Sabíamos que Spike Jonze tenía una habilidad especial para construir atmósferas surrealistas. Conocíamos el dominio de Jonze a la hora de poner al espectador en un estado de reconfortante desasosiego, como la Alicia de Lewis Carroll cayendo al vacío, o como los personajes de Cómo ser John Malkovich cruzando el famoso umbral con destino a los oscuros misterios de la psique. Ya nos habíamos divertido con los juegos imposibles de Jonze y habíamos salido del cine en un estado cercano al éxtasis y a la catatonia: Adaptation era algo más que una larga disertación sobre las orquídeas y Donde viven los monstruos era mucho más que la recreación de un mundo infantil al borde del abismo. Pero ahora, a propósito de Her, nos hemos encontrado a un Jonze fiel a sus señas pero diferente en muchos otros aspectos. Y es que Her, además de ser la mejor película de su realizador, es la demostración de que Jonze mejora cuando lleva su desbordante imaginación al terreno de lo plausible.
En Her todo es extraño y a la vez reconocible, la identificación
con el mundo urbano e hipertecnológico por los que se mueve el
protagonista es inmediata, y la historia de necesidad, amistad y amor
que se hila poco a poco entre un humano y un sistema operativo
electrónico dista de ser ciencia ficción: el futuro está latente en
nuestras redes sociales, en nuestros pcs y en nuestros smartphones. Uno
puede enamorarse de la estética, de los espacios etéreos, de los tempos
ralentizados, de la música íntima a la par que futurista de su exquisita banda sonora o de las
aportaciones visuales de Her, pero si la película convence y
emociona es por su humanidad. Eso y porque Jonze ha sabido desasirse de
la carcasa técnica (caso contrario al Gondry de La espuma de los días)
para imponerse definitivamente como un autor empeñado en
contarnos la imposibilidad del ser humano de dar forma y de culminar sus
deseos. De esa tensión por lo que se anhela y no se consigue emerge un
film que encierra en sí mismo un cosmos, un estado de ánimo, una paleta
de colores, una filosofía de vida y unas bellísimas líneas de guion.
Vaya, lo que se dice una 'película mundo', personal e intransferible en
fondo y forma. Y al final del viaje sinestésico y melancólico que
propone Jonze, nos volvemos a encontrar con la clave, la metáfora, el
plano final que cohesiona todo el relato, esta vez de una forma
equilibrada y honda: la verdad, la desnudez y la franqueza del cara a
cara, del contacto humano sin barreras a modo de gigas o pixels, seguirá
imperando y debe seguir imperando en un siglo XXI que tiende a la
paradoja (o sea, a la desconexión en un mapa globalizado o al
individualismo en tiempos de trabajos telemáticos y colectivos).
Her nos
invita a revisar nuestra lista de prioridades, la autenticidad que
gobierna o no nuestras relaciones con amigos, conocidos y extraños. Una
de esas películas cuyo visionado obliga a realizar un 'reseteo interno',
a abrir los ojos. Una historia moderna y recurrente, pero sobre todo atemporal. Y por qué no: un clásico instantáneo que impondrá una mirada, que marcará una forma de abordar el cine romántico y/o de ciencia ficción, que será fuente de citas y homenajes en futuros títulos. Her no ha ganado el Óscar, tampoco ha sido un gran éxito de taquilla, pero tiempo al tiempo: mientras Theodore siga intentando rehacer su vida, y mientras nosotros seguimos enamorados de una Samantha tan corpórea como imaginaria, Her se impondrá como uno de los grandes hitos del séptimo arte más reciente.
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Crítica de DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS, de Spike Jonze
Para los que quieran sustituir la silla de la montaña rusa
o el diván del psicoanalista por la butaca del cine.
Lo mejor: Hacía años que no teníamos un guion tan creativo.
Lo peor: Que pase por un bombón hipster sin más.
Nota: 8'5
Este file se ha convertido en uno de mis favoritos. Y ahora Jonze estará en Girls 4 con breve cameo en la interesante serie que escribe y actúa la 28 añera Lena Dunham
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