lunes, 21 de marzo de 2016

CRÍTICA | TECHO Y COMIDA, de Juan Miguel del Castillo


La cruda realidad
TECHO Y COMIDA, de Juan Miguel del Castillo
Festival de Málaga 2015: Mejor actriz y Premio del público. 5 premios ASECAN
Premio Goya, CEC, Forqué, Sant Jordi, Días de cine y nominación al Gaudí y Feroz a la mejor actriz protagonista

España, 2015. Dirección y guión: Juan Miguel del Castillo Música: Miguel Carabante y Daniel Quiñones Fotografía: Manuel Montero y Rodrigo Rezende Reparto: Natalia de Molina, Mariana Cordero, Jaime López, Mercedes Hoyos, Gaspar Campuzano, Montse Torrent, Natalia Roig, Manuel Tallafé Duración: 90 min. Género: Drama social Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 04/12/2015
¿De qué va?: Jerez de la Frontera, 2012. Rocío no tiene trabajo y no recibe ninguna ayuda. Ella y su hijo malviven con los pocos euros que Rocío gana repartiendo publicidad por la calle. El dueño de su piso amenaza con desahuciarla, una noticia que obligará a la joven a remover cielo y tierra para revertir su precaria situación.


Techo y comida, una de las grandes películas españolas del 2015 (si no la mejor), es uno de los retratos más certeros sobre las consecuencias de la crisis económica. Sin anestesia, sin rodeos y sin subrayados. El director Juan Miguel del Castillo se acerca a su entregada protagonista y al resto de personajes con respeto. El guión no pierde ni una línea en explicar el pasado de Rocío, una joven en paro con un hijo de ocho años y un piso del que lleva ocho meses sin poder pagar el alquiler. No la juzga: la sigue con cariño, en sus momentos más bajos y en sus pequeños instantes de esperanza. Natalia de Molina trabaja desde la contención. Ella es la película. Su cara es la viva imagen del cansancio. Da vida a una joven superada por las circunstancias que saca fuerzas de donde ya no queda absolutamente nada. Techo y comida es la historia de un conflicto personal y de una derrota social. La cámara filma a pocos centímetros de sus actores, pero no fuerza ninguna situación ni cede al miserabilismo que suele afectar a gran parte del cine social de nuestros tiempos. En definitiva, Techo y comida es una obra actual y reconocible, dirigida con tacto, escrita desde el compromiso e interpretada desde la comprensión. Algunas de sus escenas son tan dolorosas y producen tal indignación que consiguen concienciar y desarmar a cualquiera. Techo y comida es la crónica de una bajada a los infiernos: arranca con la protagonista entre lágrimas, incapaz de conciliar el sueño, y termina con los planos de una casa vacía mientras Rocío y su hijo Adrián desaparecen de la escena al enfilar un camino tortuoso, simbólicamente empinado y repleto de basura. La película consigue que el espectador no quede impávido ante tal injusticia. Como dijo De Molina al recoger el premio Forqué: ¡techo y comida para todos!


Para ciudadanos sensibles
Lo mejor: De Molina y la escena del abrazo en la calle.
Lo peor: Que no haya tenido la visibilidad que se merece.

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