sábado, 14 de octubre de 2017

CRÍTICA | THE DISASTER ARTIST, de James Franco


Magistralmente malo
THE DISASTER ARTIST
Festival de San Sebastián: Concha de oro. Festival de Sitges: Sesión sorpresa
EE. UU., 2017. Dirección: James Franco Guión: Scott Neustadter y Michael H. Weber, a partir del libro homónimo de Greg Sestero Música: Dave Porter Fotografía: Brandon Trost Reparto: James Franco, Dave Franco, Alison Brie, Josh Hutcherson, Seth Rogen, Zac Efron, Sharon Stone, Bryan Cranston, Kate Upton, Ari Grayner, Hannibal Buress, Jacki Weaver, Nathan Fielder, Jerrod Carmichael Género: Comedia. Cine dentro del cine. Biopic Duración: 95 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 26/01/2018
¿De qué va?: Tommy Wiseau y Greg Sestero se conocen en una escuela de interpretación. Hartos de recibir la negativa de sus profesores, deciden irse a Los Ángeles para encontrar suerte en la meca del cine. Una vez allí se les vuelven a cerrar todas las puertas, pero Tommy encuentra un plan B: él mismo dirigirá, producirá, escribirá y protagonizará su propia película junto a su amigo. Todo, ¿con qué talento? Y... ¿con qué dinero?


Franco (James, ¿cuál si no?) conoce muy bien Hollywood. Ha sido su chico guapo y su bicho raro, presentador de los Óscar y nominado en una misma noche. Capaz de todo, incluso de dirigir. Sabíamos de su sentido del humor, intuíamos su talento, pero nada nos podía preparar para esta The Disaster Artist, su broma definitiva. Franco cuenta qué sucedió durante el rodaje de The Room, una de las películas más desastrosas de todos los tiempos, convertida por una minoría selecta en objeto de culto y cachondeo. Pero, sobre todo, lo que importa es explorar la psique de Tommy Wiseau, la mente extravagante que dio forma a ese engendro audiovisual y que ahora, con el gesto impostado y tronchante de Franco, promete ser más célebre si cabe. The Disaster Artist funciona por dos motivos: en primera instancia, es una (auto)parodia de la industria, con los cameos, la ración de gags y las salidas de tono habituales para meterse al público en el bolsillo; y en segundo lugar, porque también reflexiona sobre eso tan volátil llamado éxito y las artimañas que unos y otros activan para conseguirlo, y lo hace siguiendo el orden cronológico de todo proyecto, desde la escritura del guión a la première final en salas. Franco se ríe de Wiseau, pero en el fondo le rinde tributo. Con gracia y respeto. Un sentido reverencial y desenfadado que convierte este artista desastroso en una de las sorpresas más agradables de la temporada, se sea o no conocedor del despropósito ya legendario que fue The Room. Es imposible que nadie que sienta una mínima atracción por el séptimo arte, sus secretos y sus frivolidades no se lo pase en grande con este ejercicio amargo y festivo de cine dentro del cine. Una Concha de oro de apariencia extravagante, pero sumamente acertada.


Para cinéfilos (en el sentido más amplio del término).
Lo mejor: En rodaje en la falsa azotea y la comparación de escenas antes de los títulos de crédito.
Lo peor: Tras verla dan ganas de visionar The Room... y el film de Wiseau es un auténtico dolor de ojos.


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