Se suele decir que el género más difícil de emprender con éxito es la comedia. Pero si nos fijamos bien, resulta todavía más complicado llegar a crear una buena comedia dramática, tragicomedia o dramedia, términos que en la actualidad utilizamos con demasiada frecuencia para películas que a fin de cuentas ni son dramas ni resultan cómicas. Me parece más complejo no solo buscar un tono concreto a lo largo del metraje sino intuir cuándo la trama necesita la distensión de la comedia y la gravedad de la tragedia. Encontrar el punto de equilibrio es algo que está al alcance de unos pocos afortunados, y en ese grupo no figura la libanesa Nadine Labaki. En la primera escena de ¿Y ahora adónde vamos? una docena de mujeres ataviadas con mantos y ropas negras se dirigen a un cementerio en grupo con las fotos de sus familiares muertos en sus regazos y bailando una especie de danza fúnebre que nos introduce en la dura vida de la mujer en comunidades donde el hombre solo se preocupa por mantener alzado el pie de guerra. A partir de aquí Labaki intenta construir una historia entre la comedia coral y el realismo mágico, y muchas escenas claramente violentas en forma y contenido quedan apaciguadas por otras cercanas al vodevil amable como la puesta en marcha de la única televisión del pueblo en el único lugar donde los vecinos reciben señal o el momento entre onírico y bucólico en el que la cristiana que regenta un bar (la propia Labaki) se imagina a los brazos del fornido musulmán que está arreglando las paredes de su local. ¿Y ahora adónde vamos? discurre así, entre líneas de guión que pretenden ser simbólicas y pequeñas fugas a la ironía absurda. Labaki quiere proponer una historia simbólica y preciosista sobre la vida en tiempos de fronteras físicas, barreras mentales y prejuicios religiosos para que el público europeo se sienta bien, algo que tiene todo el sentido del mundo si pensamos que Líbano limita con Siria e Israel y que la película cuenta con financiación francesa. El problema es que aunque se empeñe en invocar la sonrisa, ¿Y ahora adónde vamos? está más cerca de Las tortugas también vuelan o Los colores la montaña, ambas aproximaciones 'diferentes' de la crudeza de una contienda bélica, que de un Kusturika en ciernes. Y desgraciadamente ni el maestro de la sátira politicosocial europea logra revalidar lo conseguido con sus grandes clásicos como Underground. Es una lástima que Labaki apunte tan alto y, obviamente, logre tan poco, y más cuando la ya descrita escena inicial era la prueba de que la película pedía a gritos más contención y menos humor. Pero la obra de Labaki dista de ser un cine sin rumbo, y ¿Y ahora adónde vamos? es una evolución coherente de lo explorado en Caramel, si bien las historias cruzadas femeninas en el contexto urbano de la ópera prima de Labaki resultan más satisfactorias. El problema es que ¿Y ahora adónde vamos? marca las que podrían ser las directrices de toda la obra de la libanesa, no ya a nivel temático sino a nivel de tono (de nuevo, esa tragicomedia falsa y descompensada). Ojalá Labaki vuelva a la militancia, si es que algún día peleó en ese frente, y abandone el terreno lleno de minas pero más productivo en taquilla de la comedia blanca ligeramente exótica ligeramente crítica. Porque hay asuntos que no pueden tomarse 'a la ligera'.
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