lunes, 9 de marzo de 2020

LAS MEJORES PELÍCULAS ESPAÑOLAS DEL S. XXI | VOLVER, de Pedro Almodóvar


Título: VOLVER Director: Pedro Almodóvar Guión: Pedro Almodóvar Género: Comedia dramática Duración: 115 min. Reparto: Penélope Cruz, Carmen Maura, Lola Dueñas, Blanca Portillo, Chus Lampreave, Yohana Cobo, Antonio de la Torre, Carlos Blanco, Neus Sanz, Leandro Rivera, Yolanda Ramos, Pepa Aniorte, Elvira Cuadrupani, María Alfonsa Rosso, Natàlia Roig, Concha Galán Producción: El Deseo S.A. Fecha de estreno: 17/03/2006 Palmarés destacado: 6 Premios del Círculo de Escritores, 5 Premios Goya, 5 Premios EFA, 3 Premios de la Unión Española de Actores, Fotogramas de Plata a la mejor película y actriz, Premio FIPRESCI a la mejor película del año en el Festival de San Sebastián, Palma de oro a la mejor actriz para sus seis protagonistas y al mejor guión en el Festival de Cannes 2007, Premio del jurado y de la audiencia en el Festival de Valdivia; Satellite Award y National Board of Review a la mejor película extranjera o de habla no inglesa; Nominación al Oscar a la mejor actriz protagonista y nominaciones al Globo de oro, Bafta, Bodil, César, David de Donatello y SAG


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DE ROJO SORORIDAD

En el prólogo de La tía Tula, Miguel de Unamuno se preguntaba por qué la lengua española, partiendo de la forma latina "soror", no contaba con los términos de "sororidad" o "sororal", a imagen y semejanza de la "fraternidad" o lo "fraternal" con respecto a "frater". El autor de Niebla nunca supo que la Real Academia aceptó ambas formas en el año 2018, en deferencia al auge femenino y feminista de las nuevas demandas sociales. Unamuno, como tantos genios pretéritos y contemporáneos, intuía que la sororidad, aunque su semántica parezca equivalente a la de fraternidad, en verdad difiere enormemente de su palabra gemela, porque la humanidad no puede existir sin la concepción materna, y probablemente porque la sororidad está más conectada a los valores de domesticidad y civilidad que su análogo masculino. 


Fallecido Unamuno, bien puede decirse que Pedro Almodóvar es el artista sororal por excelencia. El suyo es un cine de mujeres y sus historias se nutren de su universo, cincelado a base de confidencias, silencios y hermandades. Aunque esta consideración admite poca duda, no es menos cierto que las películas de Almodóvar, por su carácter transgresor, han sufrido la desdicha, tal vez suerte, de ser un revulsivo para las audiencias más o menos comprometidas con las derechos de la mujer, una controversia alimentada por las provocaciones de sus primeros filmes, el rapto romántico que bascula ¡Átame! o la discutida escena de la violación de Kika. La disputa, en cambio, no empañó la reputación de Volver, título sobre el que existió desde sus primeras proyecciones un inusual consenso y que, por méritos propios, se convirtió en el eje sororal de toda su filmografía: para entender esa unanimidad, basta con evocar la escena en que Raimunda, cargada de bolsas y arrastrando el carro de la compra, entabla charla amistosa con sus vecinas y cierra con ellas varios trueques, en un sentido de ayuda entre iguales que solo podría declinarse en femenino. 


Volver, en efecto, es una película sobre la solidaridad entre féminas. En sus entrañas hay abrazos, muchos, y besos, todos efusivos y sonoros. A nivel plástico, la sensibilidad femenina se manifiesta en una explosión del rojo, siempre pasional: ese es el color del coche de Sole, de los autobuses interurbanos, del frigorífico que esconde el cadáver de Paco, de las hortalizas que Raimunda cocina en el restaurante o del conjunto de objetos, mobiliario, ropa y complementos que salpican los fotogramas. Rojo vinculado a la sangre y al fuego, porque Volver es también el relato de dos crímenes que no encuentran castigo, aunque sus responsables sí arrastran un gran sentimiento de culpa. "Son cosas nuestras y no le importan a nadie", sentencia Irene, fantasma y persona, al final de su periplo. De nuevo, son las mujeres las encargadas de vivir y sobrevivir, de saldar cuentas y encajar renuncias, en soledad y en comunión, en un orden diferente a las leyes que dictaminan los hombres. 


Aunque Raimunda difiere enormemente de la Tula unamuniana, no es casualidad que ambas compartan la misma mirada imponente, cierto poder intimidatorio, un carácter resolutivo y una naturaleza recia, por momentos inflexible. Si Tula no acepta la oferta de casamiento de su cuñado, Raimunda, que ya ha sufrido en sus carnes los instintos más primarios de su marido y de su difunto padre, hace caso omiso a los flirteos de Emilio y del joven auxiliar que atiende en la barra. Al igual que Tula, sobre Raimunda descansa un legado familiar, la preservación de una tradición que Almodóvar conecta con su tierra natal y con su propia madre. Raimunda es el epicentro de un empoderamiento femenino que atañe a todos los personajes: Sole funciona como contrapunto cómico, Agustina representa la familia putativa que no entiende de lazos consanguíneos, Paula es un personaje terrenal que observa y espera conocer los misterios de su linaje, e Irene es una figura omnipotente que sale de su escondite para contar todo lo que le ha sucedido. 


Volver, en resumen, sorprende por su mixtura de modernidad y costumbrismo. En ella habitan elementos profundamente ibéricos y pretéritos que, en el fondo, son enteramente universales y atemporales. La comedia y la tragedia, en sus acepciones clásicas, se alían y confunden con sorprendente agilidad. Hay por parte de Almodóvar un intento por ofrecer un relato casi hitchcockiano sobre los espectros que se agazapan en la cotidianidad, algo que desarrollaría en las posteriores La piel que habito y Julieta. Tampoco puede olvidarse que la historia de Volver ya se citaba en La flor de mi secreto y se anunciaba con el nombre de La abuela fantasma en el prólogo de La mala educación. Y, para completar el círculo de parentescos fílmicos, Volver, como indica su título, es una película de regresos almodovarianos: a una actriz (Maura), a un escenario (la Mancha) y a una idiosincrasia (vinculada a la muerte). Volver a las mujeres, a sus atractivos y a sus misterios. Una película, además, a la que siempre apetece retornar porque, como le sucede a la prosa unamuniana, con o sin "sororidad" en el diccionario, nunca envejece.



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