Siempre se suele decir que el cine de José Luis Garci es añejo porque evoca historias de tiempos pasados, algo que admite discusión y que no acaba de describir por entero el cine del madrileño. Garci se sirve de libretos propios, personajes de otros y obras de relumbrón para mantenerse fiel a sus principios y sobre todo a sus materiales de partida. Un ejercicio de mímesis que casi siempre acaba dando obras caricaturescas, acartonadas, tan afines a la cita como a la autocomplaciencia, tan magnánimas como prepotentes. Y a partir de todo ello surge el 'estilo Garci', un sello o marca tan deudora de su valía como creador como de la inspiración de segundos que viene irritando y gustando a muchos desde hace varias décadas. Garci, con mayor o menor fortuna, ha contado historias de todo tipo con ciertos ecos del melodrama clásico que, suponemos, ama. De alguna manera Tiovivo C. 1950 supuso un alambicamiento de ese cosmos 'garciano' al fragmentar la trama en pequeñas historias, escenas costumbristas y retablos provincianos. Y con Holmes & Watson, Madrid Days la obra de Garci llega a otro punto, sin duda el peor tramo de su trayectoria. La nueva película del oscarizado cineasta es una película de ideas: no tiene ninguna historia, y de tenerla esta carece del mínimo interés. Con Holmes & Watson, Madrid Days su cine llega a la cúspide de lo petulante, pomposo, cínico y relamido: nadie se cree los diálogos dieciochescos ni el retrato del famoso detective y su compinche como conversadores y pensadores, nunca como hombres de acción, más ensimismados en sus discursos que verdaderamente atentos por resolver el mínimo misterio que sustenta la trama. Garci es como ese Holmes que se pasea por El Retiro, que habla y que se escucha, lanzando una oda rancia al cocido castizo, al mantón de manila, a la porra, al chulapo de turno y a la guitarra con castañuelas de fondo. Con todo, Holmes & Watson, Madrid Days remite al presente: en su guión hay tanta nostalgia como la evocación de un futuro, nuestro presente, igual de convulso. El interés, eso sí, es mínimo, porque Garci es antes rata de biblioteca que autor. Holmes & Watson, Madrid Days es tan surrealista que parece la parodia de la parodia, o lo que es lo mismo, el peor Garci dedicado en incidir todavía más en sus sempiternos defectos. Además, la película contiene un discurso de lo más despreciable: Alberto Ruiz Gallardón, el político que representa a un partido que quiere matar al cine español, aparece en el film; y al mismo tiempo parece que Holmes & Watson, Madrid Days es una película muy consciente de su cutrez, como si Garci, tras la desorbitada financiación que recibió con Sangre de mayo, hubiese parido su obra más insoportable, hecha por y solo para Garci, haciendo honor a esa idea tan cañí de 'para lo que me queda en el convento, me cago dentro'. Porque Holmes & Watson, Madrid Days parece y debería ser la última carta de Garci, su despido, la necrológica adelantada de un cine que nunca fue ni contemporáneo ni interesante. Este viaje por los salones y los locales de la capital es una sucesión de planos que se difuminan hasta dar otros planos, seguidos de la contemplación de un objeto y de un fundido a negro. Así hasta dar los 140 minutos más agobiantes que este cinéfilo recuerda haber sufrido este año en una sala de cine. Él es el culpable. Garci, el destripador. Lo peor de todo es que antes de verla ya olía a doble ración de naftalina y mucho morro zarzuelesco. Elemental, querido lector.
Jolines no la pensaba ver ni en pintura, me he reído un poco con tus apreciaciones. Garci es un caso perdido.
ResponderEliminar