Cinoscar & Rarities elige su top de mejores bandas sonoras de la temporada 2016. Nombres que han protagonizado algunos de los títulos clave del año. Las elegidas son:
10. Carsten Nicolai y Ryuichi Sakamoto, por EL RENACIDO
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De la polifonía de músicas de Babel a los arrebatos de baqueta de Birdman, el mexicano Iñárritu ha cuidado muchísimo las bandas sonoras de sus trabajos. El aporte de El renacido es uno de los más homogéneos de su carrera. También uno de los más rocosos, difícil de escuchar en formato cd. En El renacido, la atmósfera gana espacio a cualquier floritura musical, y los instrumentos de cuerda se unen con sintetizadores tristes para dar relieve a la hazaña de agua, hielo y nieve de su protagonista. Se diría incluso que sus piezas son una metáfora del eco que suena en el vacío. Todo, vaya, tan conceptual y magnánimo como cabría esperar de un Iñárritu poseido por Tarkovsky. Terrorífica y transcendente. Para escuchar en noches de insomnio.
9. Cat's Eyes, por THE DUKE OF BURGUNDY
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Cada vez que un grupo de culto decide dar el salto a la composición para cine, el soundtrack resultante se convierte en uno de los más reseñados de cada año. Ese es el caso de The Duke of Burgundy, banda sonora de 20 títulos que obedece antes al estilo de Cat's Eyes que a cualquier aspiración filmica. Por ello, bien podría tratarse del "mejor no sountrack" del año porque, a efectos prácticos, The Duke of Burgundy es un disco más de Cat's Eyes, salvando tal vez las contadas piezas en las que el dúo de pop alternativo juega a crear estampas sonoras "bucólico-góticas" vinculadas a la pasión ornitóloga del personaje protagonista. Sorprende además que un film en el que la pasión-pulsión lésbica está tan presente tenga un hilo musical que juegue de forma tan premeditada a prescindir de ripios románticos. Masoquismo placentero y bizarro.
8. Nick Cave y Warren Ellis, por COMANCHERÍA
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Es difícil encarar la composición de una road movie de estética western sin caer en tópicos. Los caracteres antónimos de Cave y Ellis obran el milagro de aportar nuevos matices sonoros a unas estepas norteamericanas que en el pasado han sido ambientadas por bandas sonoras de leyenda. Modesta en sus intenciones pero más que correcta en sus resultados, esta Comanchería acude también a temas country no demasiado conocidos para expandir las virtudes de sus cortes instrumentales. Y sí: es de esas raras veces en las que las letras de las canciones están estrechamente vinculadas con la historia que sucede en pantalla. Por su selección de música ya existente y los retos que han afrontado sus compositores para los tracks de nuevo cuño, el conjunto de Comanchería merece un lugar destacado entre lo mejor del año. De lo más escuchado en nuestra lista de reproducción.
7. Abel Korzeniowski, por ANIMALES NOCTURNOS
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Pese a ser la banda sonora más tardía del año (vimos el film a principios de diciembre), las notas de Korzeniowski dejan poso. Wayward Sisters, el primer track, es tan refinado como un melodrama en blanco y negro. Lo que sigue a ese corte son cuarenta minutos de música vaporosa, digna seguidora del mejor Badalamenti. De origen polaco, ya vinculado a Tom Ford desde Un hombre soltero, Korzeniowski merece pasar a la primera división de la música para cine con la que sin duda se trata de su mejor composición. Una banda sonora que parece "ya escuchada" sin serlo, justamente esa confusión que necesita la trama esquizoide de Animales nocturnos. No tardarán en salirle imitadores.
6. Masakatsu Takagi, por EL NIÑO Y LA BESTIA
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No siempre se valoran las bandas sonoras de los films de animación, más allá de los cartoons musicales. Con un regusto cien por cien oriental, Takagi compone un soundtrack largo, hábil en sus metamorfosis, convincente cuando ambienta la épica del niño que es obligado a sobrevivir en un mundo paralelo habitado por monstruos. Entre la adultez y lo naïf, lo épico y lo íntimo, la exageración manga y la síntesis de un haiku. Magia musical, en definitiva, para una de las cintas animadas más bonitas de la temporada. Takagi ya trabajó con Hosoda para Los niños lobo, y esa experiencia se traduce aquí en un soundtrack más dilatado y mejor ejecutado. Joe Hisaishi ya tiene discípulo.
5. Alberto Iglesias, por JULIETA
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El tándem Iglesias-Almodóvar sigue regalándonos grandes trabajos orquestrales. Sin un hilo conductor musical definido, la banda sonora de Julieta va mutando según el momento, adaptándose a las vicisitudes que el personaje encaja en cada momento de su vida. En consonancia con la negrura del film, el compositor donostiarra firma algunos de sus tracks más tenebrosos, mientras que en otros explota su vertiente más onírica (la famosa escena del ciervo). Sin olvidar que el metraje se abre con unos títulos de crédito en un fondo rojo, siempre al son de una melodía intimista, pieza indefectible del mejor Iglesias. Si Julieta es un film de renuncias y fantasmas, bien puede decirse que su soundtrack se debate de la misma manera entre lo íntimo y lo explosivo, lo luminoso y lo oscuro. Suerte que el Si no te vas de Chavela Vargas nos brinda una catarsis que la música de Iglesias, por imposiciones del guión, no nos puede ofrecer.
4. Ennio Morricone, por LOS ODIOSOS OCHO
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Tarantino había insertado diversos tracks de su idolatrado Morricone en películas anteriores, pero nunca había contado con una banda sonora original del mítico músico italiano. Esta relación de admiración-onanismo cinematográfico se tradujo en un Óscar con sabor honorífico para un Morricone que, conjurado con los instrumentos más graves de la orquestra, crea uno de los hilos musicales más rotundos del curso. En Los odiosos ocho hay muchos silencios y diálogos, pero todo se transforma cuando el cineasta de Knoxville se limita a filmar las llanuras nevadas con los acordes violentos de Morricone. Puede considerarse que el soundtrack, en su conjunto, vive de las rentas que le ofrece L'ultima diligenza di Red Rock, pero dicha pieza es tan mayestática (siete minutos vibrantes) que sus notas cortan con la fuerza de todas las armas que empuñan los ocho bufones hijoputescos del director de Kill Bill. Un soundtrack que ya es historia del cine y de la música.
3. Jóhann Jóhannsson, por LA LLEGADA
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Jóhansson es el compositor de moda. Tras sus nominaciones al Óscar por la melódica La teoría del todo y la amenazante Sicario, el artista de origen islandés muy probablemente concatenará nueva candidatura con esta maravilla, uno de los psicotrópicos musicales más imponentes del año. Afín al ruido y a la electrónica elegante, la música de La llegada aporta la rareza, la amenaza y la épica intimista necesaria para una película que, en todos sus apartados, es única en su especie. El primer corte parece un descarte de Burial, Heptapod B tiene halo del mejor Reznor y Ross, y el resto de tracks construyen una nebulosa auditiva sumamente contagiosa. En el caso del film de Villeneuve, cuesta disociar imágenes y sonidos, por mucho que sus notas a veces resulten invasivas, incluso terroríficas. Jóhansson amplía los horizontes de la expresión musical, a la vez que el cineasta canadiense ha dado a la ciencia ficción una de sus cumbres más intimistas. Para escuchar y reescuchar en loop constante.
2. Carter Burwell, por CAROL
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Las notas de Burwell, como esas motas de rocío que empañan los cristales del taxi que coge Therese y del coche que conduce Carol, se resisten a desaparecer de nuestra retina pese a su fragilidad, como si las reminiscencias musicales del film, a imagen y semejanza de la pulsión amorosa de sus protagonistas, se magnificasen por efecto del frío y de la melancolía. Desde el primer barrido de cámara en la estación de tren, Burwell embelesa nuestras orejas con un soundtrack de piezas breves pero intensas. Una banda sonora que toma el candor del mejor Philip Grass, pero que prescinde de la ampulosidad romántica que afecta al compositor de Las horas. Y entre track y track, Burwell inserta variaciones de su Opening y acude a temas clásicos (música de cámara, medios tiempos, canciones jazzísticas) para configurar la atmósfera intimista e introvertida de la película. De brillante para arriba.
1. Cliff Martínez, por THE NEON DEMON
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The Neon Demon es el ejemplo más evidente de cómo una música puede elevar unos fotogramas a los mismísimos altares. Las piezas de Martínez podrían sonar en una discoteca repleta de zombis, ambientar una noche de contactos alienígenas, explicar en clave de "beats" los efectos de ciertas sustancias alucinógenas o amenizar una sesión de ouija. Si The Neon Demon es un monumento a la vacuidad con forma pero sin fondo, Martínez se entrega con vehemencia y fe ciega a esa filosofía autoral: sus cortes suben como las burbujas de un champán para, al término del soundtrack, estallar y desaparecer. Pero si el film del danés más polémico de todos los tiempos (con permiso, claro está, del señor Von Trier) es una visita al tren de la bruja, nada mejor que subirse al vagón de la mano de una música flipada y flipante. La obra de Cliff Martínez merece considerarse uno de los cénits del siglo junto a los soundtracks de Mad Max: Furia en la carretera, Perdida, La red social o It Follows. Electrónica ingrávida con final pop a ritmo de Sia.
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