jueves, 11 de diciembre de 2014

CRÍTICA | GETT: EL DIVORCIO DE VIVIANE AMSALEM, de Ronit y Shlomi Elkabetz


Proceso eterno
GETT: EL DIVORCIO DE VIVIANE AMSALEM 
(GETT: EL PROCESO DE VIVIANE AMSALEM; GETT, THE TRIAL OF VIVIANE AMSALEM),
de Ronit Elkabetz y Shlomi Elkabetz
Globos de oro 2015: Nominada a la mejor película de habla no inglesa. Festival de San Sebastián 2014: Perlas de otros festivales
Israel, 2014. Dirección y guion: Ronit Elkabetz y Shlomi Elkabetz Fotografía: Jeanne Lapoirie Reparto: Simon Abkarian, Dalia Beger, Gabi Amrani Género: Drama Duración: 115 min. Fecha de estreno en España: 06/03/2015 Tráiler: Link
¿De qué va?: Viviane lleva años sin vivir con su marido Elisha y quiere formalizar su separación. El sistema judicial israelí se convertirá en su principal escollo. Viviane debe convencer a los miembros de un Tribunal Rabínico que ella tiene el derecho de pedir el divorcio y que Elisha ha incumplido sus funciones como esposo. Elisha, que al principio hace oídos sordos a las peticiones de su mujer para que se presente a los juzgados, intentará por todos los medios que Viviane siga siendo su mujer y le pide que vuelva a la casa familiar. Un proceso que se eterniza durante muchos meses y que pone de manifiesto la imperante ley religiosa en un país donde no existen las uniones civiles. Última parte de la trilogía sobre el matrimonio y la familia de los hermanos Elkabetz.


Cuando se estrenó Blancanieves de Pablo Berger se dijo que su impacto quedaba rebajado por el recuerdo de The Artist, si bien la cinta española supera y con creces, al menos para quien escribe, al oscarizado film francés. El mismo esquema puede aplicarse a Gett: El proceso de Viviane Amsalem con respecto a Nader y Simin, una separación, dos títulos análogos en cuanto a temas y fórmulas estilísticas, aunque en este caso la cinta israelí palidece ante la obra maestra de Farhadi. Ambas cintas comparten pulso crítico y el objetivo de poner patas arriba la fórmula del drama social, con fugas al thriller claustrofóbico. En Nader y Simin, una separación, la tensión emanaba de la propia historia, diseñada cual bola de nieve en caída libre; Gett: El proceso de Viviane Amsalem, en cambio, se parapeta en lo formal (la acción sucede por entero en una sala de juicios, espacio que funciona como cosmos propio y como representación del mundo que agoniza extramuros), y su guion repite hasta la saciedad, con la obstinación de su protagonista, un mensaje que suena a subrayado, no por necesario menos obvio, pasada la primera media hora de metraje. Las comparaciones son odiosas, seguramente injustas, pero Gett: El proceso de Viviane Amsalem sale bastante damnificada del inevitable ejercicio contrastivo que realizó la crítica en festivales como San Sebastián y que seguirá haciendo en próximos meses cuando el film llegue a las carteleras y, tal vez, a la lista de nominaciones de los Óscar. Una terna, valga decirlo, en la que difícilmente logrará imponerse con la rotundidad de la cinta iraní. Con todo, a Gett: El proceso de Viviane Amsalem hay que reconocerle un gran sentido del riesgo y del compromiso, justamente dos grandes virtudes que no abundan en el cine de nuestros días.


Para ser conscientes del (injusto) mundo en el que vivimos.
Lo mejor: La energía y convicción de sus actores protagonistas.
Lo peor: Su militancia le lleva a ser demasiado reiterativa e insistente.

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