jueves, 29 de octubre de 2015

CRÍTICA | EL CLUB, de Pablo Larraín


Pecadores sin penitencia
EL CLUB, de Pablo Larraín
Festival de Berlín 2015: Gran premio del jurado
Festival de San Sebastián 2015: Sección Horizontes Latinos. Representante chilena a los Óscar 2016
Chile, 2015. Dirección: Pablo Larraín Guión: Guillermo Calderón y Daniel Villalobos Fotografía: Sergio Armstrong Reparto: Roberto Farias, Antonia Zegers, Alfredo Castro, Alejandro Goic, Alejandro Sieveking, Jaime Vadell, Marcelo Alonso Género: Drama Duración: 95 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 09/10/2015
¿De qué va?: Cuatro hombres viven en un pueblo costero perdido en mitad de la nada. Una cuidadora controla todos sus pasos. Un día irrumpe un quinto huésped en la casa, pero su llegada termina en tragedia. El misterioso lugar es en verdad un centro de rehabilitación para curas que han sido castigados por las autoridades eclesiásticas. Con el fin de poner orden y evitar escándalos, un nuevo hombre llega a la residencia dispuesto a valorar el estado de sus internos.


Tras analizar en conjunto todas las producciones que cursaban dentro del apartado Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián, da la sensación de que el último cine suramericano se erige sobre una destrucción de los modelos (sociales, culturales, políticos, incluso morales) que han imperado en los últimos años, a la vez que intenta dilapidar los parámetros cinematográficos establecidos (el cine social según sus constantes tipificadas o el thriller comercial). Lo dicho podría servirnos para hablar de la venezolana Desde allá, la argentina El clan o la mexicana 600 millas, pero resulta especialmente recurrente utilizar estos términos para introducir la chilena El club, tal vez la película de vocación más incómoda de toda esta constante. 


Pablo Larraín, el gran renovador del cine de su país, arroja en El club un arma de destrucción masiva que pone sobre la mesa un debate pocas veces tratado en el cine: ¿qué hacemos con aquellas personas que deciden llevar una vida en contra de las normas de su comunidad? ¿dónde está el límite entre el deseo (la pulsión sexual) y la psicopatía (por ejemplo, la pedofilia)? Aunque El club pueda parecer un esputo hacia la institución eclesiástica, en verdad la película prefiere ponerse el mundo por montera e ir a la contra de cualquier convención: por eso, asuntos tan graves reciben en la ficción un tratamiento humorístico, demostrando que los límites entre lo tenebroso y lo legítimo son muy borrosos, al mismo tiempo que el público no sabe cómo responder ante tanta transgresión (el espectador pasa de la risa festiva a la vergüenza más violenta en apenas segundos).


Con estos antecedentes, y a pesar de ser la obra más representativa de su cinematografía, incluso de su año y de su continente, El club me parece una película incendiaria en exceso. No simplifica ni minimiza su drama, pero hay momentos en que Larraín violenta tanto al espectador que da la sensación de que sus horripilantes personajes quedan, si no justificados, ligeramente parapetados bajo el espejo deformado de su guión. El club resulta una película menos crítica y más gratuíta de lo que podría parecer a simple vista, aunque habrá quien defienda que el microcosmos de la historia es un reflejo certero de nuestro tiempo. Sea como sea, El club es mordaz, cínica, impúdica y un poco vehemente. Pero como no es lo mismo revolver el estómago del respetable en el patio de butacas que mover conciencias, pongo muy en duda, no la dureza, pero sí la eficacia del discurso suicida de El club.


Para conocer nuestra parte más animal (y sentir miedo de uno mismo y de los demás).
Lo mejor: Emprende riesgos, y eso siempre se agradece.
Lo peor: No es explícita en imágenes como los últimos trabajos de Noé y Von Trier, pero sí tiene un lenguaje impúdico que puede herir sensibilidades.

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