miércoles, 15 de febrero de 2012

Crítica de JANE EYRE, de Cary Fukunaga

Las novelas realistas europeas son un pozo sin fin de adaptaciones cinematográficas. No queda ninguna novela clave de la literatura del siglo XIX sin su respectiva traslación en imágenes. Por tratarse de obras protagonizadas por un único personaje, con una trama en orden cronológico y una historia con citas constantes a las diferencias entre clases sociales y líos amorosos, estamos ante obras constantemente susceptibles de una visión y revisión por parte del cine. De hecho no es la primera obra de Jane Eyre. Y tampoco será la última cinta a partir de un texto de las británicas hermanas Brönte: dentro de poco veremos Cumbres borrascosas de la mano de Andrea Arnold. Como cineasta es un reto y sobre todo un riesgo recurrir a referencias literarias tan notables, pero gracias al constante interés que generan los textos de valor inmortal y universal cada generación de espectadores cuenta con su propia versión de, por ejemplo, Ana Karenina, Oliver Twist o La feria de las vanidades. Para los que no pudimos ver Jane Eyre protagonizada por una jovencísima Charlotte Gainsbourg, el personaje siempre responderá al rostro de Mia Wasikowska. Fukunaga ha conseguido una película pulcra, correcta a nivel técnico y un tanto fría en su planteamiento del drama. No es la versión total y definitiva del libro, y tampoco lo puede ser debido a sus antecedentes cinematográficos, sin descontar que esta no será la última Jane Eyre que veamos en la gran pantalla. El título que nos ocupa hay que verlo como una versión, y en ningún caso comparándolo con otros. Y como lectura moderna del clásico, la obra de Fukunaga se puede considerar una película pausada, elegante, de dramatismo contenido y nunca desatado, fuera de las corrientes habituales del cine que se estrena hoy en día. Le falta acción, y quien esto escribe hubiera deseado mayor garra a la hora de resolver los momentos clave de la historia. Tampoco queda bien descrito el episodio de la Jane niña, y su amor precisa más carnalidad que espiritualidad. Jane Eyre se siente cómoda en su anacronismo, sin llegar a cierto cine de autor como el Joe Wright de Orgullo y prejuicio, y totalmente en las antípodas pop de la Coppola de Maria Antonieta. Todo ello hace de Jane Eyre, año 2011, una película correcta sin más, más mimética que original, bastante prescindible para el cinéfilo y seguramente curiosa para la rata de biblioteca; bonita técnicamente, dirigida a un público adulto seguidor de las producciones de la BBC, pero nada memorable.


Nota: 6

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2 comentarios:

  1. en¿"precisa más carnalidad que espiritualidad"? Claramente haciendo este juicio has dejado traslucir tu falta de sensibilidad, por no hablar de tu desconocimiento de la novela, si es que --en el caso de que la hayas leído-- la has entendido.

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  2. He visto hoy la película y encuentro tu crítica bastante acertada Xavier.
    ;)

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