El cine de Tim Burton se ha hecho famoso por su estética reconocible, y muchos han querido leer en esas señas temáticas y visuales la identidad del artista que, aun trabajando más o menos atado a los designios de Hollywood, puede considerarse un autor único en su especie. Aún con esto, ver el cine de Burton desde la fascinación física que despiertan sus imágenes no deja de ser un punto de vista un tanto básico que en verdad no hace justicia a la complejidad de sus películas. En otras palabras: por muy reconocibles que sean los films de Burton respecto a los de sus análogos o contemporáneos, esa impronta no es suficiente para basar nuestro discurso sobre el director de Frankenweenie. En primer lugar, hay que entender a Burton desde su dimensión romántica, porque todavía ahora sus obras parecen tocadas por la gracia y la espontaneidad del niño que ha encontrado en la rutina de hacer películas un motor para vivir y un oficio, un poco como le ocurre al pequeño protagonista de esta aventura animada. En segundo lugar, Burton es primero cinéfilo y luego cineasta, ya que en él prima el guiño y el homenaje, y no la creación de un mundo propio: ello explica que sus películas entronquen con el cuento tradicional (Alicia y el país de las maravillas, Charlie y la fábrica de chocolate) o que directamente remitan a sagas de gran tradición cinematográfica (Batman, El planeta de los simios), a musicales de Broadway (Sweeney Todd) o a series televisivas de culto (Sombras tenebrosas). Burton crea, pero construye a partir del reciclaje y con una bases ya asentadas; y su obra deviene como resultado un estudiado ejercicio de reivindicación de las fuentes que le inspiran ahora y siempre: Burton no quiere superar a sus puntos de referencia, pero sí trabaja por lograr que cada una de sus creaciones esté a la altura de sus pies de página.
Por todo lo apuntado, Frankenweenie resultaba interesante por dos motivos. Por primera vez Burton no solo remite a mundos no propios pero familiares (no costaría describir toda la película como un homenaje explícito a la figura de Frankenstein y otro implícito a todo el cine de serie B) sino que se atreve a poner entre esas influencias al mismo Burton (como ya saben, el film se basa en un cortometraje que el realizador rodó en el 1984), como si por fin el autor quisiese vencer al citador de autores y desnudarse de foma definitiva. Y finalmente, había expectación por saber hasta qué punto la Disney había hecho de la nueva Frankenweenie otro vehículo fácil para la taquilla (remitiendo a la banal pero más promocionada faceta de Burton: la esteticista) o una página en blanco sobre la que Burton pudiese volcar con toda libertad aquello que por inexperiencia o imposibilidades de metraje no había podido llevar a cabo en los 80. Afortunadamente Frankenweenie lleva las señas de Burton: las visuales, obviamente, pero sobre todo contiene 'el alma de Burton' (oscura, infantil, provocativa, surrealista). No podía decirse lo mismo de Alicia en el país de las maravillas, cuyas conexiones con las alas burtonianas solo eran meramente plásticas (y con el 3D muchos defenderán y con razón que ni tan siquiera conservaba ese poso propio de Burton). Todo esto ha llevado a muchos a hablar de Frankenweenie como la resurrección de Burton, y aunque es verdad que supone un paso adelante en su trayectoria la película no funciona con la gracia y el terror que prometía. La sensación es que había muchas ganas de que el film gustase, y aún haciéndolo puede resultar provocador rebajar los ánimos de la mayoría. Frankenweenie no aporta nada, a lo sumo muy poco, con respecto el cortometraje original, y como siempre me sucede con Burton siento que a mitad de la historia la película se cae, como si el castillo de naipes montado por el director se resintiese por un metraje excesivo, algo todavía más imperdonable al tratarse de la ampliación de una historia corta que, para más señas, apenas supera la hora y cuarto de duración. El resultado vuelve a ser una película que hará las delicias de quienes siempre sintieron afinidad o profesaron veneración hacia Burton, pero que difícilmente llenará a los que saben que el director de Sleepy Hollow tiene muchísimo más que contar con estrategias e historias muchísimo más interesantes. A la espera de que Burton sea más una ficha independiente que un coleccionador de mezclas, quien escribe solo se siente satisfecho con el Burton más intrascendente, aquel que cuenta desde la absoluta locura y que por pequeños momentos se desgaja de sus referencias. Por eso, y admitiendo sus mil y un errores, prefiero Sombras tenebrosas a Frankenweenie, ambas estrenadas este año, aún sabiendo que la segunda es mejor película y que será más influyente en el futuro para el cine tanto del propio Burton como de muchos directores en ciernes. Tal vez Burton no necesitaba una resurrección ya que nunca había estado todo lo vivo que muchos apuntaron, aunque esa afirmación haga ruborizar a gran parte de la opinión pública.
Para los que siempre amaron el 'monstruo' Burton
Lo mejor: Burton pareciéndose a lo que debería ser Burton.
Lo peor: Que en ese camino el director solo consiga la mitad de sus objetivos.
Nota: 5'5
A nosotros nos encanta reunirnos en un entorno genial hotel grazalema para verlas.
ResponderEliminarSaludos
A pesar de que sabemos que Burton es un genio creativo, no deja de sorprender y no es la excepción con esta película que si bien es cierto es una historia de un clásico de terror, es realmente atractiva pues esta vez viene acompañada de la magia de la animación. Vale la pena ver Frankenweenie de principio a fin sobre todo en estas épocas del año.
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