Se ha debatido muchísimo sobre si realmente existe un cine de mujeres en paralelo al que tradicionalmente han venido firmando los hombres. La pregunta vuelve a ser bastante recurrente con motivo del estreno de En tierra de sangre y miel, una película que acoge un género típicamente masculino (el bélico) llevándolo a una esfera más intimista y sentimental que fácilmente podría identificarse con el universo femenino. Pocas veces tenemos la ocasión de asistir a una historia de guerra protagonizada por una mujer, aunque precisamente las mujeres tuvieron un papel muy importante en los conflictos armados de la Europa del S.XX, ya fuese de forma activa en grupos de resistencia, asistiendo a enfermos o luchando por mantener la unidad familiar desde sus casas. Hay, por lo tanto, detalles que dejan intuir que detrás de la cámara, el guión y la dirección de En tierra de sangre y miel se encuentra un alma inquieta, ante todo sensible, y también femenina. La película, probablemente por cuestiones de presupuesto, prefiere ser una historia que sucede en tiempo de conflicto y no una crónica de la contienda a primera línea de trinchera. En relación a esto, En tierra de sangre y miel se construye a base de planos cortos focalizados en su mayoría en los rostros de los personajes, como si a la directora le interesasen mucho más los procesos internos de sus criaturas que la filmación de una espectacular estampa de época y pólvora. Aun así la película nunca pierde el norte, es consciente del duro contexto que retrata y resuelve con suma eficacia determinadas escenas que requieren mayor pulso cinematográfico: los pocos momentos de acción optan por una cámara en mano no demasiado exagerada, a la contra de los fastuosos planos generales que firmaría Steven Spielberg. Una solución estilística, una cuestión meramente técnica, que también podemos ver en En tierra hostil, película dirigida por una mujer. Y si queremos ir todavía más lejos, nadie ha filmado mejor la situación de Bosnia tras su guerra (1992-1995) que Jasmina Zbanic, de la misma manera que la historia más estimulante sobre las heridas físicas y psíquicas de una guerra fue obra de Isabel Coixet y su La vida secreta de las palabras.
En tierra de sangre y miel resulta todavía más singular si destacamos el nombre de su responsable: Angelina Jolie. Sorprende que Jolie deje aparcada su rutilante status de estrella en la gran pantalla y su imagen de madre y esposa deseadísima tras los focos para interesarse en las pugnas que mantuvieron a mitad de los 90 serbios, bosnios y musulmanes. Sería muy fácil dilapidar a primera vista la primera incursión en el largometraje de Jolie, pero la sorpresa es mayúscula: estamos ante una historia solidísima que si bien en algunos momentos corre el riesgo de caer en el folletín más sensiblón al final consigue hacernos olvidar la identidad de quien se esconde tras la cámara. De hecho la película tuvo que rodarse en Hungría porque el guión fue acusado de partidista y subjetivo, unas consideraciones que quizás no mencionaríamos si tras la silla del director no hubiese estado una figura tan mediática como Jolie. Después de George Clooney, Jolie es una nueva prueba de que más allá del glamour de cierto cine comercial existe una convicción personal, un interés más artesanal que industrial a la hora de entender el cine, un compromiso con un medio que precisa tanto de ídolos adolescentes como de contadores de historias potentes. Y si a esto le unimos el interés de Brad Pitt por producir películas tan extremas como El árbol de la vida, la imagen de ese Hollywood que da primacía a la industria en detrimento del verdadero arte queda relativizada, si bien difícilmente En tierra de sangre y miel logrará tener la relevancia de títulos similares.
En tierra de sangre y miel merece todos nuestros respetos por otro factor aparentemente secundario pero que lo viene a significar todo: hablamos de la realidad lingüística de la película. Jolie ha rodado su historia en serbocroata, cuando lo habitual es que el cine norteamericano se sirva de hechos ajenos llevados a terrenos locales, y con esto a la lengua inglesa. Una decisión que demuestra la inteligencia de Jolie, en primer lugar porque era consciente de que la película no podía contarse de otra manera, y en segundo término porque al rechazar el inglés como vehículo de comunicación se arriesgaba a crear un producto excesivamente norteamericano para los gustos europeos y descaradamente extranjero para los paladares yanquis. Lo mismo podría decirse de sus elecciones de casting, actores desconocidos y solventes que Jolie dirige con atino. Y también de su resolución final, nada obvia, de un lirismo contenido, de un dramatismo sumamente elegante, prueba de que Jolie es capaz de dotar de identidad pero también de entidad a sus personajes, manteniéndose al margen de cualquier tremendismo o cliché rosa.
En resumidas cuentas, lo más seguro es que En tierra de sangre y miel pelee con desventaja y termine la batalla en tierra de nadie por su aparente no comercialidad, por la poca promoción que viene acompañando a la película en su estreno en Europa, porque retrata una guerra no demasiado conocida y poco tratada en el cine de los últimos quince años, porque tal vez se enmarque dentro de ese cine femenino mil veces puesto en duda, o simplemente porque la crítica de cine más puritana sospecha de antemano sin sopesar el resultado final de una cinta que lleva en sus títulos de crédito el nombre de Angelina Jolie. Resultaría precipitado intuir en los fotogramas de En tierra de sangre y miel los primeros pasos de una futura directora de cine, pero sí dejan entrever a una persona fuerte que ama el cine y la vida más allá de sus posibles empresas humanitarias o derroches propios de diosa del star system. Que el contexto no esconda las virtudes del texto: sin ser sublime, En tierra de sangre y miel es una buena película.
Nota: 7
me ha encantado la crítica. Creo que por primera vez coincidimos en todos los puntos. De aquí unos días saldrá la mía hecha con bastantes prisas.
ResponderEliminarMuy interesante esa reflexión de las mujeres y su acercamiento al cine bélico o a las consecuencias de una guerra. A mi también me vino a la cabeza inevitablemente la película de Coixet.
La verdad es que creo que la película está recibiendo malas críticas por prejuicios, y por gente que se cree que ver una película bélica es ver una de guerra con muchos tiros, cuando últimamente nos han demostrado que no.
Saludos ;)
Había leído poco entusiasmo hacia éste filme, y leo que le das mucha cabida, veré que tal me resulta; que no sea comercial y opte por el arte es digno de darle una oportunidad, no sé con que me encontraré sino que en la Berlinale pasó sin pena ni gloria, y Hollywood tampoco le ha dado chance. El tema es interesante. Saludos.
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