En el cine se valora mucho el oportunismo, o sea, proponer una historia con unas características casi siempre nuevas que en un momento muy concreto triunfa por resultar diferente y abrir nuevas vías en la exposición cinematográfica. Ese don de la oportunidad acaba degenerando en el peor oportunismo, aquel que aprovecha al máximo una fórmula prestablecida para explotar la gallina de los huevos de oro. El gancho comercial de The Devil Inside es tan falsario que cae por su propio peso: hablamos del eslogan 'La película que el Vaticano no quiere que veas'. Apelando una vez más a lo contrareligioso, a lo prohibido e inédito para atraer la atención del espectador. Reciclando de nuevo las tácticas del falso documental, totalmente caducas: en el momento que interviene un guión y un montaje estamos ante los terrenos de la ficción pura y dura, sin maquillajes ni aderezos posibles. Recurriendo al subgénero de los exorcismos, tan efectivo y tan dado a los efectismos pese a tener obras recientes como la sólida Requiem: El exorcismo de Micaela y entretenimientos como El exorcismo de Emily Rose. Y recurriendo a esa máxima que no paraba de repetir la Ángela Vidal de Rec y que remitía a tiempos de El proyecto de la bruja de Blair: 'grábalo todo'. Muchos todavía no entendieron que desde la ficción sin máscaras se puede llegar a impactar, conmover y en este caso aterrorizar. La película está viva si está bien ejecutada, no porque apele a una doble realidad o porque juegue a ser una grabación encontrada por arte de magia por el director. En su día fue un discutible pero pasable 'simulacro cine-verdad', y ahora es directamente la parodia del simulacro, una imitación de la recreación, no de la creación. The Devil Inside en todo momento se inscribe en un cine basura de centro comercial y público sin criterio que ha tomado el cortar y pegar como ética y costumbre. Con Paranormal Activity murió el terror con videocámara, y The Devil Inside no hace más que corroborar el agotamiento de una fórmula. Dudo que los responsables de The Devil Inside hayan armado algún contenido en paralelo a la forma: de lo contrario su desenlace disparatado y previsible resultaría todavía más ridículo. Hay que volver a El exorcista, inmediatamente, necesariamente, para reconducir un terror que no quiere generar tensión, sino insertar un par de sustos a lo largo del metraje para mantener a tono a la platea. No hace falta tener demasiada perspectiva en esto del cine de terror para darse cuenta que The Devil Inside no merece ni un segundo de nuestras vidas, ni un euro de nuestros bolsillos. Que no nos engañen. Dios: ¡líbranos del mal (cine)!
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