sábado, 25 de enero de 2014

Crítica de LA LADRONA DE LIBROS, de Brian Percival

Hollywood sigue interesándose por la Segunda Guerra Mundial y el público parece estar al día de todas las historias con nazis y campos de concentración de por medio: ello explica que La ladrona de libros lograse el número uno en la taquilla española la semana de su estreno. La gran cantidad de historias sobre el conflicto bélico más evocado y filmado hace necesaria la realización de una criba, cuanto menos de una distinción entre los films que se amparan en el sello comercial de la guerra para atraer a la audiencia y aquellos que verdaderamente describen los horrores de lo que tuvo lugar en Alemania y alrededores. Echando mano de la memoria más inmediata, dos títulos recientes se imponen en seguida como los mejores de su temática: El pianista de Roman Polanski, una odisea en tiempos de destrucción que ya es un clásico (y antes que ella, la colosal La lista de Schindler), y El lector, centrada en los procesos internos de perdón y vuelta a la vida tras el alto al fuego (Expiación también merece aparecer en la lista). La ladrona de libros, por desgracia, pertenece al otro grupo, especialmente en el apartado de adaptaciones literarias de presunta dureza e historia maquillada para llegar a un público familiar, como hiciese en su día El niño con el pijama de rayas


El ladrón de libros cuenta el devenir de Liesel, una niña que es adoptada por un matrimonio alemán poco antes de que la guerra llegue a su momento más virulento. El film quiere ser un cuento de supervivencia, amor y aprendizaje (la pequeña aprende a leer y a escribir, y con ello a entender el difícil contexto que le ha tocado vivir), pero todas estas cuestiones quedan suavizadas por la ética del film, totalmente reacia a cualquier discurso comprometido y claramente empeñada en elidir las partes más crudas del relato. Todo ello hace que La ladrona de libros resulte bastante impostada, con unos personajes descritos desde la obviedad (personajes homogéneos, 'de una sola pieza', como el padrazo que cincela Rush o la madre severa pero con corazón que defiende Watson) y con unos conflictos internos que no terminan de aflorar. Pese a esto, la película se aguanta casi durante todo su metraje, y decimos 'casi' porque al final su poca concreción termina por pasarle factura: el giro trágico que toma la trama y el flashback de su epílogo entroncan directamente con las citadas El pianista y El lector, pero en ningún caso logra la emoción de estas. En definitiva, una visión infantilizada, pero sobretodo aséptica, de la guerra, convertida de nuevo en excusa para que el espectador moderno salga de la sala valorando los buenos sentimientos del conjunto y el compromiso que se atribuye de forma equivocada a todas las ficciones que remiten a la historia en mayúsculas para hacer caja. Una ladrona ingenua, pero de guante blanco.


Para llevar a la familia al cine, pequeños y abuelos incluidos.
Lo mejor: Siempre alegra ver a Emily Watson en acción.
Lo peor: Su preocupante falta de personalidad.

Nota: 5

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