domingo, 19 de mayo de 2013

Crítica de EL PORTERO, de Gonzalo Suárez

Las dos Españas, en el terreno de juego
EL PORTERO, de Gonzalo Suárez (España, 2000)
¿De qué va?: Ramiro Forteza fue popular antes de la Guerra como portero del Real Madrid. Ahora viaja con su camioneta de pueblo en pueblo montando espectáculos para niños y retando a los mayores a marcarle un gol a cambio de unas pocas monedas. Todo cambia cuando a su llegada a una villa asturiana conoce a Manuela, madre de un niño de color, y a todos los habitantes del lugar, un variopinto muestrario de gentes humildes con secretos, rencillas y muchas ganas de evasión. La benemérita, con la bendición del cura del pueblo, organiza un partido simbólico: una ronda de penaltis que enfrente al pueblo y a los gobernantes.
Palmarés: Premio Sant Jordi a la mejor película española del año 2000. Nominación al Goya y al Fotogramas de plata al mejor actor protagonista para Carmelo Gómez. 3 nominaciones del Círculo de Escritores Cinematogáficos de España: mejor actor, mejor fotografía y mejor banda sonora original. Candidatura al Goya al mejor guion adaptado.
El dato: Penúltima película de Suárez: su obra más reciente es Oviedo Express, en la que volvió a contar con Gómez y Verdú. La película se rodó en diferentes escenarios asturianos: la playa de la famosa escena final es la misma que aparecía en Remando al viento, el film que le dio a Suárez el Goya al mejor director. El rodaje de dicha escena tuvo que aplazarse por culpa de la metereología: contradiciendo el tiempo típico del norte, el equipo de la película, que buscaba un cielo nubloso para el momento cumbre de la cinta, tuvo la mala suerte de coincidir con los pocos días de sol del invierno asturiano. En ese 2000 Verdú empezó a ganarse la banda de 'actriz de la Guerra', ya que tras su aparición en El portero actuó en Los girasoles ciegos y El laberinto del fauno, sin olvidar sus primeros trabajos con Aranda y Trueba. Fue uno de los títulos más perjudicados en las nominaciones a los Goya 2000, presididas por La comunidad y You're The One (ganó finalmente El bola): a sus dos opciones de cabezón hubiese podido sumar menciones en dirección, fotografía, vestuario, banda sonora y actores de reparto. El film marca el primer papel cómico de Elvira Mínguez, Goya por Tapas, y el tercer y hasta la fecha último trabajo de la extraña pareja Resines - Verdú tras La buena estrella y Carreteras secundarias. Suárez, que viraba por primera vez a la comedia rural, de época y costumbrista, pudo levantar el proyecto gracias seguramente al éxito dentro y fuera de España de títulos de corte parecido como Secretos del corazón y La lengua de las mariposas.


Valoración: En España tanto los problemas más urgentes como los más nimios se canalizan con el balonpie. El fútbol ofrece evasión y a la vez una rivalidad simbólica que llega a índices peligrosos de forofismo. El portero toma esa idea de 'la España que vive según el discurrir de los partidos ligueros' y dibuja una fábula amable. En ella habita el espíritu coral de las historias de Azcona (sin llegar al nivel del genio) o las miradas entre melancólicas y naifs de cineastas como Armendáriz o Cuerda (si bien Suárez no siempre consigue el tono de realismo mágico de estos). Una película liviana y un fresco de personajes de gran poder simbólico que desembocan en una escena final esplendorosa artística y técnicamente: veinte minutos de batalla deportiva que encarna entre el esperpento y la ironía punzante la herida abierta entre los dos frentes de la batalla de la guerra, la más atroz. Tal vez el film carece de una mayor descripción de caracteres sucumbiendo al concepto de 'dos frentes divididos' (en El portero hay, por desgracia, poco espacio para la duda o el matiz), y aunque el esquema se antoja fácil funciona por la dureza soterrada del paisaje exterior y humano de sus criaturas, todas simpáticas y miserables a su manera. Un cuento bien ejecutado que suma otra amable en apariencia pero crudísima en sus adentros crónica de la España de posguerra. Y a diferencia de otras propuestas, en El portero se imprime una idea más sencilla, también más metafórica, sellada en el esperanzador plano final: la necesidad de escapar de las personas y los ambientes que ahogan y juzgan, algo que junto a la consabida euforia futbolera (¿hay mayor expresión de nuestras tensiones sociales y políticas que un Barça - Madrid?) dota al relato de una modernidad y vigencia más que destacable.


Para los que saben que el fútbol siempre es más que 'fútbol'
Lo mejor: Berlanga estaría orgulloso del duelo en la playa.
Lo peor: Le falta profundidad.

Nota: 6

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