lunes, 23 de febrero de 2015

OSCARS 18: BIRDMAN (2015)


La noche de Alejandro González Iñárritu. Si por algo recordaremos la gala de los Óscar 2015 es por el triunfo de un director (mexicano) asentado en la industria (norteamericana). Los cronistas simplificaron la lucha por la estatuilla como una pelea entre las tres 'B' (Boyhood, Birdman y 'Budapest'), y la damnificada fue la cinta de Linklater. Pero no os asustéis: no vamos a escribir la clásica crónica de los Óscar en la que se alaba a los ganadores, se cita en minúsculas a los perdedores y se critica a gusto la tarea del host (aunque ganas no nos faltan: Neil Patrick Harris estuvo, por decirlo de forma suave, 'descafeinado'). Bienvenidos a las 6 verdades de estos Óscar (pese a todo, y pese a quien le pese).




1. UN AÑO... ¿SIN FAVORITOS?: Boyhood entusiasmó a la crítica de medio mundo (tampoco había para tanto revuelo), se puso a los Sindicatos en el bolsillo y tenía el suficiente bagaje de premios como para llegar a la alfombra roja en calidad de virtual ganadora. Era la favorita, aunque con muchas comillas de por medio, y seguramente será el film que mejor aguantará el paso del tiempo, el título que recordaremos con la sonrisa más ancha. Con todo, los Óscar tienen su estructura interna (la mayoría de los votantes son actores), y pesó el hecho de que Linklater siempre haya sido, en esencia, un 'outsider'. Iñárritu, en cambio, llevaba una década establecido en Hollywood (todos sus films han aspirado a premio), y sólo necesitábamos repasar la lista de invitados y presentadores de la gala para darnos cuenta que la mayoría conocían o habían trabajado con Iñárritu (el más destacado, el propio Sean Penn, que abrió el sobre a la mejor película). También pesó el PGA y DGA que obtuvo Iñárritu en un extraño consenso de los gremios (en una terna, recordamos, con productos a priori más accesibles a los moldes académicos como The Imitation Game, La teoría del todo y El francotirador). Los lobbys pesan en los Óscar, y el de Birdman fue finalmente el de mayor recorrido, el más efectivo.


2. UN AÑO... ¿SIN EMOCIÓN?: Curiosamente, la ausencia de favoritos no se tradujo en una temporada de premios más emocionante. Será que ya llevamos muchas galas a nuestras espaldas y que los formulismos-formalismos ya cansan, pero la valoración global es que nada, y muy especialmente los films en liza, supieron dotar de un mínimo interés a la otrora brillante 'Oscar season'. Los posibles motivos son varios: el hecho de que la mayoría de films fueran obras ya estrenadas, el escaso ruido en taquilla y medios de comunicación de los Óscar (en enero-febrero se estrenaron los títulos con nominaciones 'menores') o la reiterada desafección entre público y premios (más si cabe en un año sin un referente comercial tan evidente como Avatar o Gravity). En otras palabras: el movimiento en redes ha sido menor, el seguimiento en blogs y webs decreció... y al final daba un poco igual el resultado del último partido. ¿Una prueba un tanto improvisada, cogida con pinzas pero significativa? Durante los Goya, todos los trending topics remitían a actores y películas de la gala; durante los Óscar, Gran Hermano Vip convivía runrún mediático con Arquette y compañía. Y si el dato no os convence, revisad los modestos miles de espectadores de Birdman, Boyhood o La teoría del todo, o los datos de taquilla de Foxcatcher, Whiplash o Nightcrawler (aunque nos pese, no las ha visto casi nadie).


3. UN AÑO... ¿SIN GLAMOUR?: Cada vez se hace más evidente la desproporción que media en la órbita de los Óscar. Si la mayoría de films nominados son independientes, no tiene sentido que los Óscar se impongan como una copia de los Independent Spirit Awards (que, por cierto, se celebraron el día antes de la gran cita, también con victoria para Birdman). Tampoco tiene mucho sentido que los vestidos, complementos y manicuras de las estrellas sean más caras que el presupuesto de las cintas nominadas (Marion Cotillard, presente en la alfombra por la pequeña y necesaria Dos días, una noche es el mejor ejemplo de ello). Hay tantas galas durante las semanas previas a los Óscar que a las actrices de turno ya no les queda chiste que improvisar, anécdota que contar o vestido que enseñar: de ahí que la alfombra roja haya sido de las más deslucidas en mucho tiempo (influyó también la indeseada presencia de la lluvia). Ni tan siquiera el peso de las principales firmas de moda y diseñadores fue capaz de obrar el milagro. Además, el escándalo de la 'manicam' de los SAG (una cámara en la que las actrices enseñaban en primer plano sus mechas californianas, sus anillos de compromiso y sus uñas de diseño) hizo que los Óscar viraran en favor de un carácter menos pomposo, más acorde con los tiempos que corren.


4. UN AÑO... ¿CON COMPROMISO?: Casi en paralelo a la menor 'superficialidad' de los Óscar, hay que destacar la presencia de unos discursos más críticos (lo agradecemos). Pawlikowski, el director de Ida, se acordó de casi todos en su largo discurso (la ocasión lo valía: primer Óscar para Polonia tras 10 nominaciones). Los autores de Glory recordaron que hay más presos afroamericanos en EE. UU. en la actualidad que en 1850 (se disipó el enfado por la no nominación a intérpretes negros). Graham Moore, guionista de The Imitation Game, dedicó el premio a 'los diferentes', en clara referencia a su vida privada y la homosexualidad de Alan Turing. Simmons, consciente de que su personaje no es un ejemplo a seguir, invitó a todos los asistentes a valorar y a hablar con amigos y familiares. Moore y Redmayne, en simbiosis con sus personajes, tuvieron un guiño curioso a los enfermos de Alzheimer y ELA. Las ganadoras al mejor cortometraje de ficción hablaron de la necesidad de visibilizar y de abordar la problemática del suicidio entre los veteranos de guerra. Iñárritu reivindicó los mexicanos inmigrantes en suelo yanki, un añadido nada gratuito (el Óscar al mejor director ya es un coto privado de los 'gringos'). Y la palma se la llevó Patricia Arquette, que pidió igualdad salarial para hombres y mujeres (con respuesta más que entusiasta de Meryl Streep, seguramente porque, pese a ser la más nominada del evento, no era la presente con la cuenta corriente más abultada).


5. UNA GALA... ¿SIN CHISPA?: Por desgracia, sí. Neil Patrick Harris brilló con el número musical inicial, pero se fue deshinchando poco a poco: apenas su parodia de Birdman sirvió para subir el listón. Chistes enlatados, exceso de números musicales y demasiadas citas a cuestiones poco o nada atractivas para la audiencia (ya es hora de que los académicos recapaciten y vuelvan a conceder los Óscar honoríficos en la gala de febrero) hicieron el resto, aunque la cacareada actuación de Lady Gaga y su homenaje a Sonrisas y lágrimas sirvió de macguffin para no perder espectadores. Eso sí: los americanos demuestran una vez más que dominan como nadie los tiempos televisivos y la elegancia de sus puestas en escenas (el teatro Dolby, al menos en los fondos de su escenario, simuló durante casi toda la gala la entrada de un hotel de lujo, en referencia directa al film de Anderson).


6. UN AÑO... ¿DE BUEN CINE?: Si hay que mojarse, diremos que sí. La Academia estuvo acertada al limitar a 8 los films nominados en la categoría reina, pero demostró poco atino al dejar a Foxcatcher fuera del grupo (para quien escribe, la obra maestra 'tapada' del año). El francotirador puede cuestionarse por los motivos que otros ya escribieron antes, y Selma sigue pareciéndome un biopic facilón, pero en conjunto no tuvimos esa obra odiada u odiosa (todas, a su manera, eran dignas de los premios a los que aspiraban). Puede que entre tanta pulla entre Boyhood y Birdman nos hayamos olvidado de un factor: Boyhood representaba la emoción (la vida rodada durante 12 años, cual álbum de fotos personal, pero mediante fotogramas), y Birdman representaba el intelecto (todo en el film obedece a una coreografía formal, a una pirueta de guión, a una estudiada puesta en escena y a un medido ejercicio de metacine, un producto excéntrico y al mismo tiempo crítico con la excentricidad de la profesión que retrata). La Academia suele dejarse llevar por el corazón, pero en esta ocasión se guió por la cabeza (aunque Birdman, al retratar un ámbito artístico familiar o vecino al de los votantes, pudiera tocar ciertas teclas y apelar a ciertas sensibilidades internas). El tiempo dirá si el palmarés fue más o menos acertado. Birdman no era la mejor, pero era de las mejores: más que suficiente.


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