domingo, 21 de junio de 2015

CRÍTICA | CUANDO PASAN LAS CIGÜEÑAS, de Mikhail Kalatozov


CUANDO PASAN LAS CIGÜEÑAS, de Mikhail Kalatozov
Largometraje del jurado nº 02: Cinoscar Summer Festival 2015
URSS, 1957. Dirección: Mikhail Kalatozov Guión: Viktor Rozov Duración: 85 min. Género: Drama Tráiler: Link Reparto: Tatyana Samojlova, Aleksei Batalov, Vasili Merkuryev, Aleksandr Shvorin, Svetlana Kharitonova, Konstantin Nikitin, Valentin Zubkov, Antonina Bogdanova, Boris Kokovkin 
Elección y presentación de Daniel Bermeo: En los últimos meses he ido descubriendo un cine que rebosa en genialidad, tanto en estética como en historia. La cinematografía soviética no sólo se limita a Tarkovski y su recital de obras maestras; en su largo pergamino se distinguen inmensas películas que retratan la vida misma con sumo cuidado y transmiten una visión poética de ella. Una de esas preciosas historias que combinan a la perfección esas cualidades es Cuando pasan las cigüeñas. Una película fascinante, llena de alma, que invita a admirar el talento de un tal Kalatozov mientras los ecos, las miradas, las complicidades y los ojos de los protagonistas, como sello dictador de las palabras, lo expresan todo. Un festín de planos y movimientos soberbios, con escenas que se quedan grabadas en la retina (pocas veces se disfruta de un lenguaje visual tan puro como éste), tanto como la exuberante belleza de una Tatyana Samojlova que quita el aliento. Un film que siempre recomiendo con energía.


RESEÑA MAYRA: Cuando pasan las cigüeñas muestra ese amor de juventud mágico por la inocencia de la edad, esa clase de amor que deja huella, sobre todo por volverse inconcluso debido a circunstancias adversas que escapan de las manos de los implicados. A la vez, también se enfoca en las secuelas internas y externas de la atroz guerra. Una despedida que nunca llegó, una nota que no fue leída y una patraña oculta son situaciones que recrean de manera interesante para el espectador esta trama que de a poco orillará a la protagonista a decisiones y acciones que luego la atormentarán. De hecho, me parece que la mayor parte del film recae sobre el personaje de Verónica, mientras vemos su desasosiego al no tener noticias de su novio, el dolor ante la pérdida y la frustración al sentir que no ha hecho las cosas bien. Hay escenas que se quedan grabadas en la memoria por el interesante uso de la fotografía y movimientos de cámara. 

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RESEÑA MIGUEL: A pesar de que no soy un experto en la cinematografía rusa (o URSS), sí que puedo discutir sobre la aparente frialdad de sus directores a la hora de plasmar el abanico de emociones humanas. Cuando vi por primera vez este film, me esperaba justo eso: otra película bélica con trasfondo melodramático que con gran probabilidad se antojaría fría como un témpano. Craso error. Lo que hace Mikhail Kalatozov en Cuando pasan las cigüeñas es un ejercicio malabar de cámara apabullante que consigue emocionar a cada plano. El director logra equilibrar el peso del romance desvanecido y desesperanzado con las etapas más bélicas. Todo el metraje es un juego de luces y de ángulos que son de verdadero lujo para cualquier cinéfilo hambriento de estilo. Además, las interpretaciones acompañan al mismo nivel su técnica operística, y convierten a la cinta en una gran pieza de cine soviético. Si queremos ser quisquillosos, podríamos hablar de ciertos momentos que rozan lo demasiado sensiblero y azucarado, pero yo estaba muy concentrado fijándome en los detalles de esta obra como para que eso me importase. Muy buena. 

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RESEÑA XAVIER: Por las inexactitudes del doblaje y de las traducciones, por lo general poco o nada cuidadas en la España de hace unas décadas, no sabemos si los pájaros que sobrevuelan los cielos en el último plano del film de Mikhail Kalatozov son ‘cigüeñas’, según el título español, o bien ‘grullas’, según su versión original. Sea como sea, la cinta, Palma de oro a finales de los 50, recurre a esa imagen del ave que discurre en libertad para celebrar el fin del armisticio, del sufrimiento del pueblo soviético durante la Segunda Guerra Mundial. El film nos cuenta el dolor con dos personajes jóvenes cuya relación queda truncada por la rutina del conflicto: él se ofrece como voluntario a trincheras, y ella inicia una espera que día a día, con los bombardeos de la gran ciudad, se torna descorazonadora. Tal vez por apelar a una figura muy recurrida (la de los jóvenes amantes), el film de Kalatozov termina por resultar excesivamente previsible o naíf, aun cuando se intuye en todo momento la crudeza de los sucesos (en este sentido, cabe destacar el sublime trabajo de fotografía). Con todo, disfrutándola 55 años después de su concepción, uno entiende perfectamente que la película dejase noqueadas a las audiencias de antaño, y que en Cannes resultase un alegato antibelicista muy recurrente para figurar en el palmarés. Uno de los títulos clave para acercarse a ese cine europeo que, aun contando con pocos medios, consigue la excelencia en todos sus apartados técnicos. 

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RESEÑA ISIDRO: Si no fuera porque no me imagino a Michael Bay viendo una película rusa de los años 50, diría que se sacó el argumento para Pearl Harbor de Cuando pasan las cigüeñas… aunque rompiendo una lanza a su favor, tenemos que admitir que el argumento de la rusa no deja de ser bastante sencillo (que no simple), por lo que hasta Bay podría haber ideado esa historia por sí solito (toda esta gracia se va a la mierda en el momento en que te das cuenta de que el guiÓn no lo ha escrito él, pero me la vais a permitir, ¿no?). La diferencia es que mientras el Miguel americano lo utiliza para desarrollar un culebrón bélico cargado de efectismos donde la guerra es un vehículo para la gloria, su tocayo ruso se fija en las desgracias de la guerra para aquellos que la viven desde sus casas, en la eterna espera y en el sentimiento de culpa de una mozuela atormentada por haberle sido infiel a su chorbo. Y la verdad es que el retrato de la pena de esta mujer, que da para copla de León y Quiroga, está muy bien desarrollado, y muy bien interpretado, en un papel con muchas aristas. Merece ser destacada también la sensibilidad de algunas secuencias, como el emotivo traveling que recoge la despedida de los soldados, el final o la escena de la infidelidad, solo insinuada, al son furioso del piano y las bombas entre cristales rotos y escombros (y polvo, que también lo hubo… ahí lo dejo). Vamos, salvando algunos detalles secundarios, una película muy correcta y muy bonita.

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