jueves, 25 de septiembre de 2014

CRÍTICA | MATAR A UN HOMBRE, de Alejandro Fernández Almendras


Impunidad y culpabilidad
MATAR A UN HOMBRE (TO KILL A MAN), de Alejandro Fernández Almendras
Chile, 2014. Dirección y guion: Alejandro Fernández Almendras Fotografía: Inti Briones Música: Pablo Vergara Reparto: Daniel Candia, Alejandra Yáñez, Ariel Mateluna, Daniel Antivilo Género: Thriller dramático Duración: 80 min. Tráiler: Link
¿De qué va?: Jorge es un hombre de vida normal. Es diabético, trabaja cuidando una zona forestal y tiene algunos problemas con su esposa. Un día al volver del trabajo es amenazado por un criminal que reside en el barrio de Jorge. El episodio, a priori sin trascendencia, será el inicio de un calvario para Jorge y su familia. Las amenazas, los ataques y los insultos por parte del delincuente se convierten en parte de su rutina. Sin la ayuda de la justicia, Jorge decide trazar un plan para defender a los suyos. Historia basada en hechos reales.
Palmarés: Gran premio del jurado del Festival de Sundance. KNF Award del Festival de Rotterdam. Premio especial del jurado del Festival de Friboug. Premio de la crítica del Festival de Miami. Sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián 2014. Representante chilena a los Óscar 2015.


'Matar' es una acción. Matar a un hombre, por el contrario, es un film de procesos internos. Y en este sentido, pueden delimitarse dos partes muy diferentes en la película del chileno Alejandro Fernández Almendras: la primera, dedicada a exponer la impunidad con la que operan muchos criminales, el vacío legal que les ampara y el miedo y la frustración que esa situación genera en las víctimas; la segunda, centrada en la culminación de una venganza, muy especialmente en el peso que ésta tiene en un hombre ordinario que al cruzar la frontera de lo legal sufre en sus carnes la culpabilidad de quien sabe haber actuado en contra de su voluntad y de sus códigos morales. 'Impunidad' y 'culpabilidad': dos lacras sociales, y a la vez dos dramas que sólo pueden vivirse y explicarse en primera persona.


Matar a un hombre es la crónica directa y desgarrada de una injusticia. Allá donde otras películas de tono más amable y accesible justifican las acciones del malvado, la obra que nos ocupa opta por distanciarse de sus personajes. Esa es la óptica que prima en el retrato del delincuente. También la que impera en el dibujo del protagonista. Y, en general, la que preside todo el film, construido a partir de planos muy cerrados y estáticos, diálogos apenas perceptibles y escenas entrecortadas con una atmósfera de tensión constante. Debido a esa opción narrativa y formal, el film defiende una exposición desnuda de la violencia, pero nunca morbosa ni exagerada. Fernández Almendras pone la cámara alejada de los actores, detalle que potencia cierta sensación de extrañeza, de absoluto desconcierto por lo que vemos en pantalla. A la contra, por ejemplo, del estilo de las obras más conocidas de Reygadas o Escalante.

Y como toda película donde las sensaciones se imponen a las acciones, el espectador debe digerir y reflexionar Matar a un hombre por su cuenta. En silencio y en soledad. ¿Qué haríamos en una situación parecida a la que se encuentra Jorge en el film? ¿Cómo responder ante la inoperancia de los que deberían velar por nuestra seguridad y nuestros derechos? ¿Dónde reside verdaderamente el mal? ¿Quién es en verdad la víctima? Cuestiones que tras el visionado del film bombardean nuestra cabeza, nos interrogan y nos apelan hasta límites insospechados. 


'Matar a un hombre' parece un punto más en la lista de pecados capitales. Ver el film es lo más parecido a una penitencia dolorosa. La oscuridad de la sala de cine convertida en la penumbra de un confesionario. Y, como sucede con el cine de Haneke, cuesta reconocerlo: de alguna manera, todos somos culpables, todos tenemos las manos manchadas de sangre, todos participamos de la injusticia establecida, y cualquier intento por cambiar la realidad solo consigue generar más injusticia, mayor inseguridad. Un mensaje devastador.

Para espectadores que busquen experiencias tan dolorosas como placenteras.
Lo mejor: Ofrece mucho más de lo que muestra en pantalla.
Lo peor: Algunos no acabarán de entender el giro de la última escena.

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