En España nunca se había estrenado ninguna película de Catherine Corsini, y ha tenido que ser Partir, no por casualidad protagonizada por el catalán Sergi López, quien la situe en el mapa, al menos en la zona que media al sur de los Pirineos (el mismo paisaje que cruzan, tampoco por casualidad, la pareja del film). Como no podemos establecer conexiones con esta y las demás piezas de la filmografía de Corsini, lo más acertado sería analizar Partir como el enésimo ejercicio de Madame Bovary o Anna Karenina, ahora con la cara y el cuerpo de la siempre agradable Kristin Scott Thomas. Pero esta historia de una burguesa que se enamora de un obrero español tiene una magia especial que la convierte en una digna revisión de ese paradigma visceral, enamoradizo y enliquecido que conocemos vía literatura y cine anterior. En primer lugar, pocas veces hemos podido disfrutar de una Scott Thomas tan desatada, fría y cálida, arrebata en la historia y es arrebatadora para cualquier cinéfilo (la película atesora algunas de las escenas sexuales más provocativas de los últimos años). En segundo lugar, Partir es una película de corta duración y de una claridad impecable: sabe lo que quiere contar, no tarda en poner todas las fichas en el tablero y no se anda con rodeos. Y como último apunte, es más que interesante la evolución, casi degradación del personaje a medida que el film salta del thriller al folletín romántico, del relato social a la negra escena final (evocada desde el primer fotograma porque Corsini construye su historia a modo de flashback rápido y turbador). Gracias a todo esto, poco importa que la película no quiera esquivar el cliché o que no profundice en sus personajes: vemos, sentimos y comprendemos a la perfección la tarada heroína de Scott Thomas, justa nominada al César a la mejor actriz. Y aún así, tampoco es una película mediocre con una interpretación de altura: escenas como la de la gasolinera tardarán mucho tiempo en 'partir' de la memoria cinéfila. Ahora solo falta que la obra de Corsini llegue a nuestro país de una vez por todas.
Si algo demuestra Partir es que los designios del amor son inexpugnables, imprevisibles. Suzanne (Thomas), en una de las escenas de máxima tensión, confiesa a su marido que 'está enamorada de otro', y a partir de aquí empieza el desastre. Pero más inesperado es el nuevo estatus de Sergi López como eterno amante, representante de un 'macho ibérico' en alza, actor de excepción que nunca deja de sorprendernos y que se desnuda más que el mismísimo George Clooney: ahí están sus escarceos en Mapa de los sonidos de Tokio, Una relación privada, Sólo mía o Ricky. La extraña pareja encarna unos personajes que parecen respetar la propia naturaleza de cada actor: él es catalán y se gana la vida en Francia después de estar un tiempo en prisión; ella es una inglesa que en su día se enamoró de un médico francés y que ahora, en plena madurez, con un matrimonio sólido y unos hijos en edad de instituto, decide volver a trabajar. Plurilingüe, entretenida y bastante efectiva: Partir es la crónica de una follie d'amour que ya hemos visto, pero que engancha. No se puede pedir más.
Nota: 6'5
Acá se estrenó también hace un par de meses, si no me equivoco, y justamente me la prestaron la semana pasada junto a otras más. Asique empezaré por esta a ver qué tal va.
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