jueves, 22 de octubre de 2015

CRÍTICA | MUERTOS DE RISA, de Álex de la Iglesia


Cuando hacer reír no hace ni pizca de gracia
MUERTOS DE RISA, de Álex de la Iglesia
España, 1999. Dirección: Álex de la Iglesia Guión: Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría Fotografía: Flavio Martínez Labiano Música: Roque Baños Reparto: Santiago Segura, El Gran Wyoming, Álex Angulo, Carla Hidalgo, Eduardo Gómez, José María Íñigo, Uri Geller, Manuel Tallafé, Jesús Bonilla, Ramón Barea, Sancho Gracia, Rodolfo Sancho, Alfonso del Real, María Asquerino, Antonio de la Torre, Narciso Ibáñez Serrador, Víctor Manuel, Massiel, Antonio Resines, Rosanna Walls, Fede Celada, Josema Yuste Género: Comedia negra Duración: 105 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 12/03/1999
¿De qué va?: Nino y Bruno forman una pareja cómica de éxito. A lo largo de los años, han actuado en infinidad de galas y han hecho reír a todo el país. Nadie sabe que ambos se odian. En una gala de Nochevieja, los dos salen a escena con la intención de matar al otro.


Muertos de risa es el antecedente directo de Balada triste de trompeta. En ambas películas, la rivalidad entre dos payasos sirve para repasar los hitos televisivos, las canciones y los acontecimientos históricos que marcaron la España anterior y posterior a la muerte del dictador. Muertos de risa, que en su momento logró un enorme éxito de taquilla, es una comedia negra que describe con mucha mala baba las bambalinas del mundo del espectáculo a partir de un dúo cómico que encarna las dos Españas enfrentadas. Bruno (El gran Wyoming) alcanza la fama propinando bofetadas a Nino (Santiago Segura); y Nino, harto de ser el hazmerreír del público, intenta vengarse a la mínima que puede. De la Iglesia, sirviéndose de un contexto corrupto y kitch, critica la tendencia ibérica (o tal vez humana) al odio y a la envidia, hasta tal punto que, lo que en la realidad sería una crónica negra sin espacio para el humor, en el circo del director vasco se convierte en un placer culpable que potencia la catarsis del espectador (algo parecido, aunque con formas muy distintas, a lo visto recientemente en Relatos salvajes de Damián Szifrón). De la iglesia carga el film con numerosas situaciones peripatéticas, pero sus salidas de tono casi siempre funcionan. Balada triste de trompeta helaba la comisura de los labios, pero Muertos de risa, en sus mejores escenas, lleva a la carcajada. Una pequeña genialidad que termina con un momento inolvidable: Bruno revive a Nino con otro manotazo porque, en el mundo miserable que han construido, el odio que se profesan les destruye, pero también les retroalimenta. Crítica afilada revestida de puro cachondeo. O lo que es lo mismo: De la Iglesia en estado de gracia.


Para los que saben reírse de sus miserias (o quieren aprender a hacerlo).
Lo mejor:  La visita de Álex Angulo a las casas de los protagonistas.
Lo peor: En algún momento cae de forma inevitable en el exceso.

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