sábado, 21 de mayo de 2016

CRÍTICA | LOS AMANTES DEL PONT-NEUF, de Leos Carax


LOS AMANTES DEL PONT-NEUF (LES AMANTS DU PONT-NEUF), de Leos Carax
EFA a la mejor actriz, fotografía y montaje. Nominada a 2 César y 1 Bafta
Francia, 1991. Dirección y guión: Leos Carax Fotografía: Jean-Yves Escoffier Música: VV. AA. Reparto: Juliette Binoche, Denis Lavant, Klaus-Michael Grüber, Daniel Buain, Marion Stalens, Chrichan Larson, Edith Scob Género: Drama social. Romance Duración: 120 min. Tráiler: Link Especial Leos Carax. Cinoscar Summer Festival 2016: Película de inauguración
¿De qué va?: Dos vagabundos se encuentran en el Pont-Neuf de París. Él es un artista circense adicto al alcohol. Ella es una pintora que está perdiendo la visión. Entre ambos surge una curiosa relación de solidaridad y de amistad. Mientras, el puente que los cobija sigue en ruinas y no parece que haya posibilidades de que ambos puedan mejorar su situación.


Los amantes del Pont-Neuf ocupa por méritos propios una plaza de honor en la lista de obras malditas del cine reciente. De hecho, su concepción fue tan tortuosa que es casi un milagro que el film haya llegado hasta nuestros días. Tras un rodaje eterno, cambio de productores, decorados desperdiciados, actores lesionados y unas pérdidas económicas incalculables, Leos Carax afianzó su leyenda con esta historia de amor a contracorriente. Un título marcado por la desdicha y, paradójicamente, el mayor éxito de taquilla y uno de los trabajos más laureados de su director. Los amantes del Pont-Neuf, con sus sombras, sus bajas pasiones y su montaje a trompicones sigue en pie para alegría de unos y disgusto de otros tantos. Un film que no instaura ninguna constante, que no abre ningún género, que no pasará a los anales de la historia... pero que encierra un mundo en sí mismo. Cine, en definitiva, de primerísimo nivel. 


Los amantes del Pont-Neuf es seguramente el film más accesible de Carax o, al menos, el que sigue en mayor medida los esquemas del drama romántico. Con todo, la experimentación de su artífice se hace patente en cada fotograma, hasta el punto que su historia parece seguir una lógica sensorial antes que una verdadera progresión narrativa. Carax no presenta a sus personajes, apenas indaga en su pasado, y a cambio nos ofrece momentos de auténtica sinergia cinematográfica: música, fotografía y montaje se alían para parir una especie de sinfonía extravagante, con espacio para la música clásica y hits contemporáneos, cámara al hombro y planos fijos. Se diría incluso que Carax rueda por intuición, sin más concierto que el caos absoluto: ello explicaría que, tras un arranque onírico (los títulos de crédito en el túnel subterráneo), la película vaya saltando libremente al documental (la visita al centro social), al drama de denuncia (la presentación del puente) y al romance entre parias. Todo, cómo no, de forma ilógica, y seguramente por ello lleno de fuerza y coherencia. Los amantes del Pont-Neuf se revela aquí como una historia de seres imperfectos y al mismo tiempo como una película que pasea sin complejos sus imperfecciones, haciendo de sus carencias una virtud. Artimañanas, sin duda, sólo al alcance de los genios.


Otra de las virtudes de Los amantes del Pont-Neuf es su capacidad para unir forma y fondo. Carax es consciente que su historia se sitúa muy cerca de lo kitch y de lo miserabilista, pero nunca cruza esas líneas rojas. El director no deja que la construcción de una atmósfera reste a la historia. Los amantes del Pont-Neuf, como resultado, resulta un ejercicio lírico pero sin subrayados, misterioso a la vez que accesible, extravagante pero también racional. Y de esa unión surge una de las metáforas más poderosas de cuantas haya dado el cine moderno: el Pont-Neuf del título. Un puente que, a pesar de llevar el adjetivo "nuevo" en su título, lo encontramos en ruinas. Un puente que es personaje y espacio. Un puente que es refugio y al mismo tiempo cárcel. Un puente que simboliza el estado de desidia y depresión que embarga a sus amantes. Un puente que es testigo de una historia de unión, marcada en mayor medida por la necesidad que por el amor. Y, de haber amor, este se expresa de forma inconsciente, casi infantil, y por ello condenado al fracaso. 


A esa imagen del puente destruido y de los amantes que interpretan de forma excelente Denis Lavant y Juliette Binoche nos acogemos para abrir el Cinoscar Summer Festival 2016. Un puente que ahora hacemos nuestro y por el que desfilarán infinidad de películas y directores. Una imagen, además, que podría representar perfectamente la voluntad de acercarnos entre nosotros y al mismo tiempo la imposibilidad de culminar esos lazos. ¿Acaso nuestro festival no es eso: un punto de contacto entre cinéfilos, pero con las limitaciones de "lo virtual"? Pero quedémonos con la parte positiva: la voluntad de tender puentes es lo que cuenta. Una oportunidad de oro para descubrir o revisionar películas tan libres como Los amantes del Pont-Neuf. Porque todos los films que habéis elegido forman parte de los cimientos de este puente de celuloide.  


¡Disfrutad muchísimo del Cinoscar Summer Festival 2016!

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