Recuerdo haber leído cuando iba al instituto Sputnik, mi amor y Al sur de la frontera, al oeste del sol, libros que encontré por casualidad en la biblioteca de mi pueblo mucho antes de que Haruki Murakami fuera famoso. Recordando esas dos lecturas ingenuas, siento que como lector, e influido por la mediatización de la obra del japonés, ya no soy tan sensible a las historias de amor del autor. Murakami domina como nadie el diálogo y es bastante preciso en las partes descriptivas; su pluma es certera, y sus historias resultan fáciles de leer, agradables, como si las palabras fluyesen creando una atmósfera íntima y exótica, juvenil y melancólica. Tokio Blues es su gran historia de amor truncado, la vida de dos adolescentes marcados por la muerte y la necesidad de esquivar constantemente la soledad. Murakami narra la existencia de Watanabe en la capital nipona: sus escapadas nocturnas con un compañero de residencia, sus experiencias sexuales, sus anodinas clases en la universidad y su vínculo invisible pero decisivo con Naoko, una joven internada en un centro psiquiátrico años después de que su novio Kizuki se suicidase. Murakami se identifica con sus personajes inexpertos y frágiles, logrando que resulte poética una historia que en otras manos hubiera resultado repipi. A veces hay que hacer un esfuerzo para perdonarle al autor alguna cursilería de más, pero convence todo el apartado dedicado a desgranar esa metrópolis nocturna de estudiantes esperando el último tren de la medianoche o el primer metro al amanecer, de luces de neón, restaurantes, hoteles y karaokes. Porque lo que no se le puede negar a Murakami es su capacidad de crear espacios y estados de ánimo: Tokio Blues, que en occidente ha llegado veinte años más tarde de su publicación en Japón, se recrea en la oscuridad de una tragedia entre terrorífica y romántica, dejando que su personaje crezca a medida que avanzan las páginas mientras su experiencia vital se llena de recuerdos, encuentros sexuales y confidencias. Sólo hay que evocar la comida en casa de Midori, la visita al manicomio o las charlas con Reiko para darse cuenta que Murakami logra que seamos espías y cómplices de sus personajes, que sintamos sus desgracias como propias y que el lector sea el protagonista invisible que ve, oye y huele el Tokio de principios de los 60. Logros que sólo están al alcance de los más grandes.
Nota: 8
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TOKIO BLUES (NORWEGIAN WOOD), de Tran Anh Hung (2010)
Cuando una historia que debería resultar dramática genera pequeñas risitas en la platea es que algo va mal. Tokio Blues en imágenes pierde la poesía de Murakami y el director intenta compensarlo con una dirección de fotografía muy acertada y unos planos que parecen ralentizados. 125 minutos son muchos, y aún así la película obvia muchos pasajes del libro, algo que nota incluso aquel que desconozca el material literario: un ejemplo de ello es que los personajes hablan de situaciones que el espectador nunca ha visto y que, obviamente, sí aparecen en el libro. Así que en la película nada justifica que Reiko quiera acostarse con Watanabe o que hacia el final Midori se enfade con Watanabe. No se trata de comparar qué aparece o qué no en la película: intentando separar la novela de partida, el film resulta muy anodino, demasiado largo, un tanto forzado, excesivamente silencioso. Puestos a valorar algo, se agradece que Tokio Blues haya sido rodada por un director japonés y con actores nipones, algo que difícilmente hubiera sucedido de tratarse de una adaptación hollywoodiana. Aún así, se nota que el realizador, muy consciente de que no sólo filmaba para el mercado asiático, ha optado por una estética visual más bien convencional, algo que resta frescura y credibilidad a la película (por desgracia, el triángulo amoroso nos niega la posibilidad de disfrutar de ese Tokio en penumbra que Murakami describe). Seguro que con el tiempo recordaremos más algunos pasajes del libro que los fotogramas de un film correcto y un tanto alicaído.
Nota: 5'5
El otro día hablaba de éso: Murakami es un autor que me interesa, pero de quien no he leído absolutamente nada. Tokio Blues fue la primer obra que conocí suya (no hace mucho), y siempre la quise conseguir, aunque no está en ninguna parte.
ResponderEliminarPor otro lado, muy buena la idea de incluir la literatura en el blog. Con lo que me gusta!
Saludos!
Estoy por leer la novela de Murakami, no he dejado de leer críticas positivas sobre su creación literaria, la película la dejo para después, para ser franco no esperaba que lo hicieran mejor que el libro, suele pasar muy pocas veces que algo bien hecho en las letras pase a serlo en pantalla, son lenguajes distintos y hay que ser muy audaz como sabio en abordar ese tipo de proyecto. Háy célebres obras salidas de la literatura pero son pocas según me parece. Un abrazo.
ResponderEliminarMario.
Aunque reconozco que no transmite la sensibilidad de la novela, a mi la película sí que me gustó. Reconozco que tiene un metraje excesivamente largo y que no es perfecta, pero visualmente a mi me cautivó y la banda sonora está muy bien buscada. Respecto a las novelas de Murakami, sin duda alguna me quedo con Kafka en la orilla. Saludos!
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