EL FESTÍN DE BABETTE, de Gabriel Axel (Dinamarca, 1987)
Antes de ganar el Oscar a la mejor película de habla extranjera por encima de la superior Adiós, muchacos, El festín de Babette se impuso en Cannes 1987 con el máximo premio de la sección Un Certain Regard. En esa competición figuraba Epidemic de Lars Von Trier, que no ganó, y que para colmo se convirtió en un sonoro fracaso de taquilla incluso en Dinamarca (en España no se estrenó y la Fnac la editó en dvd veinte años después). Resultaría divertido, por no decir perverso, comparar el discurso religioso de la película de Axel ya no sólo con Epidemic sino con Rompiendo las olas o en general con toda la filmografía del director danés por excelencia. No es extraño que Von Trier confesase 'detestar' El festín de Babette, si bien tanto las buenas intenciones de ésta como la incorrección del otro forman parte de la variedad del cine danés reciente. Si en algo acertaba el realizador de Los idiotas es que El festín de Babette es una cinta acorde con los gustos norteamericanos que esconde un discurso facilón entorno a una pequeña comunidad religiosa trastocada por la entrada de una inmigrante francesa, sus habilidades en el regateo a la hora de comprar y su mano en la cocina. Con esa película el cine de Dinamarca se abrió al mundo y logró galardones de los que nunca antes había podido presumir. No representa la variedad local de su cine ni la generación de autores surgidos de la Escuela de Cine de Copenhague (sir ir más lejos, Festen no logró la nominación a la estatuilla), pero incluso hoy en día sigue siendo una ceremonia armónica que acaba con un festín que nos hace salivar (entraría en ese subgénero de cine gastronómico donde figuran Como agua para chocolate o El cocinero, el ladrón, su amante y su mujer). Una película sobre la austeridad y la misericordia, la felicidad y la moralidad, un cuento sobre férreas convicciones religiosas que se derriten ante los manjares de Babette, cuya ofrenda sirve de agradecimiento a las hermanas del film, homenaje al pastor del lugar y ejemplo de amor hacia todos sus convecinos. Un melodrama de alto copete, familiar, tan bienintencionado como agradable. La sopa de tortuga y las perdices asadas de la chef derriten las tensiones de los comensales (al estilo de los bombones de Binoche en Chocolat) y de paso las nuestras: es una película que deja buen sabor de boca sin saciar, que invita a la calma y a la reflexión, que deja un recuerdo tan memorable como el regusto de una buena comida. No es que Von Trier no tuviese razón, aunque por su perfil de inconformista nunca hubiera sido invitado a tal cena. El festín de Babette es una buena película, y no la desmerece ni el hecho de que en verdad sea una mera anécdota dentro de todo el cine danés, por lo general menos cálido y más incómodo. Von Trier se sentirá reconfortado: al fin y al cabo, como reza la protagonista, 'un artista nunca es pobre'.
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Nota: 8
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PELLE EL CONQUISTADOR, de Bille August (Dinamarca, 1988)
Pelle el conquistador ganó la Palma de oro en Cannes 1988, y aunque pocas veces lo que triunfa en la Croisette se impone en Hollywood, la película también logró el Globo de oro y el Oscar a la mejor película de habla extranjera por encima de la española Mujeres al borde de un ataque de nervios (ese año, la cinta no inglesa más taquillera en Estados Unidos). Max Von Sydow, nominado a la estatuilla al mejor actor y recientemente reivindicado en Tan fuerte, tan cerca, nos regalaba una interpretación sutil y memorable en la que, con el permiso de Las mejores intenciones, es la película más célebre de Bille August. Todavía hoy Pelle el conquistador muestra una de las relaciones paternofiliales más tiernas de la historia del cine, una película de una exquisitez técnica y un guión tranquilo pero cargado de sentido y sensibilidad. Las dos horas y veinticinco munutos de Pelle el conquistador son un ejercicio de buen cine, la segunda obra que August rodó en su Dinamarca natal y la que le dio fama. Tras el film se embarcó en proyectos todavía más complejos, casi siempre en Suecia o Estados Unidos (seguro que recuerdan su adaptación de La casa de los espíritus), pero nunca logró el brío de Pelle el conquistador. Así que hay que rescatarla, ya sea para gozarla por primera vez o recordarla de nuevo. La historia de un padre ya mayor y su hijo pequeño, inmigrantes suecos en suelo danés, es el punto de partida perfecto para hablar de la diferencia de clases, de amos y siervos, de los principios básicos de humanidad, respeto y convivencia. El paulatino despertar del joven Pelle garantiza un cine nostálgico que acaba en lágrimas: el niño aprende a vivir y a sobrevivir, a leer y a escribir, pero sobre todo a conocer la dignidad del hombre en tiempos difíciles, en situaciones adversas, en condiciones de velada esclavitud laboral. Al final Pelle será un hombre mayor que tomará sus propias decisiones: en él recae el legado del padre sufridor y la misión de conquistar el mundo pese a sus limitaciones. Lo dicho: una historia bellísima que es uno de los clásicos imborrables e imprescindibles del cine danés.
Nota: 9
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Pelle El conquitador la tengo pendiente desde hace mucho tiempo y tu reseña me lo ha recordao, a ver si la veo pronto.
ResponderEliminarSaludos.