martes, 11 de octubre de 2016

SITGES | CRÓNICA - DÍA 5


Día 5: Entre surcoreanos y directores noveles

El público de Sitges respira cine surcoreano. El extraño de Na Hong-Jin y La doncella (The Handmaiden) de Park Chan-Wook han aterrizado en calidad de fenómeno festivalero: por algo estamos ante las esperadas obras de dos de los directores más importantes de su país. Como ambas llegarán pronto a las salas españolas, Cinoscar & Rarities les dedicará una reseña extensa en breve. Dejando de lado nombres consagrados, este martes lo hemos consagrado a las óperas primas, dos de ellas locales. También hemos guardado un espacio de nuestro abultado calendario de proyecciones para Trash Fire, uno de los "fetiches" del certamen. Allá vamos.

Autohead, de Rohid Mittal (India). Sección Noves Visions One

AUTOHEAD, de Rohid Mittal. En Bombay, un equipo de cine sigue los pasos de un conductor de bicitaxi para rodar un documental. El hombre cree que los cineastas han visto en él un talento oculto, pero los fotogramas que graban (lo que vemos en pantalla) revelan las miserias del protagonista, un hombre gris y solitario. La película muestra las pequeñas frustraciones del personaje con su madre, sus clientes y su chica, y al final acaba filmando su faceta asesina, casi siempre en planos secuencia rodados a bastante distancia de los sucesos. El conjunto, si bien resulta una suerte de reversión insulsa del found footage o film casero, nos acerca una ciudad masificada en la que la vida se entiende en términos de supervivencia. Incluso los monólogos del protagonista en los que alaba las estrellas del cine de Bollywood, basado en el patrón reduccionista de héroes y villanos, se presta a interesantes reflexiones. Al final el espectador siente entre rechazo y lástima por un tipo tan miserable, por lo que su transformación apela a un discurso social más profundo de lo que podría parecer a simple vista. Con todo, es una pena que la cinta tenga que ceder a unas formas tan caducas para inscribirse "por los pelos" en los submundos del cine fantástico: una apuesta más austera y con un humor menos ridículo le hubiera beneficiado muchísimo (aunque para eso siempre podemos rescatar el Taxi Teherán de Jafar Panahi). Tampoco le hubiera venido nada mal un poco de ritmo: se oían algunos ronquidos en la sesión de las 8:30h. de la mañana. Una posibilidad de oro para acercarse al cine indio, bastante oculto en las carteleras europeas y cuya esencia ha quedado totalmente manipulada por cintas falsarias, todas ellas anglohablantes, como el Slumdog Millionaire de Danny Boyle. 

Rodaje de El ataúd de cristal, de Haritz Zubillaga (España). Sección oficial, Sesión especial.

EL ATAÚD DE CRISTAL, de Haritz Zubillaga. La limusina es mucho más elegante que un bicitaxi. Ese es el escenario de esta película española de bajo presupuesto que se ha proyectado esta mañana en la sala Tramuntana. La película presenta una actriz a punto de recibir un premio honorífico por toda su trayectoria. La limusina que debe llevarla al teatro donde se celebra la gala será finalmente el ataúd del título, el reducidísimo espacio donde alguien, no diremos quién, ejecuta una macabra venganza contra la protagonista. Con esta premisa, la cinta adolece de falta de credibilidad desde el minuto uno (nada justifica un texto y un contexto tan surrealista), y tampoco ayuda el hecho de que desde la butaca el público intuya que las escenas se rodaron con cromas tirando a cutres. La venganza siempre llama nuestra atención (es uno de los temas que vehicula toda la historia del cine, no sólo del fantástico) y hemos visto cintas más mediocres en Sitges (peores... y con más recursos), pero El ataúd de cristal es un "casi desastre" (nótese el eufemismo), apto únicamente para sesiones nocturnas y fans acérrimos de la ficción macabra. La cinefilia y las buenas intenciones de Haritz Zubillaga se notan en cada plano, aunque carezca de estilo: sólo por eso, cuesta usar adjetivos más lapidarios para describirla. Si Sitges no fuera un cajón de sastre, este ataúd de lets, sadomasoquismo y monstruo final quedaría enterrado en algún festival paralelo como el Fangofest de Amposta o el Cardoterror de Cardedeu.

Rodaje de Salvación, de Denise Castro (España). Sección Noves Visions Plus.

SALVACIÓN, de Denise Castro. Surgida como proyecto final del Máster oficial de la ESCAC, Salvación es la ópera prima de Denise Castro, así como el primer trabajo de casi todo su equipo técnico y artístico. En el film, la directora evoca de forma lírica su niñez, marcada por una cardiopatía que le obligó a estar largos meses en el hospital. El sueño de la niña era convertirse en vampiro para poder ser inmortal y volver a su vida normal, una fantasía que ahora se materializa en una película de inspiración romántica, muy personal, que toma recursos del cine fantástico para contar una historia íntima de amistad, amor y enfermedad. En la ficción, una niña que espera ser operada del corazón conoce a Víctor, un vampiro que habita una de las alas más restringidas del hospital. Humana y vampiro, como no podía ser de otra manera, interactuarán e incluso llegará a surgir entre ambos una atracción entre adulta e infantil. Rodada con muy pocos actores y en espacios muy medidos (¿dónde quedó la ESCAC de Tres dies amb la família?), seguramente estamos ante la película de aliento más juvenil de cuantas haya facturado la escuela de Terrassa. Con más cinefilia que cine, incluso con alguna escena que remite a referentes fácilmente identificables (hay un momento "robado" de la sueca Déjame entrar), la película transcurre errática, como si cada plano durara un par de segundos más de lo que debería. Por el camino, la premisa pierde carga poética y corre el riesgo de resultar un tanto inverosímil, aunque el conjunto se deja ver. Tal y como le sucede al film de Zubillaga, al debut de Castro le falta personalidad, la chispa que deberían tener las nuevas voces del fantástico español. Con todo, les deseamos un gran futuro por delante: hacer cine "fantástico" en España es un "drama", así que vamos a tomárnoslo en clave de "comedia".

Trash Fire, de Richard Bates Jr. Sección Noves Visions One.

TRASH FIRE, de Richard Bates Jr. Uno va a Sitges para ver películas fuera de lo común. Cabe imaginar que cuando los magnates de la industria norteamericana visionaron Trash Fire les entró un patatús, y por eso su lugar natural es el certamen cachondo por excelencia. Aunque a priori parece una entrega más de la comedia indie norteamericana, Trash Fire, protagonizada por el televisivo Adrian Grenier, es de un descaro y una explicitud pocas veces alcanzada. En ella todo se dice a bocajarro, sin filtros. Se pervierten los modelos habituales: la pareja protagonista no está muy enamorada, la familia de ambos no es nada adorable, la psicóloga en cuestión hace de todo menos ayudar, la abuela del chico es una auténtica cabrona... y en su colección de momentos bizarros está la escena de un coito en la que el hombre, en plena faena, sufre un ataque de epilepsia mientras la mujer, sorprendida por tanta sacudida, está a punto de alcanzar el orgasmo. Una combinación que al público del festival le ha entusiasmado (ha recibido el aplauso más prolongado que recordamos este año), aunque a los espectadores de multisalas les resultará demasiado desmadrada. Grosso modo, el tema que subyace a tanto disparate es el enésimo intento por satirizar-criticar el puritanismo de la Norteamérica profunda. Fionnula Flanagan, tras su ama de llaves de Los otros, rubrica otra "mala malísima" para enmarcar. Un festín para amantes de la "no lógica". Dará mucho que hablar en los foros de internet.

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