miércoles, 6 de mayo de 2009

PONYO EN EL ACANTILADO 9 / 10

A Delia, por sus conversaciones mangas, y a Priscila, por sus dvds, paciencia y simpatía (portuguesa, catalana... ¡y nipona!).

Bajo la frágil silueta de Miyasaki se esconde un niño que, al igual que Peter Pan, decidió no crecer. La obra del genio japonés esconde la voz de un sabio maduro que no ha envejecido por dentro. Crítica y público han endiosado toda su filmografía, pero el tiempo, ese ente palpable pero invisible al que Peter Pan daba la espalda, pasa irremediablemente por el cuerpo y la pluma del artista. Algunos dicen que Miyasaki tiene la visión mermada y que merece un digno reposo, sentado quizá en el olimpo de los clásicos, de los inmortales. Por todo esto, cada película suya es un fenómeno sin par y agrupa a niños despistados, adolescentes varios y entendidos que vuelven, aunque solo sea por escasa hora y media, a una niñez pretérita. Nuestra mirada, melancólica y empática, puede alterar nuestra percepción de Ponyo en el acantilado, una película más infantil y calurosa que sus predecesoras, aunque también menos compleja y apasionante. Es ligeramente inferior, pero poco importa.



Ponyo en el acantilado arranca con unos minutos de cine mudo, la prueba definitiva de que el lenguaje de Miyasaki es universal y que se construye a base de pequeños detalles. El japonés no tarda a enseñarnos sus cartas: critica la suciedad del ecosistema marino, nos anima a cuidar de los más ancianos y presenta un espectáculo visual basado en una combinación de agua, viento, fuego y tierra. Lo que aparenta ser una versión nipona de La sirenita acaba siendo mucho más: una reflexión sobre el mundo, cómo lo tratamos y en qué se puede convertir si seguimos por la vía del consumismo, la contaminación y la pérdida de valores (Miyasaki implora volver a lo antiguo, tanto a nivel moral como a la hora de crear ficciones animadas con papel y lápiz). Contra los malos tiempos, Miyasaki opta por ser un niño (el protagonista Sosuke) y nos anima a cuidar de nuestra familia, preservar nuestro entorno y no perder la inocencia del primer día. Hay un doble juego: la guardería donde estudia nuestro protagonista está al lado de una residencia de ancianos. Miyasaki, genio y figura, está en medio, entre la juventud y la senectud (como la protagonista de El castillo ambulante), entre los árboles del bosque donde Sosuke esconde a Ponyo en un pequeño cubo, entre el mundo real (el nuestro) y el imaginario (el mar y sus seres).



Más relaciones: Ponyo en el acantilado es una historia de pérdidas y reencuentros, dioses a la manera romana y odiseas homéricas con las que se pretende reencontrar a la madre perdida (Sosuke), conservar un cuerpo humano (Ponyo) o volver a tener el apoyo de un marido que, como Ulises, siempre está viajando (Lisa). Miyasaki advierte con su metafórico tsunami de peces de colores que el mundo zozobra como un barco en alta mar, incluso dibuja las consecuencias de una posible inundación catastrófica. Ante la alarma, la aventura de los protagonistas, cristalización de un amor puro y divino, será la salvación del planeta. Los niños, como en todos los títulos de Miyasaki, son los héroes y están tratados de forma inteligente; ellos tienen la clave de toda la trama y los adultos actúan cual satélites de los pequeños protagonistas. Sin duda, Miyasaki nos anima a tomarnos la vida de forma más relajada, un mensaje añejo, efectivo, siempre necesario.



Los dibujos de Miyasaki, aquí más suaves e ingenuos, recuerdan los trazos de Mi vecino Totoro y de sus primeras obras. Cual puerta del tiempo, Miyasaki utiliza su film para volver atrás y recuperar el espíritu de los ochenta. Ni rastro, pues, de la complejidad de El viaje de Chihiro, su gran obra maestra. Sea como sea, Ponyo en el acantilado es una película que, sin ser crepuscular, parece ser la última pieza de una larga trayectoria. Por su sencillez, Ponyo en el acantilado deviene más accesible, pero menos lustrosa que sus compañeras. Toda comparación, pese a todo, queda obsoleta: Miyasaki ha vuelto a conquistarnos.

7 comentarios:

  1. Excelente reseña, compa Xavier, con la que coincido en buena medida; a mí también me ha encantado la peli, más allá de las (por otro lado) inevitables comparaciones con sus obras maestras anteriores, de las que no creo que desmerezca demasiado. Ojalá llegaran a nuestra cartelera más como ésta, y menos como otras -que no es preciso mencionar, en la mente de todos están...-.

    Un abrazo y buena semana

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  2. Tengo muchas ganas de ver esta nueva película del genio nipón. Espero que la pongan pronto en mis cines más cercanos, porque me muero de ganas.
    Un saludo!

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  3. Ja, ya la vi y casi concuardo con tu nota ... pronto mi critica y tambien ya vi los Abrazos rotos tambien pronto la critica...
    Saludos...
    Y por si alguiense quiere pasar x mi blog...http://littlespotless.blogspot.com/

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  4. yo tb tngo bsntes ganas de verla...con tu crítica de animaré más..para acrecarme al cine y evrla...saludos

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  5. El cine de animación no es mi fuerte, las pocas películas que me gustan las puedo contar con mi mano derecha, pero EL VIAJE DE CHIHIRO es fantástica y Miyazaki siempre ha dado la talla. Muero por verla, pero tendré que esperar mucho, con tu 9 las expectativas son muy altas. Un Saludo

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  6. Me encanta lo que has escrito, has descrito perfectamente lo que es Ponyo y lo que significa en la carrera de un genio como Miyazaki, yo no la considero como una película menor, sino como algo más ligera e infantil pero sin duda, como tu bien dices, nos ha vuelto a conquistar.

    Un saludo!

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  7. No soy muy aficionada a las peliculas de animación, pero despues de ver "El castillo ambulante" de Miyazaki, me ha picado la curiosidad, por lo que, el otro día decidí ver Ponyo, y no me decepciono.

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