miércoles, 12 de agosto de 2015

CRÍTICA | GUADALQUIVIR, de Joaquín Gutiérrez Acha


GUADALQUIVIR, de Joaquín Gutiérrez Acha
Largometraje nº 03: Cinoscar Summer Festival 2015: Sección fuera de concurso
Elección de Kosti Bgy
España, 2013. Dirección:  Joaquín Gutiérrez Acha Guión: Fernando López-Mirones Género: Documental. Naturaleza Tráiler: Link
¿De qué va?: El cauce del Guadalquivir ofrece una de las mayores variedades de flora y fauna del mundo. Convertido en uno de los espacios naturales más importantes del país, el documentalista Joaquín Gutiérrez Acha nos acerca el esplendor del Guadalquivir como nunca antes se había hecho en la gran pantalla. Una narración poética, una alabanza a la naturaleza y una carta de amor al Guadalquivir, con la voz de Estrella Morante y algunos de los paisajes y de las estampas más bellas de Andalucía, España y Europa.
Palmarés: Nominación al Goya al mejor documental.


RESEÑA MAYRA: Guadalquivir tiene como protagonista un río, los paisajes de su entorno y su fauna. Este documental es un encuentro con la naturaleza que nos ofrece hermosos paisajes con potentes imágenes, y una narración un tanto poética, aunque por momentos sobran las palabras (eso de que una imagen habla más que mil palabras a veces resulta ser muy cierto, y debería tenerse en cuenta). Un audiovisual que seguro gustará a los más amantes de la naturaleza y la fauna; y a los que no, tal vez no les gustará tanto, aunque está claro que esos bonitos paisajes no dejan indiferente. 

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RESEÑA ISIDRO: Guadalquivir es un canto al río grande de Andalucía, un homenaje a la vida que se nutre de su caudal desde la Sierra de Cazorla hasta su desembocadura en Sanlúcar. Y digo canto y homenaje y no documental porque como documento tiene poca, ninguna relevancia. Definir Guadalquivir como un documental de vida salvaje sería un error, porque los cuatros datos sobre la fauna y la flora del río que va soltando los entremezcla sin mucho norte con algunos apuntes culturales en una narración con pretensiones poéticas que reparte metáforas como chicles. A Gutiérrez Acha no le interesa la vida del lince o del zorro, él prefiere quedarse con “qué bonito es el lince, qué bonito es el zorro, y de qué forma tan poética lo digo” en un intento de señalar la importancia de este río para toda esta fauna. Y ojo, me parece lícito, y más cuando lo filma todo con tanto gusto y nos deleita con imágenes verdaderamente bellas. Pero, en su afán laudatorio, el tono lírico se le va de las manos y la narración resulta sobrecargada, cansina y hasta arbitraria, por lo que parte del poderío de las imágenes acaba diluyéndose en perlas como: “[el zorro] no bebe para olvidar, sino para recordar que sigue vivo”… ¡Y te quedas tan pancha, Estrella! Menos mal que al final nos regalas un poquito de tu arte, porque vaya tortura escucharte sin pentagramas. Pero vamos, no quiero ponerme tan chungo, al final, por mucha metáfora facilona que nos suelte, acaba cumpliendo su objetivo, porque, ¡qué bonito es el lince, qué bonito el zorro, y qué bonito es el Guadalquivir, carajo!

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RESEÑA MIGUEL: “Cállate ya, Estrella Morente”. “Patada en la boca”. “¡Arghh!” “Mátame camión.” Son algunas de las frases que expelí viendo este documental; bello e impresionante, por otra parte. Las imágenes del Guadalquivir y toda su área cercana son majestuosas, y generan muchas ansias por visitar la zona. Pero a alguien se le ocurrió la buenísima idea de regurgitar una narración más que petulante, hortera y crispante que dejaron en voz de Estrella Morente. Una voz que cantará muy bien (todavía no he tenido el gusto), pero que eligió atrozmente un tono de sufrimiento heroico que consigue que deseemos que todos los animales protagonistas la devoren lentamente. No logré desviar la atención de la pseudopoética voz en off y no fui capaz de centrarme en lo que debiera: la grandeza del Guadalquivir, sus marismas y sus habitantes, que por otro lado son el ejemplo perfecto de lo cruel de la naturaleza. Será que yo soy más sensible con los años, pero sufrí por cada conejo asesinado, cada ciervo perseguido impunemente, o cada pequeño insecto devorado de un bocado por alguien más grande. 

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