y algunas trampas argumentales no tienen demasiado sentido. El final no es del todo satisfactorio, y para eso está El caso, historia paralela en los títulos del crédito, que nos vuelve a recordar la verdadera esencia de Super 8. Una película para los que en algún momentos quisieron ser los héroes de sus vidas, los protagonistas de un cuento de aventuras: eso la ha convertido en un taquillazo veraniego, capaz de entusiasmar a padres e hijos, también al abuelo Spielberg. Un film curioso que se aprovecha de los avances del cine del S. XXI para contar una historia que perfectamente hubiera podido nacer en otra época. No es una obra maestra, pero vale la pena dejarse llevar por el torbellino de pistas, despistes, sospechas y personajes dispuestos como fichas en un tablero de ajedrez por el señor Abrams. Un blockbuster dignísimo.
Nota: 6'5
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Yo la disfrute como un crío.
ResponderEliminarComparto en resumen tu opinion, esperaba mas de ella pero creo que esta por encima de la media.
ResponderEliminarCine con un sabor a las peliculas ochenteras de Spielberg como E.T. y Encuentros en la tercera fase, y con mucho de Los Goonies.
No terminó de convencerme porque esperaba mucho de ella, pero si me hizo pasar un buen rato y la recomiendo.
Para mi un 7.5.
Saludos.
Kasko.