Una película como Volver a nacer no interesa tanto valorarla en función de su resultado final, que ya podemos adelantar que es sumamente irregular, como sopesar qué motivos la convierten en una cinta a priori tan prometedora y finalmente tan decepcionante, de nuevo partiendo de la idea que Volver a nacer dista de ser la gran épica bélicoromántica que nos prometía su generosa campaña promocional. Lo más fácil sería apuntar al director, Sergio Castellito, como el principal culpable del naufragio, pero el hecho de que el artista italiano sea el marido de la escritora del libro de base, Margaret Mazzantini, y que esta haya colaborado en la redacción del guion hace pensar que sus responsables estaban especialmente interesados en crear un producto fiel a la novela inicial y una película competente en todos sus apartados (también deja intuir que ambos están satisfechos con el resultado final del film, algo tremedamente sospechoso). Pero muchas veces se requiere más maña que fuerza y el dominio del oficio puede a la mejor de las intenciones: es obvio que una novelista, aunque domine a la perfección el arte de las emociones y las palabras, no tiene por qué trabajar con la misma solvencia a la hora de redactar un libreto cinematográfico; y Castellitto, aunque domina el juego de la representación en calidad de actor, no queda autorizado como cineasta, algo que ya pudimos comprobar con la insuficiente No te muevas. A esa contradición se añade el hecho de que su reparto, Cruz y Hirsch a la cabeza, rinden al cien por cien, demostrando que el éxito de un intérprete a veces no reside tanto en un trabajo individual o en equipo como en los elementos externos a la historia y al rodaje que afectan de lleno al resultado final de la película. Tampoco puede utilizarse como argumento un presupuesto bajo: la cinta cuenta con la riqueza de recursos de la mejor de las coproducciones y reivindica a cada plano su carácter multilingüe, internacional y claramente exportable, incluso comercial. A todo esto hay que añadir que quien escribe no pudo leer el libro de Mazzantini, con lo que es difícil establecer hasta qué punto las transiciones temporales y espaciales de la película vienen marcadas por la cadencia literaria previa, si existe un problema de traslación (no funcionan los mismos recursos de la misma manera sobre el papel que en imágenes) o si estamos ante la traducción bajo mínimos de un relato que en su génesis era mucho más. Y ante tantas dudas no es descabellado alegar otro detalle de carácter general: la falta de inventiva y riesgo que impera en el cine italiano de los últimos años, si bien en España se estrena un tanto por ciento muy bajo, nada representativo de lo que se produce ahora en Italia (podemos ejemplificar todo ello con los pobres palmarés de los últimos David di Donatello o la no siempre reivindicada presencia de cine italiano en festivales afines como el de Cannes y Venecia). Sea como sea, dejando la resolución del galimatías para otro momento, Volver a nacer cuenta con todos los ingredientes para salir airosa, incluso victoriosa, y cae en terrenos pantanosos. Allí donde debería haber lírica y convicción aparece el culebrón y el morbo, la poesía trasnochada de serial barato. Pese a sus ramificaciones (es la crónica de una madre y la historia de un país, por lo que podría entenderse como el cuento de un dolor personal en consonancia con el de una colectividad), Volver a nacer no interesa, titubea en su segundo tramo, y termina con demasiados parches, víctima de su grandilocuencia, rechazada por un público que nunca conecta con la historia y que es secuestrado sin motivo durante dos horas de metraje que pesan como una losa. La prueba de que el mejor cine no es tanto una actividad de disposición (gramática) como de intuición (alma), o de que a veces no basta con contar con lo mejor de cada casa para filmar una gran obra. Volver a nacer solo sirve como chatarra de desguace. Y pese a todo, no se merece una crítica lapidaria, porque aunque en sus fotogramas no se manifieste el calor de los grandes romances sí se intuye aquello rodado con mimo, como el escrito de un mal alumno que ha suspendido pese a dar lo mejor de sí mismo. Por eso, sin ser duros, pero destacando lo evidente (Volver a nacer es una mala película), deseamos que alguien vuelva a ella para alumbrar definitivamente el peliculón que habita en Volver a nacer y que por avatares del destino no ha podido ser.
Para amantes de las telenovelas sofisticadas
Lo mejor: Penélope Cruz capea el temporal como puede.
Lo peor: Interesa menos a medida que avanza.
Nota: 3
La película es demasiado irregular, pero en mi opinión Penélope Cruz debería ganar el Goya, de las cuatro nominadas es de largo, el personaje más complejo y en el que la actriz tiene que implicarse más, aparte tiene un par de escenas especialmente duras.
ResponderEliminarDesde luego nada que ver con la interpretación de Verdú en Blancanives, en el que aparte de ponerse mil vestidos, poco mas tiene que hacer para sacar adelante al personaje...