jueves, 15 de mayo de 2014

Crítica de LA VIDA ALEGRE, de Fernando Colomo


El nuevo hombre
LA VIDA ALEGRE, de Fernando Colomo (España, 1987)
¿De qué va?: Ana recibe una oferta de trabajo de lo más singular: ser enfermera en un centro de salud madrileño situado en una zona marginal. Ana empieza a ir por los clubes de ambiente gay y las calles regentadas por prostitutas para dar a conocer el trabajo de su centro. Todo ello incomodará a su marido Antonio, asesor del ministro de Sanidad que aspira a subir peldaños dentro de la administración. Una situación que hará mella en el matrimonio y dará lugar a diferentes embrollos y amoríos.
Palmarés: Goya y Sant Jordi a la mejor actriz protagonista para Verónica Forqué.
El dato: Junto a Bajarse al moro, La vida alegre es la comedia de Colomo más conocida. Tuvo una notable recepció en taquilla en su momento. Para los que estén familiarizados con el panorama televisivo, seguramente les hará gracia ver en pequeños papeles a personalidades como El Gran Wyoming, Massiel, Ana Obregón, Javier Gurruchaga, Rafaela Aparicio y Chus Lampreave.


Valoración: La extinción del macho ibérico o alfa contra la aparición del hombre sensible y metrosexual. Colomo hace comedia a partir de clichés, tipos y prototipos, y ver La vida alegre en el 2014 es un acto de nostalgia absoluta. Si aman las hombreras, los cardados y la movida de los 80, esta es su película. No pasará a la historia de nuestro cine pero como comedieta menor, reflejo de una época, funciona. Para ver cómo hemos cambiado y cómo la españolada dio con la democracia la llamada comedia madrileña. Es una chorrada adorable. Como buscar en el baúl de los recuerdos, resulta entrañable pero hay que lidiar con el polvo. Documento social desenfadado y en parte desfasado. Para frikis de lo cañí, fans de Verónica Forqué y seguidores de esos cómicos tan míticos que son Miguel Rellán y Antonio Resines. Y una sorpresa: las estéticas han cambiado, pero las luchas sociales, las desigualdades y los prejuicios siguen en el Madrid de nuestros días. Tampoco los mecanismos de la comedia patria: seguimos riéndonos con las tontunas de toda la vida.



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