A Miguel, el fan del cine de terror
Ciertos géneros cinematográficos dependen en un porcentaje bastante elevado del bagaje y los gustos de la audiencia. No hablamos del drama o la comedia, etiquetas totalmente delimitadas, definiciones que todo el mundo entiende como antónimas y que de alguna manera son comunes a todas las historias y a todos nosotros. A partir de ese drama y de esa comedia se articulan todos los demás géneros, como si estos fueran satélites o ramas secundarias de los anteriores. Es fácil acceder a una comedia o entender un drama, y por defecto las historias que juegan con ambas y que son rebautizadas como 'comedias dramáticas', 'tragicomedias' o 'comedias negras'. Pero no ocurre lo mismo con el western, género que por mucho que me esfuerce está regido por unos principios estéticos y narrativos que no siento como propios, y por no resultar cercanos sus películas, salvo contadas excepciones, no suelen emocionarme. Lo mismo me ocurre con la ciencia ficción: hay clásicos que no me atrevería a poner en duda y que disfruto como el auténtico fanático del género, pero a la hora de la verdad prefiero que me cuenten cosas verosímiles en contextos reales. El terror, ya sea suspense o casquería pura y dura, es diferente. Mi padre creció con Ford y Wayne y el lejano oeste le resulta muy familiar; a alguien que nació en los 90 le resulta cercano el terror juvenil de Scream, el visionado clandestino y el impacto inicial de El proyecto de la bruja de Blair o Jeepers Creepers, el suspense de los mejores títulos asiáticos que popularizó el Festival de Sitges. Por eso disfruto como un enano con las cintas ultraviolentas del nuevo cine francés, Tarantino o barbaridades sólo presentes en la red como Eden Lake. Todo esto era un excusa para decir que I spit on your grave (o sea, chica en un lugar desconocido que es atacada por unos extraños de los que posteriormente se venga) tenía todos los ingredientes para gustarme. Desgraciadamente no ha sido así. Y no porque la historia sea obvia, una más de acecho y derribo sádico. I spit on your grave no sabe crear la intensidad de los títulos que imita. Durante una hora y media esperamos a que la historia 'vaya al grano', y realmente cuando entra en materia resulta revelarse como el recital de pringue rojo que queríamos. Pero por el camino hemos dejado la construcción de personajes, el uso de la cámara y los efectos especiales para crear un clímax, una atmófera. Películas como I spit on your grave, pese a mi amor por todo lo malsano, aunque me divierta la política del ojo por ojo, no dejan de ser fast food de gusto alterado y fácil digestión, una atracción de feria en la que la adrenalina sólo se activa durante los dos minutos que el tren de la bruja está en marcha. Así que aunque después de verla me sienta saciado, debo darme cuenta y criticar la mala calidad del menú. Y volviendo al binomio de drama-comedia, algo ocurre cuando I spit on your grave, antes de que el maltrato resulte irónico, me causa risa cuando no debería: resigo los pasos de la joven protagonista sabiendo lo que le ocurrirá a continuación, y me mofo al ver que todo sucede según lo previsto. Vaya: I spit on your grave acaba siendo una mala película, sean cuales sean los gustos de los espectadores. Si no tienen sensibilidad (o mejor dicho, resistencia estomacal) hacia los títulos de terror gore, ni se acerquen. Si les va la marcha, puede que pasen el rato (así, ni 'bueno' ni 'malo'), pero muy conscientes de estar lejos del cine en mayúsculas, incluso del buen cine de terror.
Ciertos géneros cinematográficos dependen en un porcentaje bastante elevado del bagaje y los gustos de la audiencia. No hablamos del drama o la comedia, etiquetas totalmente delimitadas, definiciones que todo el mundo entiende como antónimas y que de alguna manera son comunes a todas las historias y a todos nosotros. A partir de ese drama y de esa comedia se articulan todos los demás géneros, como si estos fueran satélites o ramas secundarias de los anteriores. Es fácil acceder a una comedia o entender un drama, y por defecto las historias que juegan con ambas y que son rebautizadas como 'comedias dramáticas', 'tragicomedias' o 'comedias negras'. Pero no ocurre lo mismo con el western, género que por mucho que me esfuerce está regido por unos principios estéticos y narrativos que no siento como propios, y por no resultar cercanos sus películas, salvo contadas excepciones, no suelen emocionarme. Lo mismo me ocurre con la ciencia ficción: hay clásicos que no me atrevería a poner en duda y que disfruto como el auténtico fanático del género, pero a la hora de la verdad prefiero que me cuenten cosas verosímiles en contextos reales. El terror, ya sea suspense o casquería pura y dura, es diferente. Mi padre creció con Ford y Wayne y el lejano oeste le resulta muy familiar; a alguien que nació en los 90 le resulta cercano el terror juvenil de Scream, el visionado clandestino y el impacto inicial de El proyecto de la bruja de Blair o Jeepers Creepers, el suspense de los mejores títulos asiáticos que popularizó el Festival de Sitges. Por eso disfruto como un enano con las cintas ultraviolentas del nuevo cine francés, Tarantino o barbaridades sólo presentes en la red como Eden Lake. Todo esto era un excusa para decir que I spit on your grave (o sea, chica en un lugar desconocido que es atacada por unos extraños de los que posteriormente se venga) tenía todos los ingredientes para gustarme. Desgraciadamente no ha sido así. Y no porque la historia sea obvia, una más de acecho y derribo sádico. I spit on your grave no sabe crear la intensidad de los títulos que imita. Durante una hora y media esperamos a que la historia 'vaya al grano', y realmente cuando entra en materia resulta revelarse como el recital de pringue rojo que queríamos. Pero por el camino hemos dejado la construcción de personajes, el uso de la cámara y los efectos especiales para crear un clímax, una atmófera. Películas como I spit on your grave, pese a mi amor por todo lo malsano, aunque me divierta la política del ojo por ojo, no dejan de ser fast food de gusto alterado y fácil digestión, una atracción de feria en la que la adrenalina sólo se activa durante los dos minutos que el tren de la bruja está en marcha. Así que aunque después de verla me sienta saciado, debo darme cuenta y criticar la mala calidad del menú. Y volviendo al binomio de drama-comedia, algo ocurre cuando I spit on your grave, antes de que el maltrato resulte irónico, me causa risa cuando no debería: resigo los pasos de la joven protagonista sabiendo lo que le ocurrirá a continuación, y me mofo al ver que todo sucede según lo previsto. Vaya: I spit on your grave acaba siendo una mala película, sean cuales sean los gustos de los espectadores. Si no tienen sensibilidad (o mejor dicho, resistencia estomacal) hacia los títulos de terror gore, ni se acerquen. Si les va la marcha, puede que pasen el rato (así, ni 'bueno' ni 'malo'), pero muy conscientes de estar lejos del cine en mayúsculas, incluso del buen cine de terror.
Nota: 5
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Aunque maneja los tiempos con desprecio, se deja ver. Es más de lo qeu uno puede esperar mirando el póster durante 3 segundos seguidos.
ResponderEliminarSaludos.
pues la vieja tiene bonito trasero
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