martes, 3 de noviembre de 2020

CRÍTICA | AKELARRE, de Pablo Agüero

AKELARRE

Dirección: Pablo Agüero Guion: Pablo Agüero y Katell Guillou

Festival de San Sebastián: Sección oficial a concurso  


Akelarre es una bonita anomalía dentro de nuestra cinematografía: cinta dirigida por un cineasta argentino, rodada en España, con parte de capital francés y hablada en euskera y en español. También por su temática, mezcla de géneros y texturas. La película nos traslada a las praderas del norte de nuestra península, allá por el siglo XVII.En ese marco rural,nada bucólico, incluso críptico, un juez y la corte real apresa, interroga y finalmente ajusticia a unas chicas que residen en una aldea y que están acusadas de practicar la brujería. El film empieza a bocajarro, sin presentar paisajes ni personajes, y se desarrolla casi íntegramente en interiores: mazmorras, comedores, pasadizos y estancias empedradas. Los escenarios, aunque minimalistas, se benefician de una fotografía, maquillaje, peluquería y, en esencia, atmósfera, más que solvente, lo que convierte Akelarre en uno de los títulos locales más complejos del curso en términos técnicos y artísticos. Tampoco desentona el aporte actoral: Àlex Brendemühl y Daniel Fanego rubrican dos villanos muy potentes y Amaia Aberasturi lidera la cuadrilla de presuntas hechiceras con nota, probablemente uno de los papeles noveles y protagonistas más destacados de 2020. En síntesis, película seca, tenebrista, muy personal, con un primer tramo tosco y una segunda mitad en la que Agüero demuestra músculo escénico con diálogos y escenas de belleza e impacto. Caso paradigmático de película atemporal, ambigua, libérrima, nada complaciente, que es querida por algunos y menostenida por otros tantos. Para todos, enésimo paso adelante de un cine vasco que no necesita hacer magia negra para lograr la excelencia. 


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