viernes, 11 de octubre de 2019

FESTIVAL DE SITGES 2019 (VI) | COMEDIAS GAMBERRAS: NOCHE DE BODAS, LITTLE MONSTERS, GUNS AKIMBO, CORPORATE ANIMALS y COME TO DADDY


NOCHE DE BODAS (READY OR NOT)
EE. UU., 2019. Dirección: Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin
Sección: Oficial a concurso

De todo lo visto estos días en Sitges, probablemente Noche de bodas sea la única película que llegue a un amplio abanico de pantallas y plataformas en España. Su fórmula: un humor a contracorriente, aunque identificable para el gran público; el apoyo de una distribuidora generalista, que suele ampliar su catálogo con alguna excentricidad coincidiendo con la cercanía de Halloween; y un elenco artístico y técnico con empaque, por mucho que su génesis esté en un cine extremo, muy lejano del blockbuster. Con estas señas, y sabiendo que esta invitación de casamiento tiene gato y muchos litros de sangre encerrados, Noche de bodas no debería coger desprevenido a casi nadie (si se han cotilleado detalles de la trama viendo su tráiler o leyendo comentarios en redes sociales, todavía menos). Lo que sí sorprende es que, en el fondo, el filme de Gillett y Bettinelli-Olpin sea una versión de aquello tan viejo de "con la familia hemos topado". Nada más, y puede que nada menos. Ciertamente, la historia nunca decae, alcanza cuotas de desenfreno mayor a medida que avanza y termina con el despiporre que prometía desde el inicio, aunque nada va más allá del chiste burdo, del gag de brocha gorda, de la anécdota reiterada hasta la saciedad. Una velada más curiosa que satisfactoria, más simpática que tronchante, no tan sutil e ingeniosa como se ha escrito... y cabe imaginarse que sus responsables creían tener entre manos un producto rompedor. Que vivan los novios, aunque solo sea por pocas horas.




LITTLE MONSTERS
Australia, 2019. Dirección y guion: Abe Forsythe
Sección: Oficial a concurso

En Sitges se aplaude casi todo: frases lapidarias, guantazos, cuchilladas y un muestrario amplio de barbaridades. Viva lo políticamente incorrecto. Lo que pasa en Sitges, se queda en Sitges. Ante tal panorama, es de imaginar que una película como Little Monsters, trufada de chanzas y momentos cumbre, haya sido uno de los puntos álgidos de esta edición de 2019. En pantalla, un tipo desastroso intenta seducir a la maestra de preescolar de su sobrino, con la mala suerte de que todos, adultos y niños, se verán inmersos en una epidemia zombi. No hay espacio para las sutilezas ni para dobles lecturas: solo diversión a raudales. Y, a diferencia de otras gracietas sin sustancia, Little Monsters es sincera, tiene ingenio y consigue que nos sintamos un pequeño más en mitad del desastre. Lupita Nyong'o, ukelele incluido, va camino de convertirse en una musa del nuevo cine de género (porque todos llevamos un héroe dentro, pero también un ser tan mezquino como ese actor que da vida a un ídolo infantil). Moraleja: no perdamos nunca la inocencia de los niños pese a la locura que nos rodea. Taylor Swift está esperando pasar por caja para cobrar los royalties. El resto, cuando llegue a los cines, pasad sí o sí por taquilla. 



GUNS AKIMBO
Nueva Zelanda, 2019. Dirección y guion: Jason Lei Howden
Sección: Òrbita

Os confieso que nunca fui un gran aficionado a los videojuegos. De niño tuve Game Boy, pero poco más. Por eso me cuesta empatizar con el cine que reproduce los ritmos, las estéticas y las lógicas de las consolas. Celebro en cambio que Guns Akimbo, cuya trama sigue las andanzas de un chico que es captado por los responsables de un juego de rol en red, me meta en una montaña rusa desde el minuto uno y reivindique en cada uno de sus fotogramas que sus bases, esas que no entiendo ni comparto, son precisamente las que la película precisa. Guns Akimbo necesita de espectadores juguetones que se dejen llevar por todos los giros y sinsentidos de la historia. Los colores saturados, los cambios de tempo y la gran ejecución de las escenas de acción corren a cargo y son mérito exclusivo de Jason Lei Howden, un director que no tardará en recibir ofertas de varios ceros desde Los Ángeles. Y si a pesar de lo dicho seguís creyendo que Guns Akimbo no es para vosotros, o que "para qué ver la historia de un tipo al que le implantan dos pistolas en las manos y va dando saltos a diestro y siniestro", debéis saber que Daniel Radcliffe, estupendo como siempre, sigue engrandeciendo su leyenda con papeles que casi ninguna estrella joven de Hollywood aceptaría. Con él, jugamos una partida de lo que sea. Ir al cine, en el fondo, es eso: jugar y dejar que jueguen contigo. Guns Akimbo, llamémoslo "placer culpable" o como queráis, ha sido uno de los visionados más gozosos de Sitges 2019. 



CORPORATE ANIMALS
EE. UU., 2019. Dirección: Patrick Brice
Sección: Oficial a concurso 


Patrick Brice, famoso por dirigir la serie Room 104 y las dos entregas de Creep, sigue vinculado al fantástico y a la comedia inclasificable con Corporate Animals, la recuperación de Demi Moore para la gran pantalla. Los miembros de una empresa de cubertería de usar y tirar (ojo: ¡ecológica!) asisten a una reunión en Nuevo México. Se trata de una excursión en plena naturaleza para reforzar los lazos de grupo, el trabajo cooperativo y todos esos términos (anglicismos) que están tan de moda en el mundo de los negocios. Pero (y ahí entra el humor) todo se viene abajo cuando los "compis" de oficina se quedan encerrados en una cueva bajo la supervisión de su jefa, una Demi Moore hipócrita, megalómana e insoportable. El discurso da cuerpo a todo el metraje, pero la cuestión social pierde en favor de una comedia que, a la práctica, funciona como una sitcom "de manual", con referencias pop y pocas salidas de tono. Resta la sensación de que Corporate Animals no pudo o no quiso llevar su premisa hasta las últimas consecuencias, con una ironía o una apuesta de género que verdaderamente hiera. Nos quedamos de largo con Moore, una intérprete tan cuestionada que podría encontrar un filón en la ficción de serie B, riéndose de su persona-personaje, desmitificando la estrella que fue hace un par de décadas. Comedia con mordida, sin mordiente. 



COME TO DADDY
Canadá, 2019. Dirección: Ant Timpson
Sección: Oficial a concurso

Muchos se toman a broma el Festival de Sitges. Es fácil decir que en los cines y en los alrededores del festival se concentran solamente fans del fantástico. Incluso puede caerse en la obviedad de considerar que la gran cantidad de pases (inabarcables) o la popularidad de algunos eventos paralelos (sobre todo la Zombie Walk) desvirtúa el funcionamiento de lo que, a priori, es solo una muestra cinematográfica, aunque esté consagrada a un género concreto. Lejos de todo esto, Sitges es un contexto perfecto para saber qué ocupa y preocupa en la actualidad, y cómo esos miedos se expresan en el plano audiovisual, ya sea para desmitificarlos o dotarlos de la trascendencia que se merecen. Siguiendo esta lógica, no costaría escribir que Come to Daddy es otra comedieta más para públicos frikis, que sus salidas de tono están estudiadas para arrancar la carcajada de las masas enfervorecidas (en Sitges, más expresivas si cabe) y que al final de sus excentricidades hay poca cosa, solo el efecto de unos fuegos artificiales desvaneciéndose en el cielo. Rompamos moldes. En realidad, Come to Daddy es una reflexión sobre la familia desestructurada de nuestros tiempos, uno de los temas más repetidos este año en la ciudad catalana. Que nadie le quite la importancia que tiene por culpa de gags como la rotura de dedos, la trampilla en el comedor (a lo Parásitos) o los chistes en el motel (a lo Tarantino): no hay escena más lapidaria que aquella en la que el padre (buscado, perdido y luego reencontrado) le explica a su hijo por qué vivió treinta años lejos de él entre algodones (un diálogo que viene a desmontar las tonterías de toda una generación, esa que encarna el eterno niño Elijah Wood de estética hipster). En síntesis, la película es un coming out en forma de guantazo en toda la cara. Tened en cuenta esta Come to Daddy. O sea: tomárosla como una broma muy seria.


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