Lo que cuenta no es la caida sino el aterrizaje
EL ODIO (LA HAINE), de Mathieu Kassovitz (Francia, 1995)
¿De qué va?: París acaba de vivir una noche llena de disturbios, redadas policiales y peleas entre bandas callejeras. Las televisiones locales recogen el hecho. Mientras tanto la vida en las barriadas marginales empieza a mediodía. Saïd, árabe, despierta a Vinz, judío, y ambos observan cómo el gimnasio de su barrio, donde el negro Hubert boxea ajeno a lo sucedido, ha sido calcinado y destruido tras los altercados. Los amigos de los tres consiguieron robar una pistola a la policía y su principal objetivo es visitar a su colega Abdel, herido que ha sido trasladado a un hospital del centro de la ciudad. Empieza un día en el que Saïd, Vinz y Hubert se enfrentarán al orden establecido, a una banda de neonazis y a la hostilidad de las fuerzas públicas. Las últimas horas de tres víctimas y verdugos que viven al límite y que no temen pagar las consecuencias de ello.
Palmarés: Gran protagonista de los Premios César 1996. Nominada 11 veces en 9 apartados, incluyendo los actores noveles Vincent Cassel, Hubert Kounde y Said Taghmaoui, lo que la convierte en una de las cintas más nominadas de la historia de los principales premios del cine francés. Ganadora en mejor montaje, diseño de producción y película francesa del año, superando a títulos tan apreciados como Nelly y el Sr. Arnaud, La ceremonia y El húsar en el tejado. EFA Award de la juventud. Mejor director en el Festival de Cannes 1995 (la Palma de oro fue para Underground de Emir Kusturica). Premios Lumière a la mejor película y director francés. Presente en la lista de la web IMDB de las 250 mejores películas de la historia del cine.
Valoración: Kassovitz se sirve de su pasado como actor y de la tradición cinematográfica y de compromiso del país que vio nacer la Nouvelle Vague para crear una película destinada a ser una obra de culto y un referente del thriller y el cine social europeo de los últimos años. El odio, antes que los Dardenne o Cantet, habla de la Francia convulsa, multicultural y hostil que no sabe gestionar la babelia cultural y la confrontación constante que se respira en sus calles. El odio es el retrato despiadado de un estrato social marginal sumido en una espiral de drogas y delincuencia. Unos pequeños ladrones y mafiosos que han tomado lo cinematográfico como modelo de conducta (Cassel reproduce ante el espejo la famosa escena de Taxi Driver). Y en paralelo, un director que filma unas calles vacías y peligrosas con un blanco y negro expresionista heredado de La ley de la calle de Francis Ford Coppola, una opción estética que potencia la misma sensación de surrealismo e inestabilidad que conseguía Stanley Kubrick en La naranja metálica. El odio está enfocada hacia el debate y por ello adopta las formas de un cine hiperrealista que roza lo documental. Como film de ideas y de vidas al límite funciona a la perfección y podría analizarse en paralelo a títulos contemporáneos a su tiempo como la inglesa Trainspotting o la española Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto, todas ellas películas de personajes carnívoros y opciones estéticas singulares que van de lo pop a lo onírico pasando por el thriller de raíz estadounidense. Ahora bien: como ficción dotada de una historia resulta un film un tanto perdido que deambula con el mismo paso firme y la incerteza de sus portentosos actores protagonistas. El odio no consigue que sintamos los miedos, las dudas, las contradicciones y la fuerza de sus personajes, con lo que corre el riesgo de resultar poco consistente como thriller y totalmente desenfocada como discurso social. El gran defecto es que Kassovitz no nos lleva a la congoja absoluta, al éxtasis glorioso; que no nos desgarre, que su trama no se instale en nuestras entrañas, que no nos ponga patas arriba en estado de mareo, vómito o fascinación. Obra imprescindible que empieza con brío y acaba de forma tan brusca como inesperada, resultado de la acción que no parece ni guionizada ni planificada. Está a años luz de ser una obra maestra pero muchos agradecerán que el cine francés, tan dado a la autocomplacencia y a lo discursivo, tenga los suficientes bemoles como para parir un film que aunque imperfecto reivindica y con razón su condición de título de culto.
Para los que confíen en un cine social de género y nada plomizo
Lo mejor: La sinceridad de sus tres actores.
Lo peor: El final desvela parte de las flaquezas de la historia.
Nota: 7'5
Apuntada queda.
ResponderEliminarNaranja metálica XD
ResponderEliminarUsted señor es un snob obtuso
Ma gavte la nata