jueves, 28 de noviembre de 2013

Crítica de QUAI D'ORSAY, de Bertrand Tavernier

Lo escuchamos en la radio, lo leemos en los periódicos y lo vemos en infinidad de tertulias televisivas: el estamento político no podría estar más desacreditado. Con todo, hablar mal de quienes nos gobiernan se ha convertido en algo tan habitual que ha perdido todo tipo de sentido. Desconfíen de quienes reniegan de nuestros dirigentes: no existe discurso más pueril, derrotista y peligroso. Por eso, para transformar la realidad (que no maquillarla), y para darnos cuenta de cómo operan esas figuras públicas y carteras tan impopulares (no basta con simplemente 'dar una opinión'), el cine es, otro tópico pero cierto, un arma cargada de futuro. Algo que vale la pena tener en cuenta si quien habla es Bertrand Tavernier, director más que destacable al que nadie cuestiona su capacidad creativa y su compromiso social. Y si a las tablas del sabio se le añade una comedia atípica llena de bufones, viñetas de cómic entre pasillos administrativos y 'butardes' en mitad de textos de importancia nacional, el interés crece y crece. A Quai d'Orsay, independientemente de que se describa con adjetivos más o menos entusiastas, nadie le niega un hecho impepinable: llega en el momento más adecuado, su historia no podría ser más vigente, y su intención de canalizar las desgracias de la crisis en sonoras carcajadas merece sólamente por la idea una tremenda adhesión por parte de todo el estamento cinéfilo.


Aquí terminan los elogios hacia Quai d'Orsay. Ahora sí: empecemos con las críticas. Porque la película tiene distintos aspectos que al mismo tiempo pueden encandilar o irritar al público: en este caso, siento decir que fui de los que asistió a las risotadas de la platea entre cabezadas y miradas de asombro. Uno: en Quai d'Orsay es fácil perderse, ya que parte de su humor y sus referencias remiten a un componente local cien por cien francés, con lo que al público foráneo se le escapan gran parte de los guiños de guion. Dos: obviando todas esas citas más o menos indescifrables, todo lo demás está formado por diálogos que se suceden a la velocidad del rayo, con muletillas molestas, tonos repelentes y repeticiones cansinas. Estará muy cerca de lo ingenioso, no lo ponemos en duda, pero para quien escribe el film resulta crispante y tedioso. Y tres: al situarse en el plano de la parodia pasada de rosca, el film comete el error de perder su referente, de olvidar el individuo que se refleja en el espejo desvirtuado de la comedia, y como resultado todo se antoja irreal, paradójicamente intrascendente e inocuo. Recapitulamos: Quai d'Orsay termina teniendo un efecto contrario al planteado en un inicio, ya que ni sirve como distensión política ni convence como sátira crítica, ya que en su particular sentido del humor es más blanco y circense que ácido e inteligente, justo lo que se le pide a una película que describe las interioridades de quienes copan el poder. ¿Conclusión? Quai d'Orsay tiene numerosos atractivos, pero al final demuestra ser muy ruidosa por fuera y profundamente vacía por dentro. Para el blog, una película fallida. Para la crítica reunida en Donosti, la mejor cinta de la sección oficial. Lo mejor es que vean y decidan por ustedes mismos: Quai d'Orsay, pese a todo, incentiva y reivindica el espíritu crítico.


Para los que quieren reírse de los dramas.
Lo mejor: No se parece a ninguna otra película reciente y viene a cubrir un espacio que muchos necesitaban: el de la comedia política.
Lo peor: Será que la realidad es más surrealista de lo que pensamos, pero cuesta entrar en el film cuando no te crees nada de lo que sucede y se dice en pantalla.

Nota: 3

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