domingo, 31 de julio de 2016

CRÍTICA | GINGER SNAPS, de John Fawcett


GINGER SNAPS, de John Fawcett
3 nominaciones a los Genie Awards. Mención en el Festival de Toronto
Canadá, 2000. Dirección: John Fawcett Guión: Karen Walton, a partir de una historia de John Fawcett y Karen Walton Fotografía: Thom Best Música: Michael Shields Reparto: Emily Perkins, Katharine Isabelle, Mimi Rogers, Kris Lemche, Jesse Moss, John Bourgeois, Peter Keleghan, Danielle Hampton Género: Thriller. Terror Duración: 105 min. Tráiler: Link Elección de Miguel Martín
¿De qué va?: Dos hermanas de gustos un tanto particulares son atacadas por una extraña criatura en mitad de la noche. Ginger empieza a notar cambios en su cuerpo, mientras que Brigitte intenta que nadie se dé cuenta de la situación.


CRÍTICA ANAÍS MEDINA: Película de género que nos muestra como los monstruos no tienen que ser los que se transforman sino el entorno lleno de falsedad y arquetipos que no acepta “lo diferente”. Ginger y Brigitte son dos hermanas fuera de los convencionalismos de la ciudad donde viven. Consideradas unas inadaptadas por el resto, han creado un microcosmos propio donde el suicidio es un tema recurrente. En un intento de venganza contra una de sus compañeras, Ginger es atacada por un animal en el bosque hasta quedar casi al borde de la muerte…aunque la ponzoña lo que hace es transformarla en algo diferente. Su madre confunde ese estado por los cambios hormonales típicos del cambio a la adolescencia. A partir de ese momento su singularidad quedará empañada por sus instintos primarios alejándola de su hermana, que buscará a toda costa una solución para lo que le pasa. De forma paulatina Brigitte abandonará su rol pasivo y dependiente para enfrentarse a aquello que le da miedo, que en esos momentos también es su hermana. ★★★½


CRÍTICA XAVIER VIDAL: Es difícil llamar la atención del panorama internacional trabajando desde los márgenes de la industria y con presupuestos reducidos. Algunos nombres consiguen superar las adversidades, y entre ellos cabe sumar John Fawcett, un realizador canadiense que sorprendió a todos hace ahora 15 años con Ginger Snaps, actualización de la licantropía para públicos que habían consumido con gusto todo el slasher noventero y alrededores. Del film derivaron dos secuelas y nadie duda que la franquicia abrió ciertas puertas dentro del cine fantástico, pasando del infantilismo de no hace tanto al gore sin aspavientos. Honores merecidos pero, eso sí, muy exagerados tratándose de una película que, en esencia, se muestra bastante torpe a la hora de unir los cambios de la adolescencia con la metáfora sanguinaria que despliega la trama. Sorprende que personajes tan paródicos, casi patéticos, como los de la madre y el novio calaran en su momento tan hondo entre ciertos circuitos. En Ginger Snaps todo es esquemático, torpe, ridículo. Ni causa miedo ni produce risa. Y en el otro lado de la balanza, hay que reconocerle una dirección de actores sólida y un sabio uso de los recursos técnicos. En definitiva, una película con ciertos méritos, muy alejada de mis gustos cinéfilos e, intuyo, bastante olvidable tras el "hype" de su estreno. ★★½


CRÍTICA ISIDRO MOLINA: Hay un momento en Ginger Snaps en el que uno de los protagonistas, creo que el porreta, barajando las posibilidades para dar solución a los arrebatos licántropos de la Jengi (que si balas de plata, que si plantitas homeopáticas inútiles…), acaba diciendo algo así como que esto es la vida real y que no hay que seguir las normas de Hollywood. Automáticamente mi cerebro, fan número cuatro de Kevin Williamson (el uno sería exagerar), se acuerda de sus guiones y piensa: “joder, cómo habría molado que el tito Kevin hubiera escrito una sátira chorra de las suyas sobre hombres lobos, tal como hizo con el slasher y Scream o las invasiones extraterrestres y The Faculty (para el que escribe, dos guiones magistrales). Hasta que, de repente, uno cae en que Williamson escribió precisamente un guión sobre hombres lobos tan chorra y tan cutre que acababa por descojonarte, esa Cursed (La maldición) dirigida por Wes Craven de la que pocos quieren acordarse. Y con esa sonrisa de tonto de “qué mala era la jodida, pero qué gracia tenía”, mi cerebro vuelve a Ginger Snaps y le da por echar de menos lo que mejor manejaba aquella: el sentido del humor. Ginger Snaps como cinta de terror cutre y aleatoria que ves una madrugada está bien, pero no puedes ser tan cutre y tomarte tan en serio. A Ginger Snaps le sobra drama fraternal y le falta caspilla y grasa de no lavarte el pelo una semana. Que ojo, la tiene, pero le falta más roña. Con todo, estas galletas de jengibre rancias no se indigestan demasiado, pero, si sobran, se las echo al perro. ★★½

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