Still Walking es la película más madura y pausada de Hirokazu-Kore-eda, autor que, con su nuevo largometraje, apunta maneras de clásicos, sin esconder cierto homenaje a Ozu y sus ancestros cinematográficos. Estamos ante una película calmada que, paradójicamente, nace de las entrañas: la muerte de los padres del director y el recuerdo que Kore-eda evoca de ellos en sus fotogramas. Se mire por donde se mire, Still Walking es una experiencia redonda en la que nada falta ni nada sobra, donde el naturalismo de unos diálogos improvisados y la estudiada coreografía de una escenografía austera pero súmamente compleja se hermanan para tejer en silencio una poética inusual, atractiva, mística. Still Walking es, a priori, una historia de reencuentros, y acaba siendo un cuento sobre rituales, o más bien una sutil forma de mostrar la pugna entre un Japón ancestral (la simbología de la muerte, el vaivén de las flores y las mariposas, el recuerdo de una canción de antaño, el rezo ante la tumba de un ser querido, la férrea moral y rutina de unos ancianos adorables, el ritual que rodea la comida, ya sea para prepararla, comerla o digerirla...) y otro moderno (las carreras y los juegos de unos nietos que fatigan a sus abuelos, el teléfono móbil que no para de encenderse y apagarse, la espontaneidad de unos niños que solo piensan en el dinero y sus videoconsolas, la aparición de nuevos modelos de familia que tambalean las tradiciones más cerradas, la ambulancia que relega al ostracismo las medicinas y las lecciones de un médico cascarrabias...). La mezcla puede pecar de asepsia, pero transmite una rotunda sensación de verdad: aquí no hay ni buenos de malos, sino personas con sus claros y sus sombras. Still Walking es una película tan delicada y comedida que carece de duración, y, si bien no arranca las lágrimas de la platea, sí consigue crearnos un cosquilleo dulce y misterioso, una sensación de pureza e intimidad muy tonificante.
Hirokazu Kore-eda pone todo su oficio y empeño para crear una película elegíaca que parece de otro tiempo, de otro planeta. Kore-eda opta por los planos fijos, un atrezzo casi teatral y una especial delectación por unos diálogos redondos, equilibrio de vanalidades, secretos y haikus profundos. El visionado del film resulta tan placentero que algunas opciones estilísticas devienen redondas, aunque en manos de otro cineasta hubieran resultado trucos fáciles y superficiales (me refiero, sobretodo, a los pequeños fragmentos musicales, a la voz en off del final y al epílogo que cierra el conjunto). Still Walking es intachable e irreprochable, un título cargado de magia y sutileza que promete ser uno de los mejores títulos del año. Algo similar ocurre con Un cuento de navidad, Las horas del verano y Tres días con la familia, crónicas distintas, geniales todas, de mostrar la familia y los encuentros y desencuentros de sus miembros. Imprescindible.
Jaja. Que buena nota. Por lo que veo lo mejor desde ponyo o Frozen river. Estoy muy contento con tu reseña y espero que nadie se la pierda. jaja.
ResponderEliminarSaludos a todos.
Adoro a Ozu y a este director también ("Nadie sabe" y "Hana" me fascinan), y adoro el costumbrismo pausado y contemplativo lleno de secretos oriental, así que la veré sin falta.
ResponderEliminarYa "Soy un cyborg" me gustó muchísimo menos. Me resultó cargante y aburrida, la verdad.
Una película interesante, como comentas.
ResponderEliminar¡Saludos y buen blog!
Muy interesante tu análisis sobre diversas joyitas del cine asiático, cuando varios blogs llenan espacios con los trailer de Tim Burton...
ResponderEliminarTe invito a leer mi análisis sobre los últimos dos filmes de Arnaud Desplechin.