Mike Leigh nos regaló en el año 1996 una película clásica y sosegada, una cinta que, cual obra de teatro, va conquistando al público con unos diálogos cortantes, elevando la trama a la categoría de tragedia moderna, lo más parecido a un Shakespeare de finales del siglo XX. Leigh, viejo zorro del cine británico, dilapida con su mejor libreto todo lo que entraña la familia en una época de caos, capitalismo e infelicidad. Secretos y mentiras da a entender que el progreso no existe: nuestros instintos, nuestra tendencia a mentir y esconder las espinas que nos atormentan, son constantes que vienen repitiéndose desde la antiguedad. De aquí que la película tenga una estructura cerrada, sus pocos personajes y contados decorados, que sea un ejercicio demodé arriesgado y concienzudo, una necesaria opereta protagonizada por seres humanos y que habla de la condición humana. Lo nuevo, al fin y al cabo, surge de lo viejo.
La familia determina nuestra vida, una afirmación que entraña un mensaje pesimista: todos somos esclavos de un ambiente, de una condición social, de unos padres. La familia es símbolo de lo cotidiano, una parte básica de nuestra especie y una entidad abstracta que todo el mundo forma y conoce. Leigh dispone sus personajes rotos encima de lo ya sabido; conecta con el alma del espectador, sube la tensión de un relato en contínuo crescendo y, minutos antes de un plano final casi humorístico, la bomba explota cual catarsis griega. Leigh entiende que, si el cine lo inventaron los seres humanos, este debe hablar de nosotros. Hay algo extraño en Secretos y mentiras: un tono casi religioso, un juego de tensiones impecable, un juego que el director urde con pasión y atino. Sorprende que, pese a ser la película más larga de su autor, Secretos y mentiras discurre lenta y a la vez apasionante, sin recurrir a efectos especiales, sin dibujar giros de guión forzados, sin quitar un ápice de veracidad al discurso. La cúspide de Leigh es una versión augmentada de todo su universo: se diría que Leigh siempre está filmando la misma película. La letra de Leigh se impone ante todo porque el libreto, quién sabe por qué, huele a Leigh por los cuatro costados sin que la forma del éxito sea desvelada.
El Leigh escritor pierde, pese a todo, ante el Leigh director de actores. Se intuyen largas sesiones de ensayos, diálogos y reuniones con los actores. Preparar y repasar una y otra vez los entresijos de la historia es la base de la fórmula Leigh, un encanterio que crea lo cotidiano a partir de lo teatral, de lo estudiado. El método de Leigh es el mismo que siguen grandes autores europeos como Chabrol o Almodóvar, una rutina de trabajo contraria a la pureza de la primera escena (o sea, hermanos Dardenne y la tropa del Dogma 95). Trabajo a parte, el resultado es espléndido: Brenda Blethyn borda su contradictorio papel, Marianne Jean-Baptiste es elegante y nunca desentona, Timothy Hall tiene el árduo trabajo de ser el único y mejor personaje masculino de la cinta, etc. Ante tal plantel de actores, uno se imagina las discusiones entre los miembros del jurado del Festival de Cannes o los votantes de los premios Oscar: ¿Secretos y mentiras o Rompiendo las olas?, ¿Brenda Blethyn, Emily Watson o Frances McDormand?, ¿Mike Leigh, Anthony Minghella o Lars Von Trier? La solución a tales preguntas es más que sabida, pero, entre tantos frentes abiertos, la sensación de estar ante lo mejor del cine europeo no admite disputas. Sin duda, 1996 fue un gran año. Lástima que Leigh, de la que aún no se ha estrenado Topsy-Turvy (algo vergonzoso teniendo en cuenta las buenas críticas del film y su nominación al Oscar), no haya podido superarse con las menores Vera Drake, Todo o nada o Happy-go-lucky. Es lo que sucede cuando un director, elevado a la condición de clásico viviente, pone el listón muy alto. La nostalgia nos llevará a recordar Secretos y mentiras, una película impecable que ya forma parte de la historia del mejor cine europeo.
Tienes toda la razón, es una película a reivindicar, con unas actuaciones y un guión de lujo. SALÚ
ResponderEliminarQue te puedo decir, es una de mis preferidas, la mejor cinta de Leigh. Una película impecable y encantadora, el guión roza la perfección y la actuación protagonista es sublime. Que bueno es saber que te gusto tanto esta película como a mi
ResponderEliminarCuando piendo en Mike Leigh es la primera película que acude a mi mente, me encanta, por muchas veces que la mire y Brenda Blethyn está escepcional... la cara que pone, en la cafetería, cuando se entera que tiene una hija negra... se me salen las lágrimas de risa cada vez... vaya familia!!! vaya madre!!!
ResponderEliminar