Con la Iglesia, con el mismísimo Papa ha querido toparse Nanni Moretti en su nueva película. La figura de un Papa recién elegido que entra en crisis es de lo más delirante e inteligente que ha imaginado el director italiano por excelencia. Quien fuera azote de Berlusconi ahora barre el polvo en el Vaticano, pero de una forma más amable y menos socarrona de lo esperado. Parece que hay cosas que más vale no tocar y temas que mejor ni mencionar; ni tan siquiera Moretti, movedor de conciencias con su humor fino, ha podido filmar la radiografía definitiva de esa institución tan inabarcable. Así que: uno, Habemus Papam no es una película anticlerical; es más, en su tramo inicial retrata con detalle los entresijos de un Cónclave reunido para decidir la identidad del nuevo representante de Dios en la Tierra. Dos: la crisis de su Santidad no es de fe, sino de identidad, y aquí a Moretti le importa bien poco el cargo de su personaje para firmar una película de calado universal (el temor de no estar a la altura, de fracasar en el intento, de no saber responder a la marea mediática y a los miles de fieles y curiosos que se agolpan en las calles de Roma). Y tres: Nanni Moretti, psicólogo con la autoestima muy alta, es, en contra de lo escrito en Cannes, lo mejor de la cinta, porque el cine de Moretti, como no sucede con el del último Allen, gana con el propio Moretti en pantalla (aquí, ejerciendo de árbitro entre unos monjes jugando a voleibol o a cartas). En resumidas cuentas: poco importa que Habemus Papam pueda o no leerse como ataque frontal o velado a la Iglesia porque lo mejor de la cinta está en su forma de chiste, en su humor absurdo. Cuanto más comiquera y menos terrenal, mucho mejor. El film divierte, tiene sus momentos, también sus excesos, pero como fan de Moretti no puedo evitar pensar en ese otro film más agudo y menos blanco que Moretti, si hubiese querido, si le hubieran dejado, habría podido dirigir para gozo de sus seguidores. Así que prefiero el desmelene de su segunda mitad (el bufón que simula ser el Papa descansando en sus aposentos) que el hieratismo de la primera media hora (sigo sin entender esa escena en la que los favoritos a Papa rezan para sus adentros no ser el elegido). Caro diario era más amena y retrataba con gracia y dureza esa sociedad italiana tan contradictoria. El caimán era un dardo envenenado a Il Cavaliere, pero, mamma mia!, seguro que Berlusconi estará muy contento con Habemus Papam. Menos mal que Moretti, el actor que altera las costumbres de los religiosos, y para colmo el farsante retenido en el Vaticano por culpa de un Papa fugado que de joven quiso ser actor (se completa el círculo), sabe garantizar escenas con gancho. A ellas nos acogemos a sagrado para celebrar un film que sabe a poco.
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Nota: 6
Para mí también Nanni Moretti es el punto fuerte de la película, y desde que él aparece en la película, el ritmo cambia. De un humor más serio se pasa a uno más inesperado y descabellado, en mi opinión más diviertido. Aunque en sí, toda la película me gustó mucho.
ResponderEliminarSaludos.