jueves, 12 de mayo de 2016

CRÍTICA | CE VIEUX RÊVE QUI BOUGE, de Alain Guiraudie


CE VIEUX RÊVE QUI BOUGE, de Alain Guiraudie
Festival de Cannes 2001: Sección Quincena de Realizadores. Premio Jean Vigo al mejor cortometraje
Francia, 2001. Dirección y guión: Alain Guiraudie Fotografía: Emmanuel Soyer Reparto: Pierre Louis-Calixte, Jean-Marie Combelles, Jean Ségani, Yves Dinse, Serge Ribes, Jean-Claude Montheil, Rui Fernandes, Jérôme Mancet, Laurent Lunetta Género: Drama. Mediometraje Duración: 50 min.

El cineasta Alain Guiraudie empezó a ser famoso entre nosotros gracias a El desconocido del lago, una de las películas más comentadas del Festival de Cannes 2013. Director de obras de temática LGTB, abiertamente homosexual y muy influenciado por sus orígenes rurales, su filmografía cuenta con numerosos títulos de interés, entre los que destaca el corto La force des choses y el largometraje Le roi de l'évasion, que algunos recordarán por su participación en la sección oficial de Gijón 2009. Ce vieux rêve qui bouge, mediometraje que estrenó en el Cannes de 2001, es seguramente una de sus mejores producciones. Una obra fascinante que el BAFICI, el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, tuvo a bien de rescatar y de subtitular al castellano en su edición de 2014.


Ce vieux rêve qui bouge, que podría traducirse como "Los viejos que sueñan con huir", cuenta el devenir de una fábrica a punto de ser cerrada y desmantelada. En ese escenario deprimente irrumpe Jacques, un obrero que deberá comprobar el funcionamiento de las máquinas y proceder a su desmontaje para su posterior aprovechamiento. Guiraudie filma el trascurso de una semana, y lo hace mediante planos fijos, fotogramas repetidos, escenarios desnudos y personajes que se mueven con lentitud, con pena y sobre todo con miedo al futuro que les espera ante el inminente cierre de la nave. Aunque los personajes apenas articulan palabra, la acción avanza gracias a los diálogos de la película, una estrategia que dota al film de un sentido elegíaco y al mismo tiempo cómico. Queda, en resumen, la sensación de haber asistido a un fin de ciclo, a una reunión de compañeros de trabajo no demasiado bien avenidos que pasean por las ruinas de lo que antaño fuera su principal medio de vida. 


En paralelo, Guiraudie construye un sutil triángulo de amor gay. Jacques se siente atraído por el capataz, éste visita a Jacques siempre que puede pero nunca actúa en consonancia con sus supuestas intenciones, y entre ambos surge un tercer obrero, casado y ya mayor, que no es correspondido por el recién llegado. Con todo, la película nunca lleva a cabo sus pulsiones homosexuales, ya que los personajes expresan su sexualidad de forma tan abierta como cerebral. En este caso, la no consumación del deseo (apenas hay un amago de masturbación en una de las escenas clave) no tiene que ver con la presión del entorno: la trama, aunque sucede en una pequeña localidad de la Francia agrícola y podría apelar a una comunidad cerrada que frustrara la relación entre dos hombres, utiliza su escenario como recurso más metafórico que físico, actuando antes como símbolo que como realidad palpable. Guiraudie, por lo tanto, pone una dimensión sexual en un contexto asexuado, produciendo una notable sensación de extrañeza en el espectador. Normaliza, en otras palabras, aquello que otras películas tratan como un elemento diferenciador: la orientación sexual de sus protagonistas. Los personajes de Ce vieux rêve qui bouge son humanos y no desatan sus pasiones porque saben que el encuentro será fugaz y, a la postre, frustrante. Los avatares de la vida, de nuevo, aplastando las voluntades de unos y otros.


Con todo lo dicho, a más de uno le sorprenderá que Ce vieux rêve qui bouge sea descrita como una comedia lacónica. En realidad, la película no queda vehiculada a su historia homosexual (no puede descartarse la posibilidad de que algún espectador no repare en el citado triángulo gay hasta la última escena del film), sino a las confidencias cotidianas de sus personajes. Palabras que ayudan a hacerse una idea de la personalidad de los distintos obreros, pero que en esencia no desvelan nada realmente íntimo o comprometido de ellos. Así, el guión se ríe de las ansias de uno de sus protagonistas por comprarse un coche, del zumo de ciruelas que elabora uno de sus compañeros o de los tubos que otro roba de la fábrica sin explicación aparente. Además, Guiraudie crea extraños efectos cómicos en las escenas entre vestuarios (para quien quiera verlo, con una notable tensión homoerótica) y teje un conjunto de escenas en las que "no se cuenta nada y al mismo tiempo sucede todo".


En definitiva, Ce vieux rêve qui bouge es una de las mejores obras de Alain Guiraudie. Pocas veces 50 minutos dan para tanto. En España sigue inédita: por algún extraño motivo, el rodaje y la distribución de mediometrajes dirigidos por realizadores noveles es una costumbre en el país vecino, pero una rareza entre nosotros. Sólo queda esperar que la repercusión de El desconocido del lago, convertido ya en un clásico del cine LGTB, y la presentación en Cannes de Rester Vertical ayuden a recuperar toda la obra de Guiraudie, como consiguiera en parte El pequeño Quinquin con Bruno Dumont, otro desconocido al sur de los Pirineos. Este blog lo tiene claro: Ce vieux rêve qui bouge es uno de los grandes descubrimientos personales de este 2016. 

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