De niño a hombrecillo
BOYHOOD (MOMENTOS DE UNA VIDA), de Richard Linklater
EE. UU., 2014. Dirección y guion: Richard Linklater Fotografía: Lee Daniel y Shane Kelly Música: VV. AA. Reparto: Ellar Coltrane, Patricia Arquette, Ethan Hawke, Lorelei Linklater, Tamara Jolaine, Jordan Howard Duración: 165 min. Género: Drama Tráiler: Link
¿De qué va?: Mason tiene seis años, vive con su madre y su hermana, va al colegio y espera con ganas las visitas de su padre, que trabaja en Alaska. Los años pasan, las vivencias se acumulan y Mason, irremediablemente, va cambiando. También lo hace su madre, su padre y su hermana. Una historia de eso tan cotidiano y extraordinario como es el día a día, el paso del tiempo.
Palmarés: Premio al mejor director del Festival de Berlín.
El dato: Linklater rodó Boyhood en 39 días a lo largo de 12 años. De esa forma, los actores fueron creciendo en la pantalla: el actor Ellar Coltrane tenía 6 años cuando fue elegido en el casting del film, y cumplió la mayoría de edad cuando terminó el rodaje.
Ordenar la filmografía de Richard Linklater, establecer unas constantes y temáticas transversales en la carrera del inquieto directo de Waking Life o Antes del anochecer, es una operación bastante difícil, una tarea pendiente que la crítica especializada debe realizar más pronto que tarde para valorar como se merece la personalísima trayectoria de Linklater. El estreno este otoño de Boyhood demuestra la urgencia de sistematizar el 'totum revolutum' en el que se está conviertiendo la obra del cineasta norteamericano, uno de esos nombres más o menos queridos, más o menos citados, pero siempre necesarios por su capacidad de reinventarse película a película y de aportar numerosos frentes de debate a la cinefilia más atenta. En este sentido, Boyhood puede entenderse como una variación más de la obsesión de Linklater por jugar y expresar el tiempo real en los soportes de la ficción: la trilogía 'Antes de...' se imponía como un ejercicio de condensación temporal (la vida de los personajes se constriñe a la filmación de un día, tarde o noche), mientras que Boyhood juega a dilatar los tiempos (aquí, la película es en sí un instante en una vida ajena, y el formato cinematográfico juega a simular el lento discurrir del tiempo y los efectos que éste tiene en los cuerpos y en las almas de los personajes).
En relación al tiempo, la película tendrá por desgracia una denominación un tanto contradictoria a su llegada a los cines españoles: 'Boyhood', el título original, hace pensar en la narración de una niñez - adolescencia - juventud, una descripción más precisa de lo que ofrece el film con respecto al subtítulo 'Momentos de una vida'. El film no es una concatenación de 'momentos' en una 'vida', sino más bien una ordenación cronológica de vivencias. Linklater aspira a reproducir el crecimiento físico y psíquico de un joven criado en una familia rota en la Norteamérica posterior al 11-S. Todo ello se expresa sin efectos ni trucos, sin incidir en el contexto histórico de cada etapa pero reparando en distintos aspectos que dan relieve y veracidad a la historia: la hermana de Moran, en su niñez, canta uno de los primeros singles de Britney Spears y lee los libros de Harry Potter, pero posteriormente, ya como universitaria, mira los videoclips de Lady Gaga en su smartphone; de igual forma, la sombra de los atentados a las Torres Gemelas es evidente en la primera parte del film, mientras que el último tramo cuenta el relativo optimismo de los tiempos de Obama; todo ello, en otras palabras, detalles necesarios, referencias culturales y excusas contextuales que aportan la sensación de realidad que busca Linklater.
Con todo, la duda personal es si Linklater consigue su objetivo de 'crear otro tiempo' a partir de los tiempos que marca el metraje cinematográfico: ¿no es acaso el mismo montaje de la película una demostración de que, aunque de forma casi imperceptible, se está traicionando o como mínimo manipulando la veracidad de los tiempos? Al fin y al cabo, como espectador resulta poco creíble el hecho de que los actores vayan cambiando - creciendo de forma brusca en pantalla. Da la sensación, en definitiva, de que Linklater ofrece un interesante intento de reproducción - imitación real, y sin duda su peripecia abre nuevos frentes en el 'realismo cinematográfico' (concepto ya puesto a prueba hace poco por la gran La vida de Adèle), pero algunas de sus estrategias no convencen. Pensémoslo bien, con los pies en el suelo y los ojos en el reloj, justamente las directrices en las que se mueve Linklater: ¿puede una esposa abandonar a su marido alcohólico sin más, sin que ese episodio plantee un dilema moral sobre los hijos que continúan viviendo con el maltratador y sin incidir en los efectos que ello tiene en la vida de mayores y pequeños? ¿puede un padre ser 'padre' cuando apenas visita a sus hijos pocas tardes al año, pese al gran trabajo interpretativo que realiza Ethan Hawke? ¿puede una madre pasar en pocas escenas de alumna a profesora titular de Psicología, sin que se nos explique la difícil conciliación familiar y laboral o el esfuerzo - desgaste que conlleva la realización de una tesis doctoral con dos hijos a cargo? El reto es transparente, su discurso es claro, pero sus formas también son un tanto evidentes y cuestionables. Boyhood dista de ser una 'película total', pero sí experimenta, ensancha miras y nos obliga a ser conscientes de nuestra relación con lo que vemos y vivimos, y de cómo lo vemos y vivimos: ese es el verdadero mérito de un film que está llamado a ser uno de los nombres más importantes de este 2014.
Para atentos a películas con ansias de revolución.
Lo mejor: La naturalidad de los actores - niños: la gran dirección de actores logra que el espectador esté en un constante estado de 'media sonrisa', algo muy difícil de lograr.
Lo peor: Le sobra metraje.
Me ha gustado mucho la peli. Linklater me parece un director atrevido y eso es bueno en estos tiempos de tanto "querer hacer lo que los demás hacen".
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