jueves, 26 de enero de 2012

Crítica de LOS DESCENDIENTES (THE DESCENDANTS), de Alexander Payne

Los personajes de Alexander Payne se enfrentan a un momento crucial de sus vidas. Sus películas son road movies emocionales en las que un protagonista masculino debe tomar decisiones importantes en un paisaje cambiante que le es ajeno. En las películas de Payne se encadenan sucesos, pero la verdadera acción es la que se fragua en los fueros internos de un hombre maduro. El de Payne es un cine de crisis: el anciano de A propósito de Schmidt se preguntaba '¿y ahora qué?' al estrenar su jubilación, el cuarentón de Entre Copas no puede obviar en sus vacaciones vinícolas que los cimientos de su vida siguen estando patas arriba, e incluso la turista de Paris je t'aime intentaba sin éxito espantar sus males aprendiendo francés y empapándose de la comida y las calles de la capital gala. Son personajes que no saben hacer frente a los problemas, que se sienten superados por situaciones que deberían dominar por una mera cuestión de edad. Y quizás por eso el cine de Payne acaba rozando la comedia más fina, a veces cierto patetismo simpático que evidencía que los seres de Payne se comportan como patos fuera del agua, subraya su incapacidad para interactuar con quienes le rodean. Todo ello llega en Los descendientes a una plenitud que sólo dan los años y la experiencia: Payne ha tomado las riendas de su carrera y su nueva película es la obra de un autor totalmente consciente de sus posibilidades, con un discurso sumamente claro y una apuesta por aunar el cine de calidad con el comercial.


Siguiendo la estela del antihéroe marca de la casa, George Clooney da vida a Matt King, un hombre burgués obligado a replantearse cuáles son sus prioridades en la vida y hasta dónde está dispuesto a llegar con las relaciones con sus semejantes. El propio título evoca el conflicto de Matt: puede cortar de raíz cualquier conexión con su familia de sangre al decidir la resolución de una herencia millonaria, y en paralelo se ve forzado a hacerse cargo de sus dos hijas ya no tan pequeñas cuando su mujer acaba en coma tras un accidente. Una trama grave y honda que Payne reviste de comedia tímida: de hecho, lo único que motiva a Matt, o lo que Matt utiliza como subterfugio para evitar asuntos mayores, es encontrar el amante de su mujer a lo largo y ancho del archipiélago hawaiano. Con estas coordenadas espaciales (una zona turística reconvertida en casa nada paradisíaca) y emocionales ('mi vida se desintegra como islas que se separan en el mar', nos cuenta Matt al principio de su historia), Alexander Payne construye su ficción más amarga, un cuento sobre la familia, la fidelidad a una tierra y a unos principios. Matt, un tipo corriente ahogado y desbordado por la(s) situación(es), a ojos de la gente un afortunado sin más problema que la de gestionar las rentas adquiridas. O lo que es lo mismo: un George Clooney versátil capaz ya no de enfrentarse a la comedia y al drama sino de unir ambos géneros en un mismo gesto sin caer en la caricatura o en lo histriónico. Un actor elegante para una historia con clase, el lado más terrenal del sex symbol adulto por excelencia. También la cara más dramática del cine de Payne.


Payne domina los mimbres de su narración y el guión funciona casi a pleno rendimiento en todo momento. El plantel de actores juega a favor de la enorme historia que se trae entre manos. Los descendientes, más depurada que las anteriores ficciones de su autor, tiene el empaque de obra mayor. Pese a esto, quizás por su apuesta más dramática que cómica, Los descendientes viene a romper el equilibrio y  la espontaneidad del cine de Payne. En parte da la sensación de que Los descendientes titubea y de que alarga una trama que se podría despachar en hora y media (una impresión que también tuve con Entre copas). Payne tampoco sabe trabajar el misterio de la historia, y llegado el momento de cerrar los interrogantes opta por la vía más acomodaticia. Y en parte eso es resultado de la propia geografía de las historias de Payne: mientras que los seres de Sofia Coppola son personajes aletargados que despiertan a lo largo del metraje, mientras que los personajes de Reitman afrontan su existencia con energía aunque son conscientes de los sinsabores de la vida, las gentes que lleva imaginando Payne desde hace quince años son pulpos varados demasiado atados a su naturaleza, demasiado afectados por sus taras, demasiado apesadumbrados como para evolucionar a lo largo de la historia, de su historia. El cine de Payne tiene algo de exótico, incluso de documental, pero también de recorrido obvio y corto. Payne se enamora tanto de sus personajes que no les deja volar solos cuando estos lo piden. Payne es, pues, ese padre de familia cuyas ataduras le impiden conquistar un cine más lírico, rotundo tanto en su drama como en su comedia. Por eso Los descendientes, aunque es una película fantástica, deja un poco frío. Payne se impone como un gran autor, y al mismo tiempo da la sensación de que el mejor Payne está por llegar. Si las películas son como hijos para quien las concibe, estamos seguros que la descendiente de Los descendientes puede ser la obra maestra de Oscar que todos estamos esperando.


Nota: 7'5

2 comentarios:

  1. Bastante de acuerdo contigo.
    Personalmente creo que es una película con muy buenas intenciones, pero que poco a poco va de más a menos; y acaba muy convencional. A mí me dejó bastante fría... con tantos premios, mis expectativas estaban por las nubes y al final me decepcionó. Sentí algo parecido que con Up In The Air (también de Clooney). Las actuaciones de Clooney y la hija, las conversaciones y los diálogos entre ellos es lo mejor de la película.

    Saludos ;)

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  2. y la verdad al principio parecia que iba a estar buena pero al final no me gusto.

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